I Reyes 20 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 43 versitos |
1
3. GUERRAS ARAMEAS
Sitio de Samaría.
Ben Hadad, rey de Aram, reunió todo su ejército. Le acompañaban treinta y dos reyes, con caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría y la atacó.
2 Envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel.
3 Le decía: «Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son míos. Tus mujeres y tus hijos mejores son míos.»
4 El rey de Israel respondió: «Como tú digas, rey mi señor; tuyo soy, yo y todo lo mío.»
5 Volvieron los mensajeros y dijeron: «Así habla Ben Hadad: Envié a decirte: “Dame tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos”.
6 Así que mañana a estas horas te enviaré mis siervos que registrarán tu casa y las casas de tus siervos, y echarán mano de cuanto sea precioso a tus ojos y se lo llevarán.»
7 El rey de Israel convocó a todos los ancianos del país, y les dijo: «Reconoced y ved cómo éste busca el mal, pues cuando me pidió mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, no se lo negué.»
8 Todos los ancianos y todo el pueblo dijeron: «No le hagas caso y no le consientas.»
9 Dijo a los enviados de Ben Hadad: «Decid a mi señor el rey: Haré todo lo que mandaste a tu siervo la primera vez, pero esto no puedo hacerlo.» Los mensajeros se fueron llevando la respuesta.
10 Entonces, Ben Hadad envió a decir: «Así me hagan los dioses y aún más si hay polvo suficiente en Samaría para los puñados que recogerán los hombres que me siguen.»
11 El rey de Israel respondió: «Replicad: No ha de cantar victoria quien ciñe la espada, sino quien la desciñe.»
12 Nada más escuchar esta respuesta en el momento en que estaban de bebidas él y los otros reyes en Sucot, ordenó a sus servidores: «Tomad posiciones.» Y tomaron posiciones frente a la ciudad.
13
Victoria israelita.
Un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y le dijo: «Así habla Yahvé: ¿Ves esa gran multitud? La entrego hoy en tus manos y sabrás que yo soy Yahvé.»
14 Ajab preguntó: «¿Por medio de quién?» Respondió: «Así dice Yahvé: Por medio de los ayudantes de los gobernadores provinciales.» Ajab preguntó: «¿Quién ha de entablar el combate?» Respondió: «Tú.»
15 Ajab pasó revista a los ayudantes de los gobernadores provinciales, doscientos treinta y dos, y seguidamente a todo el ejército (todos los israelitas), siete mil.
16 Hicieron una salida a mediodía, mientras Ben Hadad estaba en Sucot bebiendo hasta emborracharse con los treinta y dos reyes aliados.
17 Los ayudantes de los gobernadores provinciales salieron en cabeza. Ben Hadad envió (mensajeros), que le advirtieron: «Algunos hombres han salido de Samaría.»
18 Él respondió: «Si han salido en son de paz, prendedlos vivos, y si en son de guerra, vivos habéis de cogerlos.»
19 Habían salido, pues, de la ciudad los ayudantes de los gobernadores provinciales y los siguió luego la tropa.
20 Cada uno mató a un adversario. Aram se dio a la fuga e Israel los persiguió, pero Ben Hadad, rey de Aram, logró salvarse a caballo con algunos jinetes.
21 El rey de Israel salió, atacó a los caballos y carros e infligió a Aram una gran derrota.
22
Intermedio.
Entonces el profeta se acercó al rey de Israel y le dijo: «Anda, manténte fuerte, piensa y mira lo que has de hacer, porque a la vuelta del año el rey de Aram subirá para atacarte.»
23 Los servidores del rey de Aram le dijeron: «Su Dios es un Dios de las montañas; por eso han sido más fuertes que nosotros. Pero si los combatimos en la llanura, seremos más fuertes que ellos.
24 Has de actuar de esta manera: Destituye a los reyes de sus puestos y pon gobernadores en su lugar.
25 Recluta un ejército como el que perdiste, otros tantos caballos y carros. Los combatiremos en la llanura y seremos más fuertes que ellos.» Atendió su aviso y actuó de esta manera.
26
Victoria de Afec.
A la vuelta del año, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afec para luchar contra Israel.
27 Se revistó a los israelitas y, tras suministrarles provisiones, marcharon a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos; parecían un par de rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban la tierra.
28 El hombre de Dios se acercó al rey de Israel y dijo: «Así habla Yahvé: Por haber dicho los arameos: “Yahvé es un Dios de las montañas, no es Dios de las llanuras”, he entregado toda esta gran muchedumbre en tus manos y así sabréis que yo soy Yahvé.»
29 Estuvieron acampados frente a frente durante siete días y el séptimo trabaron batalla. Los israelitas derrotaron a los arameos, cien mil hombres de infantería en un solo día.
30 Los supervivientes huyeron a la ciudad de Afec, pero la muralla se desplomó sobre los veintisiete mil supervivientes.
Ben Hadad huyó y se refugió dentro de la ciudad, en una habitación interior.
31 Dijo a sus servidores: «Conozco que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos. Pongámonos sayales a la cintura y cuerdas a la cabeza y salgamos ante el rey de Israel. Tal vez nos perdone la vida.»
32 Se ciñeron sayales a la cintura y cuerdas a la cabeza y se presentaron al rey de Israel, diciendo: «Tu siervo Ben Hadad pide: “Perdóname la vida”.» Él respondió: «¿Está vivo todavía? ¡Es mi hermano!»
33 Los hombres adivinaron el sentido y le tomaron la palabra, diciendo: «Ben Hadad es hermano tuyo.» Él dijo: «Id a traerlo.» Ben Hadad salió hacia él, que lo subió a su carro.
34 Ben Hadad le dijo: «Devolveré las ciudades que mi padre tomó a tu padre; y podrás abrir bazares para ti en Damasco, como mi padre los puso en Samaría.» «Por mi parte, (dijo Ajab), con este pacto te dejaré partir.» Estableció un pacto con él y lo dejó partir.
35
Un profeta condena la conducta de Ajab.
Un hombre, discípulo de los profetas, dijo a su compañero por orden de Yahvé: «Hiéreme»; pero el hombre no quiso herirle.
36 Le dijo: «Por no haber atendido a la voz de Yahvé, en cuanto te apartes de mí, el león te herirá.» Partió de su lado y el león dio con él y lo mató.
37 Entonces encontró a otro hombre y le dijo: «Hiéreme.» El hombre le pegó un golpe y lo hirió.
38 El profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino, disfrazado con una banda sobre los ojos.
39 Cuando el rey pasaba, gritó al rey: «Tu siervo se introdujo en el centro de la batalla cuando uno se retiró y me entregó un hombre diciendo: “Custodia a este hombre; si llega a faltar, tu vida responderá por la suya, o pagarás un talento de plata.”
40 Tu siervo estaba ocupado de acá para allá y el hombre desapareció.» El rey de Israel le dijo: «Así será tu sentencia. Tú mismo la has pronunciado.»
41 Él quitó rápidamente la banda de los ojos y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.
42 Dijo al rey: «Así habla Yahvé: Por haber dejado partir al hombre entregado a mi anatema, tu vida pagará por su vida y tu ejército por su ejército.»
43 El rey de Israel se fue a su casa triste e irritado, y entró en Samaría.

