II Reyes  5 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
Curación de Naamán.
Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio Yahvé había concedido la victoria a Aram. Pero este hombre (siendo un gran militar) era leproso.
2 Unas bandas de arameos habían hecho una incursión y habían traído de la tierra de Israel una muchacha que pasó al servicio de la mujer de Naamán.
3 Ella dijo a su señora: «Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él le curaría de su lepra.»
4 (Naamán) fue y se lo comunicó a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho la muchacha que procede de la tierra de Israel.»
5 El rey de Aram dijo: «Anda y ve; yo enviaré una carta al rey de Israel.» Tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez vestidos nuevos
6 y llevó al rey de Israel la carta que decía: «Cuando te llegue esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán, para que lo cures de su lepra.»
7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo: «¿Soy yo Dios para repartir muerte y vida? Éste me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella contra mí.»
8 Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, envió a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»
9 Naamán llegó con sus caballos y carros y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo.
10 Éste envió un mensajero a decirle: «Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne te renacerá y quedarás limpio.»
11 Naamán se puso furioso y se marchó diciendo: «Yo me había dicho: ¡Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra!
12 El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? ¡Podía bañarme en ellos y quedar limpio!» Se dió la vuelta y se marchó furioso.
13 Sus servidores se le acercaron y le dijeron: «Padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: Lávate y quedarás limpio!»
14 Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó limpio.
15 Él y toda su comitiva volvieron ante el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él y exclamó: «Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo.»
16 Pero él replicó: «Vive Yahvé ante quien sirvo, que no he de aceptar nada». Le insistió que aceptara, pero él rehusó.
17 Naamán dijo: «Entonces, que al menos se entregue a tu siervo tierra, la carga de un par de mulos, porque tu siervo no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que a Yahvé.
18 Que Yahvé perdone a su siervo por esto: cuando mi señor entra en el templo de Rimón para postrarse allí en adoración, se apoya en mi brazo de manera que yo tengo que postrarme en el templo de Rimón. Así que, cuando me postro en el templo de Rimón, que Yahvé perdone a tu siervo por ello.»
19 Él le dijo: «Ve en paz.»
Cuando se había alejado de él a una cierta distancia,
20 Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, pensó para sí: «Mi amo ha dejado marchar a ese arameo, Naamán, sin aceptar lo que traía.¡Vive Yahvé que correré para conseguir algo de él!»
21 Guejazí se precipitó tras Naamán, que, al verlo correr tras él, se apeó del carro a su encuentro y le preguntó: «¿Está todo bien?»
22 Respondió: «Todo bien. Mi señor me envía a decirte: Dos jóvenes de los discípulos de los profetas acaban de llegar a mí desde la montaña de Efraín. Dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos mudas de ropa.»
23 Naamán dijo: «Acepta, por favor, dos talentos.» Le insistió, y envolvió los dos talentos de plata en dos bolsas, que entregó, junto con dos mudas de ropa, a dos de sus criados para que se los llevaran.
24 Cuando llegó al Ofel, (Guejazí) recogió todo lo que le entregaron y lo depositó en la casa. Luego despidió a los hombres y éstos se marcharon.
25 Él entró y se presentó a su señor. Eliseo le dijo: «¿De dónde vienes, Guejazí?» Él respondió: «Tu siervo no ha ido a ninguna parte.»
26 Le replicó: «¿No iba mi espíritu por el camino cuando un hombre se apeó de su carro a tu encuentro? ¿Es momento éste para recibir plata y adquirir ropas, olivares y viñas, rebaños de ovejas y bueyes, siervos y siervas?
27 La lepra de Naamán se pegará a ti y a tus descendientes para siempre.» (Guejazí) salió de su presencia con lepra de un blanco de nieve.

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Introducción a II Reyes 

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Reyes  5,1
NOTAS

5:1 (a) Yahvé, Dios universal, preside los destinos de Aram como los de Israel; la enseñanza de este cap. se identifica con la de 1 R 18.

5:1 (b) Esta «lepra», como la de Guejazí, 2Re_5:27, quizá no sea más que una enfermedad de la piel, distinta de la verdadera lepra, ya que no interrumpe las relaciones sociales. Ver Lv 13+.


II Reyes  5,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_30:2; 1Sa_2:6+

II Reyes  5,8
NOTAS

5:8 Seguimos el texto hebreo. El griego luc. designa a Eliseo por su nombre, omitiendo «hombre de Dios». Como las historietas recopiladas por los «hijos de los profetas» le llamaban «el hombre de Dios», ver 2Re_4:7, el título ha sido introducido en algunos pasajes.

II Reyes  5,10
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jua_9:7

II Reyes  5,11
NOTAS

5:11 Según griego; «el nombre de Yahvé, su Dios» hebr.

II Reyes  5,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Mat_3:13-15 p; Luc_4:27

II Reyes  5,15
NOTAS

5:15 Sólo Yahvé es verdaderamente Dios. Pero este Dios único mantiene relaciones especiales con el pueblo y la tierra de Israel, y por eso se llevará Naamán tierra de Samaría para erigir un altar a Yahvé en Damasco.

II Reyes  5,18
NOTAS

5:18 Rimón: otro nombre de Hadad, dios de la tempestad, divinidad principal de Damasco.

II Reyes  5,19
NOTAS

5:19 Eliseo excusa esta señal exterior de idolatría.

II Reyes  5,24
NOTAS

5:24 También había un Ofel en Jerusalén (ver Miq_4:8). En ambos casos es la altura fortificada en que se asentaba la residencia real. El término significa «protuberancia».

II Reyes  5,27
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_4:6; Núm_12:10