II Crónicas  13 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 23 versitos |
1
2. ABÍAS Y LA FIDELIDAD AL SACERDOCIO LEGÍTIMO
La guerra entre Abías y Jeroboán.
El año dieciocho del rey Jeroboán comenzó a reinar Abías sobre Judá.
2 Reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Micaía, hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboán.
3 Abías partió al combate con un ejército de valientes guerreros: cuatrocientos mil hombres escogidos; Jeroboán se ordenó en batalla contra él con ochocientos mil guerreros escogidos y valerosos.
4
El discurso de Abías.
Abías se levantó en el monte Semaráin, que está en la montaña de Efraín, y dijo: «¡Oídme, Jeroboán y todo Israel!
5 ¿Acaso no sabéis que Yahvé, el Dios de Israel, dio el reino de Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal?
6 Pero Jeroboán, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor.
7 Se le unieron algunos hombres fatuos y malvados que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, pues Roboán era joven y débil de corazón y no podía resistirles.
8 ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahvé, que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una gran muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboán os puso por dioses.
9 ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahvé, los hijos de Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses.
10 Cuanto a nosotros, Yahvé es nuestro Dios y no le hemos abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahvé son los hijos de Aarón, igual que los levitas en su ministerio.
11 Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahvé, y tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues nosotros guardamos el ritual de Yahvé nuestro Dios, en tanto que vosotros le habéis abandonado.
12 He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahvé, el Dios de vuestros padres, porque nada conseguiréis.»
13
La batalla.
Entre tanto, Jeroboán había hecho dar un rodeo para poner una emboscada y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada a espaldas de éstos.
14 Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y por detrás.
15 Entonces clamaron a Yahvé y, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboán y a todo Israel delante de Abías y de Judá.
16 Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos.
17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron quinientos mil hombres escogidos de Israel.
18 Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los hijos de Judá por haberse apoyado en Yahvé, el Dios de sus padres.
19
Fin del reinado.
Abías persiguió a Jeroboán y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.
20 Jeroboán ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahvé le hirió y murió.
21 Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están escritos en el midrás del profeta Idó.
23 Abías reposó con sus antepasados y fue enterrado en la ciudad de David. Asá, su hijo, reinó en su lugar.
En su tiempo el país estuvo en paz durante diez años.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  13,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |1Re_15:1-2; 1Re_15:7

NOTAS

13:1 El mismo que Abiyán de 1Re_14:31; 1Re_15:1, 1Re_15:7-8.


II Crónicas  13,2
NOTAS

13:2 El griego y 1 R la llaman Maacá y la consideran hija de Absalón. Ver 2Cr_11:20.

II Crónicas  13,4
NOTAS

13:4 Esta composición del Cronista es un hermoso ejemplo de predicación levítica de su época, que se sirve de acontecimientos del pasado para dar una enseñanza. Por encima de los israelitas del tiempo de Abías, el Cronista se dirige a la gente de Samaría y le recuerda que Judá posee la única realeza, al único verdadero Dios, el único sacerdocio legítimo y el único culto conforme a la legislación del Pentateuco.

II Crónicas  13,5
NOTAS

13:5 Es decir, pacto irrompible, ver Lev_2:13.

II Crónicas  13,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_13:14+ [Deu_13:13]

II Crónicas  13,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_10:9

[2] 2Ma_7:19; Hch_5:39

II Crónicas  13,13
NOTAS

13:13 Se describe la batalla con reminiscencias de los relatos sobre la toma de Ay, Jos 8, y de Guibeá, Jc 20 (la emboscada) y de los relatos de guerra santa (clamor de guerra), toque de trompeta, atribución de la victoria a Dios, ver Jos 6.

II Crónicas  13,19
NOTAS

13:19 No hay por qué poner en duda esta conquista, pero no fue duradera. Es un episodio de los conflictos fronterizos que Judá tuvo con Israel, con alternativas de éxitos y reveses, 1Re_15:16-23; 2Cr_15:8; 2Cr_16:1-6; 2Cr_17:2.

II Crónicas  13,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |1Re_15:7-8

II Crónicas  13,22
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_12:15