II Reyes  10 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 36 versitos |
1
Matanza de la familia real de Israel.
Ajab tenía setenta hijos en Samaría. Jehú escribió cartas y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab diciendo:
2 «Así que esta carta llegue a vosotros, dado que los hijos de vuestro señor están con vosotros y disponéis de carros, caballos, una ciudad amurallada y un arsenal de armas,
3 ved cuál es el mejor y más justo de los hijos de vuestro señor, ponedlo en el trono de su padre y luchad por la casa de vuestro señor.»
4 Pero ellos fueron presa del pánico, pues pensaron: «Los dos reyes no pudieron hacerle frente, ¿cómo podremos nosotros?»
5 El mayordomo de palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores enviaron a decir a Jehú: «Somos siervos tuyos; haremos cuanto nos digas; no proclamaremos rey a nadie; haz lo que te parezca bien.»
6 Les envió por segunda vez una carta, que decía: «Si estáis de mi lado y obedecéis mi voz, tomad a los jefes de los hombres de la casa de vuestro señor y venid a mí a Yizreel, mañana a esta hora.» (Los hijos del rey, setenta en número, estaban con los notables de la ciudad que los criaban.)
7 En cuanto les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta, pusieron sus cabezas en cestas y se las enviaron a Yizreel.
8 Llegó el mensajero e informó: «Han traído las cabezas de los hijos del rey.» Respondió: «Apiladlas en dos montones a la entrada de la puerta, hasta la mañana.»
9 Por la mañana salió, se paró allí y dijo a todo el pueblo: «Vosotros sois inocentes. Es cierto, yo he conspirado contra mi señor y lo he matado, pero ¿quién ha matado a todos éstos?
10 Sabed, pues, que nada de lo que Yahvé ha dicho sobre la casa de Ajab quedará sin cumplir, pues Yahvé ha hecho lo que dijo por boca de su siervo Elías.»
11 Y Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yizreel, a todos sus notables, familiares y sacerdotes, sin dejar uno solo con vida.
12
Matanza de los príncipes de Judá.
Jehú se puso en marcha hacia Samaría y, estando de camino en Betequed de los Pastores,
13 encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y preguntó: «¿Quiénes sois?» Ellos respondieron: «Somos los hermanos de Ocozías y hemos bajado a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre.»
14 Él ordenó: «Prendedlos vivos.» Los prendieron vivos y los degollaron junto a la cisterna de Betequed, cuarenta y dos hombres. No dejó uno solo con vida.
15
Jehú y Jonadab.
Marchó de allí y encontró a Jonadab, hijo de Recab, que salía a su encuentro. Le saludó y le dijo: «¿Estás de mi parte con la misma lealtad con la que yo estoy de tu parte?» Respondió Jonadab: «Sí, estoy.» «Si así es, (dijo Jehú), dame tu mano.» Le dio la mano y (Jehú) le hizo subir junto a él en su carro.
16 Le dijo: «Ven conmigo y verás mi celo por Yahvé». Y lo llevó en su carro.
17 Cuando llegó a Samaría mató a todos los supervivientes de Ajab en Samaría, hasta acabar con ellos, conforme a la palabra que Yahvé había dicho a Elías.
18
Matanza de los fieles de Baal y destrucción de su templo.
Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo: «Ajab dio algo de culto a Baal, Jehú le dará mucho.
19 Así que convocadme a todos los profetas de Baal y a todos sus sacerdotes. Que no falte ninguno, pues voy a hacer un gran sacrificio a Baal. Quien falte, no sobrevivirá.» Jehú obraba con astucia para hacer perecer a los fieles de Baal.
20 Jehú ordenó: «Convocad una asamblea sagrada en honor de Baal», y la convocaron.
21 Jehú envió mensajeros por todo Israel y vinieron todos los fieles de Baal; no quedó uno solo que no viniera. Entraron en el templo de Baal, que se llenó de un cabo al otro.
22 Dijo al encargado del vestuario: «Saca las vestiduras para todos los fieles de Baal.» Él las sacó.
23 Jehú y Jonadab, hijo de Recab, entraron entonces en el templo de Baal y él dijo a los fieles de Baal: «Buscad y aseguraros de que no hay aquí entre vosotros ningún fiel de Yahvé, sino sólo fieles de Baal.»
24 Se adelantaron para hacer los sacrificios y holocaustos.
Pero Jehú había apostado afuera ochenta de sus hombres, con la orden: «Por cada uno que escape de los hombres que pongo en vuestras manos, pagará con su vida uno de vosotros.»
25 Cuando Jehú terminó de ofrecer el holocausto, dijo a la guardias y oficiales: «Entrad y matadlos. Que no salga ni uno.» Los pasaron a filo de espada, dejándolos allí tirados. Luego avanzaron hasta el interior del templo de Baal.
26 Sacaron la estatua del templo de Baal y la quemaron.
27 Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal y lo convirtieron en letrinas hasta el día de hoy.
28
Reinado de Jehú en Israel (841-814).
Así erradicó Jehú a Baal de Israel.
29 Pero Jehú no se retractó de los pecados que Jeroboán, hijo de Nebat, hizo cometer a Israel, los becerros de oro de Betel y de Dan.
30 Yahvé dijo a Jehú: «Por haber actuado bien, haciendo lo recto a mis ojos, y por haber cumplido todo lo que yo tenía decidido respecto a la casa de Ajab, tus descendientes ocuparán el trono de Israel hasta la cuarta generación.»
31 Pero Jehú no guardó el sendero de la enseñanza de Yahvé, Dios de Israel, con todo su corazón. No se retractó de los pecados que Jeroboán hizo cometer a Israel.
32 En aquellos días Yahvé comenzó a reducir el territorio de Israel. Jazael los hostigaba a lo largo de todas las fronteras de Israel,
33 desde el Jordán al sol levante, todo el país de Galaad (de los gaditas y rubenitas, de Manasés, desde Aroer, sobre el torrente Arnón, hasta Galaad) y Basán.
34 El resto de los hechos de Jehú, todo cuanto hizo y todos sus éxitos militares, ¿no está escrito en el Libro de los Anales de los reyes de Israel?
35 Jehú reposó con sus antepasados y lo enterraron en Samaría. Joacaz, su hijo, reinó en su lugar.
36 Jehú reinó sobre Israel veintiocho años en Samaría.

