Judith 7 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 32 versitos |
1
II. El asedio de Betulia
Campaña contra Israel.
Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los pueblos que iban como tropas auxiliares avanzar contra Betulia, ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los israelitas.
2 El mismo día levantaron el campamento todos los hombres de su ejército; el número de sus guerreros era de ciento veinte mil infantes y doce mil jinetes, sin contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a pie con ellos.
3 Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y se desplegaron a lo largo y a lo ancho: desde Dotán hasta Belbáin, y desde Betulia hasta Quiamón, que está frente a Esdrelón.
4 Cuando los israelitas vieron tal muchedumbre, quedaron sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Ahora arrasarán éstos toda la tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán soportar su peso.»
5 Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las torres y permanecieron junto a las armas toda aquella noche.
6 Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los israelitas que había en Betulia.
7 Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde su ejército.
8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo herido en tu ejército.
10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en las alturas de los montes en que habitan. De hecho, no es fácil escalar la cumbre de estos montes.
11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la montaña,
13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas, vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.
14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y, aun antes de que la espada los alcance, caerán tendidos por las plazas de su ciudad.
15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por cinco mil asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las fuentes de los israelitas.
18 Los edomitas y amonitas, por su parte, acamparon en el monte, frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda su superficie. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque eran una enorme muchedumbre.
19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.
20 Treinta y cuatro días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes, carros y jinetes. A todos los habitantes de Betulia se les acabaron las reservas de agua;
21 las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a satisfacción, porque se les daba el agua racionada.
22 Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la ciudad, faltos de fuerzas.
23 Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes voces, diciendo delante de los ancianos:
24 «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con los asirios.
25 Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha entregado en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
26 Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la gente de Holofernes y de todo su ejército.
27 Es mejor que nos convirtamos en botín suyo. Seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo se mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos en nuestra presencia.
28 Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros deseos.»
29 Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a grandes voces, al Señor Dios.
30 Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco días, y en este tiempo el Señor nuestro Dios se mostrará compasivo con nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.
31 Pero si pasan estos días sin recibir ayuda, cumpliré vuestros deseos.»
32 Y despidió a la gente, que ocupó cada cual su puesto. Los hombres fueron a las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y a los niños los enviaron a casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.

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Introducción a Judith

El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos, merced a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta con el imponente ejército de Holofernes, que quiere someter el mundo al rey Nabucodonosor y destruir todo culto que no sea el de Nabucodonosor endiosado. Los judíos son sitiados en Betulia. Privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece entonces Judit, viuda joven, hermosa, prudente, piadosa y decidida que triunfará sobre la apatía de sus compatriotas y luego sobre el ejército asirio. Echa en cara a los jefes de la ciudad su falta de confianza en Dios. Después ora, se acicala, sale de Betulia y se hace presentar a Holofernes. Echa mano contra él de la seducción y de la astucia y, una vez a solas con aquel militarote ebrio, le corta la cabeza. Los asirios huyen presa del pánico y su campamento es entregado al saqueo. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne acción de gracias.

Parece como si el autor hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace. Es una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis. Holofernes, servidor de Nabucodonosor, es una síntesis de las potencias del mal; Judit, cuyo nombre significa «la Judía», representa la causa de Dios, identificada con la de la nación. Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén. El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Apo_16:16 ; la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los «ortodoxos» del Judaísmo rígido; Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita, Jdt_5:5-21 , que se convierte al Dios verdadero, Jdt_14:5-10 .

El libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Judith 7,2
NOTAS

7:2 «ciento veinte mil» con Vulg., ver Jdt_2:15; «ciento setenta mil» griego.


Judith 7,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Ma_12:28-29

Judith 7,8
NOTAS

7:8 Los edomitas (los «hijos de Esaú») y los moabitas son los enemigos tradicionales de Israel, Núm_20:23+.

Judith 7,10
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_20:23; 1Re_20:28; Sal_68:15 [Sal_68:14]; Sal_68:17 [Sal_68:16]

Judith 7,17
NOTAS

7:17 «moabita» Vet. Lat. y sir.; «amonita» texto recibido. -Aquí, como en Jdt_10:17, la cifra señalada no está en proporción con la misión que se trata de realizar.

Judith 7,28
NOTAS

7:28 «Os conjuramos (...) que cumpláis» sir., Vet. Lat.; el griego añade una negación, pero ésta no es más que un calco de la fórmula hebrea de juramento cuyo sentido es positivo. -El castigo de las faltas individuales queda aquí ligado al castigo colectivo, según la antigua creencia de Israel en la solidaridad del pueblo en la falta y en la pena.

Judith 7,29
NOTAS

7:29 Vulg. expresa como sigue la oración del pueblo: «19 Hemos pecado con nuestros padres, hemos obrado injustamente, hemos cometido la iniquidad. 20 Tú, que eres misericordioso, ten piedad de nosotros. O al menos castiga con tu látigo nuestras iniquidades, pero no entregues a los que creen en ti a un pueblo que no te conoce, 21 para que no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? (ver Sal_42:11 [Sal_42:10]; Joe_2:17). 22 Y cansados de clamar y hartos de llorar, se callaron.»