I Crónicas 2 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 55 versitos |
1
2. JUDÁ
Hijos de Israel.
Éstos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví y Judá, Isacar y Zabulón,
2 Dan, José y Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.
3
Descendientes de Judá.
Hijos de Judá: Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de Bat Súa la cananea. Er, primogénito de Judá, era malo a los ojos de Yahvé, que le quitó la vida.
4 Tamar, nuera de Judá, le dio a luz a Peres y Zéraj. En total, Judá tuvo cinco hijos.
5 Hijos de Peres: Jesrón y Jamul.
6 Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Calcol y Dardá. Cinco en total.
7 Hijos de Carmí: Acán, que perturbó a Israel por haber quebrantado el anatema.
8 Hijos de Etán: Azarías.
9
Orígenes de David.
Hijos que le nacieron a Jesrón: Yerajmeel, Ram y Quelubay.
10 Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Najsón, príncipe de los hijos de Judá.
11 Najsón engendró a Salmá, y Salmá engendró a Booz.
12 Booz engendró a Obed y Obed engendró a Jesé.
13 Jesé engendró a su primogénito Eliab; Abinadab, el segundo; Simá, el tercero;
14 Netanel, el cuarto; Raday, el quinto;
15 Osen, el sexto; David, el séptimo.
16 Hermanas suyas fueron Sarvia y Abigail. Hijos de Sarvia: Abisay, Joab y Asael, tres.
17 Abigail dio a luz a Amasá, el padre de Amasá fue Yéter el ismaelita.
18
Caleb.
Caleb, hijo de Jesrón, engendró a Yeriot, de su mujer Azubá. Éstos son sus hijos: Yéser, Sobab y Ardón.
19 Murió Azubá y Caleb tomó por mujer a Efratá, de la que tuvo a Jur.
20 Jur engendró a Urí, y Urí engendró a Besalel.
21 Después se unió Jesrón a la hija de Maquir, padre de Galaad. Tenía él sesenta años cuando la tomó por mujer; y le dio a luz a Segub.
22 Segub engendró a Yaír, que poseyó veintitrés ciudades en el país de Galaad.
23 Los guesuritas y los arameos les tomaron las aldeas de Yaír, Quenat y sus aduares: sesenta ciudades. Todo esto pertenece a los hijos de Maquir, padre de Galaad.
24 Después de morir Jesrón, Caleb se unió a Efratá, mujer de su padre Jesrón, la cual le dio a luz a Asjur, padre de Técoa.
25
Yerajmeel.
Los hijos de Yerajmeel, primogénito de Jesrón, fueron: Ram, el primogénito, y Buná, Oren, Osen y Ajías.
26 Yerajmeel tuvo otra mujer cuyo nombre era Atará, que fue madre de Onán.
27 Los hijos de Ram, primogénito de Yerajmeel, fueron: Maás, Yamín y Équer.
28 Y los hijos de Onán fueron Samay y Yadá; los hijos de Samay, Nadab y Abisur.
29 La mujer de Abisur se llamaba Abihail, que le dio a luz a Ajbán y Molid.
30 Los hijos de Nadab fueron Séled y Efraín; Séled murió sin hijos.
31 Hijo de Efraín fue Yisí; hijo de Yisí, Sesán; hijo de Sesán, Ajlay.
32 Hijos de Yadá, hermano de Samay, fueron Yéter y Jonatán; Yéter murió sin hijos.
33 Hijos de Jonatán: Pélet y Zazá.
Éstos fueron los descendientes de Yerajmeel.
34 Sesán no tuvo hijos, sino hijas; tenía Sesán un siervo egipcio que se llamaba Yarjá.
35 Y dio Sesán una hija suya a su siervo Yarjá por esposa, la cual le engendró a Atay,
36 Atay engendró a Natán, Natán engendró a Zabad,
37 Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed,
38 Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías,
39 Azarías engendró a Jeles, Jeles engendró a Elasá,
40 Elasá engendró a Sismay, Sismay engendró a Salún,
41 Salún engendró a Yecamías, Yecamías engendró a Elisamá.
42
Caleb.
Hijos de Caleb, hermano de Yerajmeel: Mesá, su primogénito, que fue padre de Zif; tuvo por hijo a Maresá, padre de Hebrón.
43 Hijos de Hebrón: Coré, Tapúaj, Requen y Sema.
44 Sema engendró a Rajan, padre de Yorqueán; Requen engendró a Samay.
45 Hijo de Samay fue Maón, y Maón fue padre de Bet-Sur.
46 Efá, concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazez; Jarán engendró a Gazez.
47 Hijos de Yoday: Reguen, Jotán, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf.
48 Maacá, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjaná.
49 Engendró también a Sáaf, padre de Madmaná, y a Sevá, padre de Macdená y padre de Guibeá.
Hija de Caleb fue Acsá.
50 Éstos fueron los hijos de Caleb.
Jur.
Hijos de Jur, primogénito de Efratá: Sobal, padre de Quiriat Yearín;
51 Salmá, padre de Belén; Járef, padre de Bet Gáder.
52 Sobal, padre de Quiriat Yearín, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la mitad de los manajatitas
53 y las familias de Quiriat Yearín; los yeteritas, los futeos, los sumateos y los misraítas. De ellos salieron los soraítas y los de Estaol.
54 Hijos de Salmá: Belén y los netofatitas, Atrot Bet Joab, la otra mitad de los manajatitas, los soraítas
55 y las familias de los sofritas que habitaban en Yabés, los tirateos, los simateos, los sucateos. Éstos son quenitas, descendientes de Jamat, padre de la casa de Recab.

