II Crónicas  11 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 23 versitos |
1
Reinado de Roboán.
Al llegar a Jerusalén, Roboán reunió a la casa de Judá y Benjamín, 180.000 jóvenes dispuestos para la guerra, con objeto de combatir contra Israel y devolver el reino a Roboán.
2 Pero la palabra de Yahvé se dirigió a Semaías, hombre de Dios, diciendo:
3 «Habla a Roboán, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que está en Judá y Benjamín, y diles:
4 Así habla Yahvé: “No subáis a combatir con vuestros hermanos; que cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía”.» Ellos escucharon la palabra de Yahvé y desistieron de marchar contra Jeroboán.
5 Roboán habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etán, Técoa,
7 Bet Sur, Socó, Adulán,
8 Gat, Maresá, Zif,
9 Adoráin, Laquis, Azecá,
10 Sorá, Ayalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.
11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.
13
Los sacerdotes y levitas partidarios de Roboán.
Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos sus territorios;
14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboán y sus hijos les habían prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahvé,
15 y Jeroboán nombró sus propios sacerdotes para los altos, los sátiros y los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahvé, el Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían puesto su corazón en buscar a Yahvé, el Dios de Israel;
17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboán, hijo de Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de Salomón.
18
La familia de Roboán.
Roboán tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David y de Abihail, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Ésta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zahán.
20 Después de ésta tomó a Maacá, hija de Absalón, la cual le dio a Abías, Atay, Zizá y Selomit.
21 Roboán amaba a Maacá, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboán puso a la cabeza a Abías, hijo de Maacá, como príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en abundancia y les buscó mujeres.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  11,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |1Re_12:21-24


II Crónicas  11,10
NOTAS

11:10 Esta lista de ciudades fuertes de Roboán no tiene paralelo en 1 R, pero procede de una buena fuente histórica. Esta actuación de Roboán pudo haber seguido a la campaña de Sesonc, 2Cr_12:9, que había demostrado lo vulnerable que era el territorio. Las fortalezas aquí enumeradas no jalonaban la frontera del reino, sino que se hallaban situadas en puntos estratégicos favorables. Estaban guarnecidas por cuerpos del ejército profesional, 2Cr_11:11-12.

II Crónicas  11,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_35:2

NOTAS

11:13 Según el Cronista, el cisma religioso de Jeroboán tuvo como consecuencia la emigración de los levitas y de los israelitas fieles hacia Jerusalén, el único santuario legítimo. Una emigración de esta clase se produjo efectivamente después de la caída de Samaría, dos siglos después.

II Crónicas  11,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_12:30; Lev_17:7+

II Crónicas  11,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_11:1-13

NOTAS

11:18 (a) Estas informaciones sobre la familia de Roboán son propias del Cronista, que nada había dicho de las numerosas mujeres de Salomón, pero que aquí reseña el harén de un rey infiel.

11:18 (b) «hija (de Yerimot)» griego; «hijo» hebr. -«y de Abihail» griego; «Abihail» hebr.

II Crónicas  11,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_15:2

II Crónicas  11,22
NOTAS

11:22 Roboán elije como sucesor al hijo de su esposa preferida, que no era su primera mujer, tal como David lo había hecho con Salomón.

II Crónicas  11,23
NOTAS

11:23 «les buscó mujeres» (wayyissa' lahem nasîm) conj.; «consultó a una multitud de mujeres» (wayyisal hamôn nasîm) hebr.