Josué 15 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 63 versitos |
1
La tribu de Judá.
La suerte que tocó a la tribu de los hijos de Judá, por clanes, cayó hacia la frontera de Edom, desde el desierto de Sin, hacia el mediodía, hasta Cades, en el extremo sur.
2 Su límite meridional partía del extremo del Mar de la Sal, desde la lengua que da hacia el sur;
3 luego se dirigía por el sur de la Subida de los Escorpiones, pasaba hacia Sin y subía por el sur de Cades Barnea; pasando por Jesrón, subía hacia Adar y volvía a Carcá;
4 pasaba por Asmón, iba hacia el torrente de Egipto y venía a salir al mar. Ésa será vuestra frontera por el sur.
5 Al oriente, el límite era el Mar de la Sal, hasta la desembocadura del Jordán. La frontera por el lado norte partía de la lengua de mar que hay en la desembocadura del Jordán.
6 El límite subía a Bet Joglá, pasaba al norte de Bet Arabá y subía hasta la Peña de Boján, hijo de Rubén.
7 El límite subía desde el Valle de Acor hasta Debir y volvía al norte hacia el círculo de piedras que hay enfrente de la subida de Adumín, que está al sur del Torrente. El límite pasaba hacia las aguas de En Semes y venía a salir a En Roguel.
8 Subía después por el Valle de Ben Hinón, por el sur, al Hombro del Jebuseo, es decir, a Jerusalén; subía el límite por el oeste a la cima del monte que hay frente al Valle de Hinón, al extremo norte del Valle de los Refaín.
9 El límite torcía de la cumbre del monte hacia la fuente de agua de Neftoaj y seguía hacia las ciudades del monte Efrón para torcer en dirección a Baalá, o sea, Quiriat Yearín.
10 De Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el monte Seír y, pasando por la vertiente norte del monte Yearín, o sea Quesalón, bajaba a Bet Semes, pasaba a Timná,
11 iba hacia el lado norte de Ecrón, doblaba hacia Sicarón, pasaba por el monte de Baalá y salía por Yabnel. La frontera terminaba en el mar.
12 El límite occidental era el mar Grande. Éste era el límite que rodeaba el territorio de los hijos de Judá, por clanes.
13
Los calebitas ocupan el territorio de Hebrón.
A Caleb, hijo de Jefoné, se le dio una parte entre los hijos de Judá, según la orden de Yahvé a Josué: Quiriat Arbá, la ciudad del padre de Anac, que es Hebrón.
14 Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac: Sesay, Ajimán y Talmay, descendientes de Anac.
15 De allí se dirigió hacia los habitantes de Debir, que antiguamente se llamaba Quiriat Séfer.
16 Entonces dijo Caleb: «Al que derrote a Quiriat Séfer y la tome, le daré mi hija Acsá por mujer.»
17 El que la tomó fue Otniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, y éste le dio su hija Acsá por mujer.
18 Cuando iba a casa de su marido, éste le incitó a que pidiera a su padre un campo; ella se apeó del asno y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»
19 Ella respondió: «Hazme un regalo; ya que me has dado el desierto de Negueb, dame fuentes de agua.» Y él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.
20 Ésta fue la heredad de la tribu de los hijos de Judá por clanes.
21
Nombres de las localidades de la tribu de Judá.
Ciudades fronterizas de la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom, en el Negueb:
Cabseel, Éder, Yagur,
22 Quiná, Dimón, Adadá,
23 Cades, Jasor Yitnán,
24 Zif, Telen, Bealot,
25 Jasor Jadatá, Queriyot Jesrón (que es Jasor),
26 Amán, Semá, Moladá,
27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet,
28 Jasar Sual, Berseba y sus filiales,
29 Baalá, Iyín, Esen,
30 Eltolad, Quesil, Jormá,
31 Sicelag, Madmaná, Sansaná,
32 Lebaot, Siljín, Ayin y Rimón. En total veintinueve ciudades con sus aldeas.
33 En la Tierra Baja:
Estaol, Sorá, Asná,
34 Zanoaj, En Ganín, Tapúaj, Enán,
35 Yarmut, Adulán, Socó, Azecá,
36 Saaráin, Aditáin, Hag Guederá, Guederotáin: catorce ciudades con sus aldeas.
37 Senán, Jadasá, Migdal Gad,
38 Dilán, Mispé, Yocteel,
39 Laquis, Boscat, Eglón,
40 Cabón, Lajmás, Quitlís,
41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: dieciséis ciudades con sus aldeas.
42 Libná, Éter, Asán,
43 Iftaj, Asná, Nesib,
44 Queilá, Aczib, Maresá: nueve ciudades con sus aldeas.
45 Ecrón con sus filiales y aldeas.
46 De Ecrón hasta el mar, todo lo que está al lado de Asdod con sus aldeas.
47 Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande.
48 En la montaña:
Samir, Yatir, Socó,
49 Daná, Quiriat Saná, que es Debir,
50 Anab, Estemoa, Anín,
51 Gosen, Jolón, Guiló: once ciudades y sus aldeas.
52 Arab, Dumá, Esan,
53 Yanún, Bet Tapúaj, Afec,
54 Jumtá, Quiriat Arbá, que es Hebrón, Sior: nueve ciudades y sus aldeas.
55 Maón, Carmelo, Zif, Yutá,
56 Yizreel, Yocdeán, Zanoaj,
57 Haccayin, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas.
58 Jaljul, Bet Sur, Guedor,
59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: seis ciudades con sus aldeas.
Técoa, Efratá, que es Belén, Peor, Etán, Culón, Tatán, Sores, Caren, Galín, Béter, Manaj: once ciudades con sus aldeas.
60 Quiriat Baal, que es Quiriat Yearín, y Rabá: dos ciudades con sus aldeas.
61 En el desierto:
Bet Arabá, Midín, Secacá,
62 Nibsán, la ciudad de la Sal y Engadí: seis ciudades con sus aldeas.
63 Pero los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén junto a los hijos de Judá hasta el día de hoy.