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Introducción a I Crónicas

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Crónicas 2,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Gén_35:23-26


I Crónicas 2,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Gén_38:2-5

[2] |Gén_38:7

[3] |Gén_38:27-30

NOTAS

2:3 El Cronista comienza por Judá, la tribu de David, 1Cr_2:3-17. El resto del cap. recoge listas de orígenes diversos (dos genealogías de los calebitas), acerca de los grupos que se integraron a Judá. Probablemente se trata de adiciones.

I Crónicas 2,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Gén_46:12; |1Re_5:11 [1Re_4:31]

I Crónicas 2,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos 7

I Crónicas 2,9
NOTAS

2:9 Quelubay, como Quelub, 1Cr_4:11, debe ser identificado con Caleb, 1Cr_2:18, ver Jos_14:6+.

I Crónicas 2,10
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Núm_1:7; |Rut_4:19-22

I Crónicas 2,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_14:6+

[2] 1Cr_2:42 s; 1Cr_4:11 s

NOTAS

2:18 «de su mujer Azubá», según las versiones: «engendró a Azubá, mujer» hebr., pero ver 1Cr_2:19.

I Crónicas 2,23
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_32:41-42

NOTAS

2:23 «Todo esto pertenece a los hijos de Maquir» conj.

I Crónicas 2,24
NOTAS

2:24 «Caleb se unió a Efratá» griego: «en Caleb Efratá» hebr.

I Crónicas 2,25
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_27:10

I Crónicas 2,34
NOTAS

2:34 Tradición distinta de la de 1Cr_2:31.

I Crónicas 2,42
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_14:6+; 1Cr_2:18 s; 1Cr_4:11 s

NOTAS

2:42 (a) Otro registro genealógico de los descendientes de Caleb, ver 1Cr_2:18 s, correspondiente sin duda a una época distinta, cuando las relaciones de los clanes habían cambiado.

2:42 (b) «tuvo por hijo» conj.; «los hijos de (Maresá)» hebr.

I Crónicas 2,49
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_15:16-19

I Crónicas 2,50
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:19; 1Cr_4:1 s

NOTAS

2:50 Jur, «primogénito de Efratá» sólo una vez aparece mencionado como hijo de Caleb, 1Cr_2:20, pero ver 1Cr_2:24, 1Cr_2:42. En contraste con el grupo de este último, ver Jos_14:6+, parece que Jur representa un mero linaje de los de Judá, que se extendió desde Efratá Belén hacia el noroeste (Quiriat Yearín, Sorá, Estaol).

I Crónicas 2,53
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_13:2; Jue_18:2

I Crónicas 2,55
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_24:21+; 2Re_10:15