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Introducción a I Reyes

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Reyes 20,1
NOTAS

20:1 (a) Ben Hadad II, rey del principado arameo de Damasco, sucesor de Ben Hadad I, 1Re_15:18+. En la edición representada por la versión griega, el cap. 20 seguía al cap. 21, formando con el cap. 22 un conjunto referido a las guerras arameas.

20:1 (b) Señores, vasallos de Ben Hadad, ver 1Re_20:24.


I Reyes 20,3
NOTAS

20:3 Se ha propuesto la conjetura «son tuyos» en lugar de «son míos».

I Reyes 20,4
NOTAS

20:4 Ajab se hace el vencido y ya desde ahora el vasallo. Al sitio habían precedido algunos reveses israelitas (el texto no hace más que una alusión, 1Re_20:34).

I Reyes 20,6
NOTAS

20:6 Según hebr.; «a los ojos de ellos» versiones.

I Reyes 20,7
NOTAS

20:7 «mi plata y mi oro, no se lo negué» hebr.; «a pesar de que no le he negado mi plata y mi oro», griego. -De seguir el texto griego y la posible conjetura señalada en 1Re_20:3, Ajab se aviene a entregar su tesoro, pero se niega a entregar su familia. Según el hebreo, Ajab consiente en entregarlo todo, pero rechaza el registro y el saqueo de la ciudad.

I Reyes 20,10
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rut_1:17+

I Reyes 20,14
NOTAS

20:14 Se consulta a Dios sobre el modo de entablar la batalla, 1Re_22:5 s; ver Jue_1:1 s; Jue_20:18; ver también Éxo_33:7+ y 1Sa_14:18.

I Reyes 20,21
NOTAS

20:21 Según hebr.; «se apoderó de» griego.

I Reyes 20,26
NOTAS

20:26 El equinoccio de primavera, ver 2Sa_11:1.

I Reyes 20,28
NOTAS

20:28 El profeta de 1Re_20:13 y 1Re_20:22. -«y así sabréis» hebr.; «y sabrás» griego.

I Reyes 20,29
NOTAS

20:29 Cifra fantástica, como la siguiente; se trata de historia popular.

I Reyes 20,31
NOTAS

20:31 Señales de duelo y penitencia. «Dijo a sus servidores: “Conozco...”» griego; «Sus servidores le dijeron: “Hemos oído...”» hebr.

I Reyes 20,32
NOTAS

20:32 Los reyes vasallos se llamaban «siervos» de su soberano, los reyes de igual poderío se trataban mutuamente de «hermanos». Ben Hadad ahora se confiesa vencido, pero Ajab rehúsa su homenaje, y los mensajeros oyendo esta apelación de «hermano», adivinan que la causa de su señor está ganada.

I Reyes 20,34
NOTAS

20:34 Por el sentido, es Ajab quien habla en esta última frase.

I Reyes 20,35
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Re_2:3+

I Reyes 20,36
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_13:20-25

NOTAS

20:36 Historia similar y del mismo estilo popular en 1Re_13:24 s; toda la desobediencia, aun por motivos loables, a la palabra de Dios o de un hombre de Dios, es castigada: concepción inferior, que no es la de los grandes profetas, pero que refleja la mentalidad de los antiguos grupos de inspirados.

I Reyes 20,37
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_12:1-12; 2Sa_14:1-20

NOTAS

20:37 Esta herida ayudará al profeta a hacerse pasar como combatiente, 1Re_20:39.

I Reyes 20,41
NOTAS

20:41 Quizá llevaban los profetas una señal distintiva en la frente: tatuaje, incisión o tonsura (ver 2Re_2:23).

I Reyes 20,42
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_6:17+