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Introducción a Josué

LOS LIBROS DE JOSUÉ, JUECES, RUT, SAMUEL Y REYES

Introducción
A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposición a los Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: estos libros, que nosotros llamamos históricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.

Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están también con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los libros de los Reyes.

Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes. Justificada históricamente en el Deuteronomio la doctrina de la elección de Israel, y definida la constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habría sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al Pentateuco).

Esta hipótesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro, hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la reforma de Josías, otra durante el Destierro. A propósito de cada libro se irán dando precisiones sobre estos diversos puntos.

Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de él una lección religiosa. Pero también nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la época heroica de la conquista, con la narración de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que ésta sea presentada como historia sagrada no disminuye su interés para el historiador y realza su valor para el creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido, reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.

El libro de Josué se divide en tres partes:
a) la conquista de la tierra prometida, 1-12;
b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21;
c) el fin de la jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y la asamblea de Siquén, 22-24.
Es cierto que este libro no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en Jos_10:1-6 , sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la época monárquica. El hecho de que los relatos de los caps. 2-9 sean originarios de Guilgal, santuario de Benjamín, no quiere decir que la figura de Josué, que es efrainita, sea en ellos secundaria, porque los componentes de Efraín y de Benjamín entraron juntos en Canaán antes de establecerse en sus territorios respectivos. Es innegable el aspecto etiológico de estos relatos, es decir, su afán por explicar hechos y situaciones que no dejan de ser observables, pero solamente afecta a las circunstancias o a las consecuencias de acontecimientos cuya historicidad no se debe rechazar, excepto, al parecer, el relato de la toma de Ay.

