II Crónicas  35 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
Preparación de la Pascua.
Josías celebró una Pascua en honor de Yahvé en Jerusalén; inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.
2 Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al servicio del templo de Yahvé.
3 Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban consagrados a Yahvé: «Colocad el arca santa en el templo que construyó Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de llevarla a hombros; servid ahora a Yahvé vuestro Dios y a Israel, su pueblo.
4 Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases, conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo Salomón.
5 Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los levitas tendrán parte en la familia paterna.
6 E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros hermanos, cumpliendo la orden de Yahvé, dada por medio de Moisés.
7
La solemnidad.
Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos como cabritos, en número de treinta mil, todos ellos como víctimas pascuales para cuantos se hallaban presentes, y tres mil bueyes. Todo ello de la hacienda del rey.
8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes del templo de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, dos mil seiscientas ovejas y trescientos bueyes.
9 Quenanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y Jozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas cinco mil corderos pascuales y quinientos bueyes.
10 Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey.
11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las desollaban
12 y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo ofreciesen a Yahvé conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con los bueyes.
13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre todos los hijos del pueblo.
14 Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes, porque los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto, conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban todo.
16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahvé para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahvé, según la orden del rey Josías.
17 Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la Pascua y la fiesta de los Ázimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.
19
Fin trágico de Josías.
Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
20 Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Necó, rey de Egipto, para combatir en Carquemis, junto al Éufrates; y Josías le salió al encuentro.
21 Necó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»
22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, sin escuchar las palabras de Necó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguidó.
23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos: «Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.»
24 Sus siervos lo sacaron del carro, y pasándolo a otro carro que tenía, lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones.
26 El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo escrito en la Ley de Yahvé,
27 y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de los reyes de Israel y de Judá.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  35,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_23:21; Éxo_12:1+


II Crónicas  35,2
NOTAS

35:2 Como en el caso de Ezequías, a la ceremonia precede una restauración del clero, ver 2Cr_31:2 s, según las normas atribuidas a David. También el Cronista se interesa sobre todo por los levitas.

II Crónicas  35,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_15:15; 2Cr_5:4

NOTAS

35:3 La inteligencia, en el sentido que el término ha tomado en los escritos sapienciales: el discernimiento de las cosas de Dios.

II Crónicas  35,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr 24-26

II Crónicas  35,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_30:17+; Deu_12:18-19

II Crónicas  35,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_12:5

NOTAS

35:7 Aquí se describe en detalle la fiesta, que 2Re_23:21 se limita a mencionar. El ritual es el de Dt 16, pero con adiciones que al parecer se inspiran en la práctica de la época del Cronista. Los levitas desempeñan un papel predominante en la acción litúrgica. Aquí, el sacrificio pascual se combina con holocaustos y sacrificios de comunión.

II Crónicas  35,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm 7; 1Cr_29:6-9

II Crónicas  35,11
NOTAS

35:11 «que recibían de mano de los levitas» completado según 2Cr_30:16. Según Lev_1:6 ésta era la función del laico.

II Crónicas  35,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_12:2-11

NOTAS

35:13 No las hierbas amargas y los panes sin levadura, sino el sacrificio de comunión que aquí se asocia a la Pascua.

II Crónicas  35,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_23:22

NOTAS

35:18 La novedad de la Pascua está en su celebración por todo el pueblo en Jerusalén; es una consecuencia de la centralización del culto promulgado por el Dt, y que 2Cr_30:15-27 había trasladado a la época de Ezequías. La Pascua se había conservado como ceremonia familiar durante toda la época monárquica. La referencia a la época de Samuel, aquí, y a la época de los Jueces en el paralelo de 2Re_23:22, parece indicar que ya de antes se celebraba en común en un santuario central.

II Crónicas  35,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_23:23; 2Re_23:29-30

NOTAS

35:19 (a) Parece que el Cronista dispuso de una fuente más detallada que el paralelo de 2 R, paralelo que interpreta según su teología de la retribución, 2Cr_35:22.

35:19 (b) El griego añade aquí un elogio de Josías que reproduce 2Re_23:24-27.

II Crónicas  35,22
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_18:33-34

NOTAS

35:22 «estaba decidido» griego; «se disfrazó» hebr.(ver 1Re_23:30).

II Crónicas  35,25
NOTAS

35:25 En Jer_27:10 se alude a la muerte de Josías, pero el libro de las Lamentaciones, atribuido al profeta, no incluye nada que se refiera específicamente a este rey. El texto al que el Cronista se refiere se ha perdido para nosotros.