II Crónicas  29 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 36 versitos |
1
2. LA RESTAURACIÓN DE EZEQUÍAS
Introducción.
Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahvé, exactamente como David su padre.
3
Purificación del Templo.
En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas del templo de Yahvé y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,
5 y les dijo:
«¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad el templo de Yahvé, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la inmundicia.
6 Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos de Yahvé, nuestro Dios; lo han abandonado, han apartado sus rostros de la Morada de Yahvé, le han vuelto la espalda.
7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario al Dios de Israel.
8 Por eso, la ira de Yahvé ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y burla, como lo estáis viendo con vuestros ojos.
9 Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad.
10 Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahvé, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.
11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahvé os ha elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus ministros y para quemarle incienso.»
12 Levantáronse entonces los levitas: Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de Queat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jalelel, de los hijos de Merarí; Joaj, hijo de Zimá, y Eden, hijo de Joaj, de los hijos de los guersonitas;
13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Matanías, de los hijos de Asaf;
14 Yejiel y Semeí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uziel, de los hijos de Yedutún.
15 Éstos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a purificar el templo de Yahvé, conforme al mandato del rey, según las palabras de Yahvé.
16 Los sacerdotes entraron en el interior del templo de Yahvé para purificarlo, y sacaron al atrio del templo de Yahvé todas las impurezas que encontraron en el santuario de Yahvé. Los levitas, por su parte, las amontonaron para llevarlas fuera, al torrente Cedrón.
17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahvé; pasaron ocho días consagrando el templo de Yahvé, y el día dieciséis del mes primero habían acabado.
18
Sacrificio expiatorio.
Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado todo el templo de Yahvé, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios.
19 Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahvé.»
20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió al templo de Yahvé.
21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino, del santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahvé.
22 Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar.
23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos;
24 los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo Israel.
25 Luego estableció en el templo de Yahvé a los levitas con címbalos, salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahvé había venido ese mandamiento, por medio de sus profetas.
26 Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de David, y los sacerdotes con las trompetas,
27 mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahvé, al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel.
28 Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto.
29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se postraron.
30 Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabasen a Yahvé con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron.
31 Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis enteramente consagrados a Yahvé; acercaos y ofreced víctimas y sacrificios de alabanza en el templo de Yahvé.» Y la asamblea trajo sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos.
32 El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en holocausto a Yahvé.
33 Se consagraron también seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban más dispuestos que los sacerdotes para santificarse.
35 Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto del templo de Yahvé.
36 Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  29,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_18:1-3


II Crónicas  29,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_28:24

NOTAS

29:3 El Cronista expone en tres caps., 29-31, la reforma religiosa de Ezequías que 2 R narra en un solo v.(2Re_18:4), repetido en 2Cr_31:1. Esta reforma centralizadora tenía mucha importancia a sus ojos, y la describe inspirándose en la reforma de Josías.

II Crónicas  29,6
NOTAS

29:6 Lo que sigue es una confesión pública como en Dan_9:4-19; Bar 1:15—3:8. Ver también Lm 5 y Jer_3:22-25.

II Crónicas  29,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_2:3 [2Cr_2:4]

II Crónicas  29,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_26:32; Deu_28:25; Jer_25:18

II Crónicas  29,12
NOTAS

29:12 Esta lista de levitas agrupa a los levitas descendientes de Queat, Merarí y Guersón, y a los cantores descendientes de Asaf, Hemán y Yedutún. Esta unión de los cantores y los levitas refleja una situación postexílica, ver ya 1Cr_6:18-32 [1Cr_6:33-47].

II Crónicas  29,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Cr_15:16

NOTAS

29:16 Sobre la función de los sacerdotes en materia de purificación, ver Lv 13-16.

II Crónicas  29,24
NOTAS

29:24 Este ritual se inspira en Lv 4, ver 13-21. La purificación del Templo en la época macabaica parece haberse inspirado a su vez en este modelo, 1Ma_4:42-59.

II Crónicas  29,29
NOTAS

29:29 Después de la purificación del Templo y de la ceremonia de expiación, ya puede comenzar el culto, que queda inaugurado con una liturgia solemne.

II Crónicas  29,31
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_7:11+

II Crónicas  29,34
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_15:12

NOTAS

29:34 Este v. es favorable a los levitas y refleja cierta animosidad contra los sacerdotes. Con esta su participación en los sacrificios, los levitas rozan el dominio reservado a los sacerdotes. No debieron faltar problemas.