La segunda parte es una exposición geográfica de índole muy diferente. El cap. 13 localiza a las tribus de Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés, instaladas ya por Moisés en Transjordania, según Nm 32, ver Deu_3:12-17 . Los caps. 14-19, concernientes a las tribus del oeste del Jordán, combinan dos clases de documentos: una descripción de los límites de las tribus, de una precisión muy desigual, y que en el fondo se remonta a la época premonárquica, y listas de ciudades que han sido añadidas. La más detallada es la de las ciudades de Judá, 15, que, completada con una parte de las ciudades de Benjamín, Jos_18:25-28 , distribuye las ciudades en doce distritos; refleja una división administrativa del reino de Judá, probablemente en tiempos de Josafat. A modo de complementos, el cap. 20 enumera las ciudades de asilo, cuya lista no es anterior al reinado de Salomón; el cap. 21, sobre las ciudades levíticas, es una adición posterior al Destierro, pero que utiliza los recuerdos de la época monárquica.

En la tercera parte, el cap. 22, acerca del regreso de las tribus de Transjordania y la erección de un altar a orillas del Jordán, presenta las señales de redacciones deuteronomista y sacerdotal; tiene su origen en una tradición particular cuya fecha y sentido son dudosos. El cap. 24 conserva el antiguo y auténtico recuerdo de una asamblea en Siquén y de un pacto religioso que allí se estableció.

Además de algunos retoques de detalle, se pueden atribuir a la redacción deuteronomista los pasajes siguientes: 1 (en gran parte); Jos_8:30-35 ; Jos_10:16-43 ; Jos_11:10-20 ; 12; Jos_22:1-8 ; 23; la revisión de 24. La forma en que el cap. 24, retocado según el espíritu del Deuteronomio, se ha mantenido junto al cap. 23, que se inspira en él pero que es de otra mano, nos proporciona el indicio de dos ediciones sucesivas del libro.

Éste presenta la conquista de toda la Tierra Prometida como el resultado de una acción de conjunto de las tribus bajo la dirección de Josué. El relato de Jc 1 ofrece un cuadro diferente: en él vemos que cada tribu lucha por su territorio y es a menudo derrotada; es una tradición con origen en Judá, pero algunos componentes de esta tradición penetraron en la parte geográfica de Josué: Jos_13:1-6 ; Jos_14:6-15 ; Jos_15:13-19 ; Jos_17:12-18 . Esta imagen de una conquista desperdigada e incompleta está más cerca de la realidad histórica, que sólo de una manera conjetural es posible restituir. El establecimiento en el sur de Palestina se hizo desde Cadés y el Négueb y sobre todo por medio de grupos que sólo paulatinamente fueron integrados en Judá: los calebitas, quenizeos, etc., y los simeonitas. El establecimiento en Palestina central fue obra de los grupos que atravesaron el Jordán bajo la dirección de Josué y que comprendían a los elementos de las tribus de Efraín-Manasés y de Benjamín. El establecimiento en el Norte tuvo una historia particular: las tribus de Zabulón, Isacar, Aser y Neftalí pudieron hallarse ya establecidas desde una época indeterminada y no habrían bajado a Egipto. En Siquén se adhirieron a la fe yahvista que el grupo de Josué había traído y adquieren sus territorios definitivos luchando contra los cananeos que los habían subyugado o que les amenazaban. En estas diversas regiones, el establecimiento se realizó en parte mediante acciones de guerra y en parte mediante la infiltración pacífica y las alianzas con los anteriores ocupantes del país. Es preciso mantener como histórico el papel de Josué en el establecimiento en Palestina central, desde el paso del Jordán hasta la asamblea de Siquén. Tomando en consideración la fecha que se ha indicado para el Éxodo (Introducción a Pentateuco), se puede proponer la siguiente cronología: entrada de los grupos del Sur hacia el 1250, ocupación de la Palestina central por los grupos procedentes de allende el Jordán a partir de 1225, expansión de los grupos del Norte hacia el 1200 a. C.