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Introducción a II Reyes 

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Reyes  10,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_9:5; 1Re_15:29; 1Re_16:11; 2Re_11:1

NOTAS

10:1 (a) «Setenta» es una cifra consagrada para expresar la totalidad de la descendencia, Gén_46:27; Jue_8:30; Jue_9:2; Jue_12:14. Se trata de los hijos y nietos de Ajab, pero en primer lugar de los hijos de Jorán.

10:1 (b) «de la ciudad» griego luc.; «de Yizreel» hebr.; «hijos» griego luc., omitido por hebr.


II Reyes  10,6
NOTAS

10:6 El hebreo ro's significa a la vez «jefe» y «cabeza». El equívoco, quizá intencionado por parte de Jehú, lo resuelven en el sentido más brutal los destinatarios de la carta, 2Re_10:7, a quienes después hace responsables, 2Re_10:9.

II Reyes  10,9
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_21:21-24

II Reyes  10,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Cr_22:8

II Reyes  10,13
NOTAS

10:13 «hermanos» en el sentido amplio de «parientes». Acuden a visitar a los hijos de Jorán y a los de Jezabel. No es probable que, habiendo rebasado ya Samaría, no supieran nada de la matanza de 2Re_10:6-7. El episodio está sacado de su sitio.

II Reyes  10,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jer_35:1-11

NOTAS

10:15 Lit. «¿Es tu corazón tan recto como el mío para el tuyo?», con griego; hebr. intraducible. -Jonadab, hijo de Recab, era un yahvista fervoroso que había impuesto a su clan las normas de la vida del desierto, Jer_35:1-11. Es normal que haya apoyado a Jehú; pero este episodio, como el precedente, parece no hallarse en el lugar adecuado.

II Reyes  10,19
NOTAS

10:19 El texto añade: «a todos sus fieles», pero ver 2Re_10:20-21.

II Reyes  10,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_16:32

II Reyes  10,22
NOTAS

10:22 Cambiarse el vestido es una purificación previa a la participación en el culto, atestiguada entre los fenicios y los árabes; ver Gén_35:2.

II Reyes  10,25
NOTAS

10:25 Traducción conjetural de un texto corrompido; hebr.: «La guardia y los escuderos los pasaron a filo de espada y los arrojaron y llegaron hasta la ciudad del santuario de Baal».

II Reyes  10,27
NOTAS

10:27 «el altar» conj.; hebr. «estela».

II Reyes  10,29
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_12:28-29

NOTAS

10:29 Es el juicio del autor de los libros de los Reyes. La fuente que seguía en los relatos precedentes alababa sin reticencias, 2Re_10:30, el sincero y brutal yahvismo de Jehú. Pero, exterminando a los fieles de Baal, Jehú quería también probablemente suprimir los últimos valedores de la dinastía de Ajab.

II Reyes  10,33
NOTAS

10:33 Los israelitas pierden, pues, todas sus posesiones en Transjordania. El v. está recargado de glosas inspiradas en Deu_3:12 s.