Josué 13 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 33 versitos |
1
II. Reparto del país entre las tribus
Tierras que quedan sin conquistar.
Josué era ya viejo y entrado en años. Yahvé le dijo: «Eres viejo y entrado en años, y queda todavía muchísima tierra por conquistar.
2 Ésta es la tierra que queda:
«Todos los distritos de los filisteos y todo lo de los guesuritas;
3 desde Sijor, que está al lado de Egipto, hasta el límite de Ecrón por el norte, es considerado como de los cananeos. Los cinco tiranos de los filisteos son el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón. Los avitas
4 están al sur. Todo el país de los cananeos, y Mearah, que es de los sidonios, hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos;
5 luego el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia la salida del sol, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat.
6 «Yo arrojaré de la presencia de los israelitas a todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta Misrefot al occidente: a todos los sidonios. Tú solamente reparte por suertes la tierra como heredad entre los israelitas, según te he ordenado.
7 Reparte ya esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés: se la repartirás desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente; el mar Grande será su límite.»
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1. DESCRIPCIÓN DE LAS TRIBUS DE TRANSJORDANIA
Esbozo de conjunto.
La otra media tribu de Manasés, junto con los rubenitas y los gaditas, había recibido ya la parte de la heredad que Moisés les había dado al lado oriental del Jordán, tal como Moisés, siervo de Yahvé, se la había dado:
9 la tierra desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, y la ciudad que está en medio de la vaguada; y toda la llanura desde Mádaba hasta Dibón;
10 todas las ciudades de Sijón, rey de los amorreos, que había reinado en Jesbón, hasta la frontera de los amonitas.
11 Además, Galaad y el territorio de los guesuritas y los maacatitas con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá;
12 y en el Basán, todo el reino de Og, que había reinado en Astarot y en Edreí, y era el último residuo de los refaítas. Moisés los había derrotado y expulsado.
13 Pero los israelitas no expulsaron ni a los guesuritas ni a los maacatitas, de manera que Guesur y Maacá siguen todavía hoy habitando en medio de Israel.
14 La tribu de Leví fue la única a la que no se dio heredad: Yahvé, Dios de Israel, fue su heredad, como se lo había dicho.
15
La tribu de Rubén.
Moisés había dado a la tribu de los hijos de Rubén una parte, por clanes.
16 Su territorio iba desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, y todo el llano hasta Mádaba;
17 Jesbón con todas las ciudades situadas en el llano: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Meón,
18 Yahas, Quedemot, Mefaat,
19 Quiriatáin, Sibmá, y Seret Hassajar, en el monte del valle;
20 Bet Peor, las laderas del Pisgá, Bet Yesimot,
21 todas las ciudades del llano y todo el reino de Sijón, rey de los amorreos, que reinó en Jesbón y a quien venció Moisés, igual que a los príncipes de Madián: Eví, Requen, Sur, Jur, Rebá, vasallos de Sijón, que habitaban en el país.
22 Al adivino Balaán, hijo de Beor, los israelitas lo habían pasado a cuchillo con otras víctimas.
23 Así el territorio de los rubenitas llegaba hasta el Jordán. Ésta fue la heredad de los hijos de Rubén, por clanes: las ciudades y sus aldeas.
24
La tribu de Gad.
A la tribu de Gad, a los hijos de Gad, había dado Moisés una parte, por clanes.
25 Su territorio fue Yazer, todas las ciudades de Galaad, la mitad del país de los amonitas hasta Aroer, que está enfrente de Rabá,
26 y desde Jesbón hasta Ramat Hamispé y Betonín, y desde Majanáin hasta el territorio de Lo Debar;
27 y en el valle: Bet Harán, Bet Nimrá, Sucot, Safón, el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón, el Jordán y el territorio hasta la punta del mar de Genesaret, al lado oriental del Jordán.
28 Ésta fue la heredad de los hijos de Gad, por clanes: las ciudades y sus aldeas.
29
La media tribu de Manasés.
A la media tribu de Manasés le había dado Moisés una parte, por clanes.
30 Su territorio comprendía, desde Majanáin, todo el Basán, todas las Aldeas de Yaír en Basán: sesenta ciudades;
31 la mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. Pasaron a ser de los hijos de Maquir, hijo de Manasés (de la mitad de los hijos de Maquir), por clanes.
32 Esto fue lo que repartió en heredad Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó.
33 Pero Moisés no dio heredad a la tribu de Leví: Yahvé, el Dios de Israel, es su heredad, como se lo había dicho.

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Introducción a Josué

LOS LIBROS DE JOSUÉ, JUECES, RUT, SAMUEL Y REYES

Introducción
A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposición a los Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: estos libros, que nosotros llamamos históricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.

Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están también con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los libros de los Reyes.

Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes. Justificada históricamente en el Deuteronomio la doctrina de la elección de Israel, y definida la constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habría sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al Pentateuco).

Esta hipótesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro, hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la reforma de Josías, otra durante el Destierro. A propósito de cada libro se irán dando precisiones sobre estos diversos puntos.

Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de él una lección religiosa. Pero también nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la época heroica de la conquista, con la narración de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que ésta sea presentada como historia sagrada no disminuye su interés para el historiador y realza su valor para el creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido, reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.

El libro de Josué se divide en tres partes:
a) la conquista de la tierra prometida, 1-12;
b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21;
c) el fin de la jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y la asamblea de Siquén, 22-24.
Es cierto que este libro no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en Jos_10:1-6 , sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la época monárquica. El hecho de que los relatos de los caps. 2-9 sean originarios de Guilgal, santuario de Benjamín, no quiere decir que la figura de Josué, que es efrainita, sea en ellos secundaria, porque los componentes de Efraín y de Benjamín entraron juntos en Canaán antes de establecerse en sus territorios respectivos. Es innegable el aspecto etiológico de estos relatos, es decir, su afán por explicar hechos y situaciones que no dejan de ser observables, pero solamente afecta a las circunstancias o a las consecuencias de acontecimientos cuya historicidad no se debe rechazar, excepto, al parecer, el relato de la toma de Ay.

La segunda parte es una exposición geográfica de índole muy diferente. El cap. 13 localiza a las tribus de Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés, instaladas ya por Moisés en Transjordania, según Nm 32, ver Deu_3:12-17 . Los caps. 14-19, concernientes a las tribus del oeste del Jordán, combinan dos clases de documentos: una descripción de los límites de las tribus, de una precisión muy desigual, y que en el fondo se remonta a la época premonárquica, y listas de ciudades que han sido añadidas. La más detallada es la de las ciudades de Judá, 15, que, completada con una parte de las ciudades de Benjamín, Jos_18:25-28 , distribuye las ciudades en doce distritos; refleja una división administrativa del reino de Judá, probablemente en tiempos de Josafat. A modo de complementos, el cap. 20 enumera las ciudades de asilo, cuya lista no es anterior al reinado de Salomón; el cap. 21, sobre las ciudades levíticas, es una adición posterior al Destierro, pero que utiliza los recuerdos de la época monárquica.

En la tercera parte, el cap. 22, acerca del regreso de las tribus de Transjordania y la erección de un altar a orillas del Jordán, presenta las señales de redacciones deuteronomista y sacerdotal; tiene su origen en una tradición particular cuya fecha y sentido son dudosos. El cap. 24 conserva el antiguo y auténtico recuerdo de una asamblea en Siquén y de un pacto religioso que allí se estableció.

Además de algunos retoques de detalle, se pueden atribuir a la redacción deuteronomista los pasajes siguientes: 1 (en gran parte); Jos_8:30-35 ; Jos_10:16-43 ; Jos_11:10-20 ; 12; Jos_22:1-8 ; 23; la revisión de 24. La forma en que el cap. 24, retocado según el espíritu del Deuteronomio, se ha mantenido junto al cap. 23, que se inspira en él pero que es de otra mano, nos proporciona el indicio de dos ediciones sucesivas del libro.

Éste presenta la conquista de toda la Tierra Prometida como el resultado de una acción de conjunto de las tribus bajo la dirección de Josué. El relato de Jc 1 ofrece un cuadro diferente: en él vemos que cada tribu lucha por su territorio y es a menudo derrotada; es una tradición con origen en Judá, pero algunos componentes de esta tradición penetraron en la parte geográfica de Josué: Jos_13:1-6 ; Jos_14:6-15 ; Jos_15:13-19 ; Jos_17:12-18 . Esta imagen de una conquista desperdigada e incompleta está más cerca de la realidad histórica, que sólo de una manera conjetural es posible restituir. El establecimiento en el sur de Palestina se hizo desde Cadés y el Négueb y sobre todo por medio de grupos que sólo paulatinamente fueron integrados en Judá: los calebitas, quenizeos, etc., y los simeonitas. El establecimiento en Palestina central fue obra de los grupos que atravesaron el Jordán bajo la dirección de Josué y que comprendían a los elementos de las tribus de Efraín-Manasés y de Benjamín. El establecimiento en el Norte tuvo una historia particular: las tribus de Zabulón, Isacar, Aser y Neftalí pudieron hallarse ya establecidas desde una época indeterminada y no habrían bajado a Egipto. En Siquén se adhirieron a la fe yahvista que el grupo de Josué había traído y adquieren sus territorios definitivos luchando contra los cananeos que los habían subyugado o que les amenazaban. En estas diversas regiones, el establecimiento se realizó en parte mediante acciones de guerra y en parte mediante la infiltración pacífica y las alianzas con los anteriores ocupantes del país. Es preciso mantener como histórico el papel de Josué en el establecimiento en Palestina central, desde el paso del Jordán hasta la asamblea de Siquén. Tomando en consideración la fecha que se ha indicado para el Éxodo (Introducción a Pentateuco), se puede proponer la siguiente cronología: entrada de los grupos del Sur hacia el 1250, ocupación de la Palestina central por los grupos procedentes de allende el Jordán a partir de 1225, expansión de los grupos del Norte hacia el 1200 a. C.