De esta historia compleja, que sólo de un modo hipotético restituimos, el libro de Josué ofrece un cuadro idealizado y simplificado. El cuadro está idealizado: la epopeya de la salida de Egipto se prosigue con esta conquista en que Dios interviene milagrosamente en favor de su pueblo. Está simplificado: todos los episodios se han polarizado en torno a la gran figura de Josué, que dirige los combates de la casa de José, 1-12, y a quien se atribuye un reparto del territorio que no llevó él a cabo ni se realizó de una vez, 13-21. El libro concluye con la despedida y la muerte de Josué, 23; Jos_24:29-31 ; de este modo, él es, del principio al fin, su personaje principal. Los Padres han reconocido en él una prefiguración de Jesús: no sólo lleva el mismo nombre, Salvador, sino que el paso del Jordán, que, con él al frente, da entrada en la Tierra Prometida, es el tipo del bautismo en Jesús, que nos da acceso a Dios, y la conquista y el reparto del territorio son la imagen de las victorias y de la expansión de la Iglesia.

Esta tierra de Canaán es, con toda evidencia, en las limitadas perspectivas del AT, el verdadero tema del libro: el pueblo, que había encontrado a su Dios en el desierto, recibe ahora su tierra, y la recibe de su Dios. Porque quien ha combatido en favor de los israelitas, Jos_23:3-10 ; Jos_24:11-12 , y les ha dado en herencia el país que había prometido a los Padres, Jos_23:5 , Jos_23:14 , es Yahvé.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Josué 15,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_49:8-12; Deu_33:7

[2] Núm_34:3-5

NOTAS

15 Los límites sur, este y oeste de Judá son en realidad los del país de Canaán: el límite norte, que es el más detallado, representa la frontera de Judá en la época de David. Tiene en cuenta la situación particular de Jerusalén y la permanencia de los enclaves cananeos. Su prolongación hasta el mar es teórica.

15:1 «desde el desierto» griego; «el desierto» hebr. -«hacia el mediodía, hasta Cades» griego; «desde el extremo sur» hebr.


Josué 15,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_1:36+

Josué 15,8
NOTAS

15:8 El «Costado» o el «Hombro» del jebuseo, ver Jos_18:16, es la vertiente de la colina en que se asentaba la antigua Jerusalén, ver 2Sa_5:9+.

Josué 15,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jue_1:10-15; Jos_14:6+

NOTAS

15:13 Los vv. Jos_15:13-19 se repiten casi literalmente en Jue_1:10-15, donde, con todo, la toma de Hebrón y Debir se atribuye a Judá. Otniel, Jos_15:17, reaparecerá como uno de los «Jueces» de Israel, Jue_3:7-11.

Josué 15,18
NOTAS

15:18 «éste le incitó» conj., ver Jue_1:14; «ella le incitó» hebr.

Josué 15,21
NOTAS

15:21 El texto no se halla muy bien conservado. Se corrigen varios nombres de ciudades con la ayuda del griego o de otros textos bíblicos, y con el apoyo de los nombres modernos.

Josué 15,28
NOTAS

15:28 «y sus filiales» benôtêha conj.; bizyotyah hebr. ininteligible.

Josué 15,36
NOTAS

15:36 El último nombre constituye una dificultad y hay un total de quince ciudades. Se ha propuesto corregirlo según el griego para leer: «Hagguedará y sus cercados», pero la lista en su conjunto es bastante diferente en la versión griega. El hebr. podría explicarse por haberse agregado una ciudad (quizá Tapuaj), a menos que los dos últimos nombres hayan sido considerados como representación de una sola ciudad.

Josué 15,45
NOTAS

15:45 En realidad, Ecrón fue ciudad filistea probablemente hasta David, y desde Ajaz (736-716) hasta la época persa, ver Amó_1:8; Zac_9:5-7.

Josué 15,59
NOTAS

15:59 Desde «Técoa» hasta el fin del v., restablecido conforme al griego; omitido por hebr.

Josué 15,63
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Sa_5:6-9+; Jue_1:8; Jue_1:21