De esta historia compleja, que sólo de un modo hipotético restituimos, el libro de Josué ofrece un cuadro idealizado y simplificado. El cuadro está idealizado: la epopeya de la salida de Egipto se prosigue con esta conquista en que Dios interviene milagrosamente en favor de su pueblo. Está simplificado: todos los episodios se han polarizado en torno a la gran figura de Josué, que dirige los combates de la casa de José, 1-12, y a quien se atribuye un reparto del territorio que no llevó él a cabo ni se realizó de una vez, 13-21. El libro concluye con la despedida y la muerte de Josué, 23; Jos_24:29-31 ; de este modo, él es, del principio al fin, su personaje principal. Los Padres han reconocido en él una prefiguración de Jesús: no sólo lleva el mismo nombre, Salvador, sino que el paso del Jordán, que, con él al frente, da entrada en la Tierra Prometida, es el tipo del bautismo en Jesús, que nos da acceso a Dios, y la conquista y el reparto del territorio son la imagen de las victorias y de la expansión de la Iglesia.

Esta tierra de Canaán es, con toda evidencia, en las limitadas perspectivas del AT, el verdadero tema del libro: el pueblo, que había encontrado a su Dios en el desierto, recibe ahora su tierra, y la recibe de su Dios. Porque quien ha combatido en favor de los israelitas, Jos_23:3-10 ; Jos_24:11-12 , y les ha dado en herencia el país que había prometido a los Padres, Jos_23:5 , Jos_23:14 , es Yahvé.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Josué 13,1
NOTAS

13 Se trata de territorios que nunca llegaron a ser israelitas, aunque se encuentran en el marco de la Tierra Santa ideal de Jos_1:4 y en la delimitación de fronteras de Núm_34:1-12 : al sur, el país de los filisteos con los guesuritas, ver 1Sa_27:8, y los avitas, ver Deu_2:23; al norte, el país de los sidonios, es decir, Fenicia. El pasaje Jos_13:1-7 es del redactor, que da entrada al documento geográfico.


Josué 13,2
NOTAS

13:2 Según Deu_2:23; Amó_9:7; Jer_47:4 s, los filisteos son originarios de Caftor, que es Creta con más probabilidad que Asia Menor. De todos modos, no fue más que una etapa en su emigración, y su origen sigue siendo oscuro. Formaban parte del gran movimiento de los «Pueblos del Mar» que irrumpió hasta las puertas de Egipto, donde fue detenido por Ramsés III, a comienzos del s. XII. Después de su derrota, los filisteos quedaron establecidos en la llanura ribereña de Palestina (que les debe su nombre). Su mención en Gén_21:32-34; Gén_26:1-8 y Éxo_13:7 es una anticipación. Jos_13:4 enumera sus cinco distritos, ver Jue_3:3; Joe_4:4 [Joe_3:4]. No eran semitas y no practicaban la circuncisión. Enemigos encarnizados de los israelitas desde los tiempos de los Jueces y Saúl, fueron rechazados por David, pero se mantuvieron en la costa.

Josué 13,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_3:3

Josué 13,4
NOTAS

13:4 Texto corrompido. Se esperaría: «desde (tal lugar)». Todas las correcciones propuestas son dudosas.

Josué 13,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_23:5

Josué 13,7
NOTAS

13:7 «desde el Jordán... su límite», griego; omitido por hebr.

Josué 13,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm 32; Deu_3:12-17

NOTAS

13:8 (a) Esta sección toma sus elementos de Nm 32 y Deu_3:12-17, añadiendo nombres de lugares, pero no da una descripción del territorio de las tribus, como se hará con el grupo de Cisjordania. La geografía de estas tribus era dudosa para los mismos israelitas, y a Rubén y Gad generalmente se les trata como una unidad, Núm_32:1 s; Deu_3:12; Jos_1:12, etc. Las dos tribus bien pronto se vieron reducidas, a causa del desarrollo de los reinos amonita y moabita, ver sobre Rubén, Gén_49:4; Deu_33:6, sobre Gad, Gén_49:19. Los orígenes de la media tribu de Manasés son oscuros; parece que su establecimiento en Galaad no data de este primer período, ver Nm 32+.

13:8 (b) «La otra media tribu de Manasés» restituido según el griego.

Josué 13,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_12:4

Josué 13,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_13:33; Núm_18:20; Deu_18:2

NOTAS

13:14 «Yahvé fue» griego; «los manjares abrasados en honor de Yahvé fueron» hebr.

Josué 13,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_49:3-4; Deu_33:6

Josué 13,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_2:15+; Núm_22:2+; Núm_31:8

Josué 13,24
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_49:19; Deu_33:20-21

Josué 13,29
NOTAS

13:29 Después de «Manasés» una glosa añade: «a la media tribu de los hijos de Manasés», omitido por griego.

Josué 13,33
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_13:14