II Crónicas  28 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 27 versitos |
1
V. Las grandes reformas de Ezequías y de Josías
1. IMPIEDAD DE AJAZ, PADRE DE EZEQUÍAS
Características del reinado de Ajaz.
Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahvé, como David su padre.
2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas para los Baales.
3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinón e incluso arrojó a su hijo a la pira de fuego, según la costumbre abominable de las naciones que Yahvé había expulsado ante los israelitas.
4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altozanos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.
5
La invasión.
Yahvé su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó una gran derrota.
6 Pécaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a ciento veinte mil, todos ellos hombres valientes, porque habían abandonado a Yahvé, el Dios de sus padres.
7 Zicrí, uno de los valientes de Efraín, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricán, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.
8 Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos doscientos mil prisioneros: mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se llevaron a Samaría.
9
Los israelitas escuchan al profeta Oded.
Había allí un profeta de Yahvé, llamado Oded, que salió al encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí que Yahvé, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que ha subido hasta el cielo.
10 Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como siervos y siervas vuestros.¿Es que vosotros mismos no sois culpables contra Yahvé vuestro Dios?
11 Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahvé viene sobre vosotros.»
12 Entonces algunos hombres de los jefes de Efraín: Azarías, hijo de Juan; Berequías, hijo de Mesilemot; Ezequías, hijo de Salún, y Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra,
13 y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué, además de la culpa contra Yahvé que ya tenemos contra nosotros, habláis de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.»
14 Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea.
15 Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados, reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó, ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a Samaría.
16
Impiedad de Ajaz.
En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria para que le socorriesen.
17 Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a Judá, llevándose algunos prisioneros.
18 También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y del Negueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayalón, Guederot, Socó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guinzó con sus aldeas, y se establecieron allí.
19 Porque Yahvé humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahvé.
20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no le dominó.
21 Porque Ajaz despojó el templo de Yahvé, el palacio real y las casas de los jefes para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió.
22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía contra Yahvé.
23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les ayudan a ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y de la de todo Israel.
24 Ajaz juntó algunos de los objetos del templo de Dios e hizo añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahvé y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén.
25 Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahvé, el Dios de sus padres.
26 El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.
27 Ajaz reposó con sus antepasados y fue enterrado dentro de la Ciudad, en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel. Ezequías, su hijo, reinó en su lugar.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  28,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:2-4


II Crónicas  28,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_18:21+

NOTAS

28:3 Es la Gehenna, valle al sur de Jerusalén y lugar de culto de Mólec, ver Lev_18:21; 2Re_23:10; Jer_32:35.

II Crónicas  28,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Re 16; Isa 7-9

NOTAS

28:5 Este relato de la guerra siroefraimita se hace desde un punto de vista muy diferente al de otras fuentes de Judá, 2 R 16 e Is 7-8. El Cronista parece haber dispuesto de una fuente efrainita.

II Crónicas  28,9
NOTAS

28:9 Conviene observar que, a pesar de su animosidad contra el reino del Norte, el Cronista ha aceptado esta tradición, ausente de 2 R, sobre la intervención de un profeta de Samaría, representante fiel de Yahvé, que llama «hermanos» suyos a los de Judá y convence a los jefes de Israel para que dejen en libertad a los prisioneros. Una visión tan amplia es única en el libro y anuncia ya la parábola del buen samaritano.

II Crónicas  28,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_10:29-37

II Crónicas  28,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:7; Isa 7-8

NOTAS

28:16 Según la fuente del Cronista, Ajaz estaba amenazado no sólo por los arameos y los israelitas como en 2Re_16:7, sino también por los edomitas y los filisteos. Los Anales asirios testifican efectivamente una campaña de Teglatfalasar contra los filisteos. El precio de esta asistencia fue un fuerte tributo y la reducción al vasallaje. El Cronista interpreta estos hechos como castigo.

II Crónicas  28,20
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:8

NOTAS

28:20 Ni los textos asirios ni 2 R lo confirman. Al parecer, el Cronista traslada al reinado de Ajaz lo que había sucedido bajo Ezequías, 2 Cro 32.

II Crónicas  28,22
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:12-13; Isa_10:20

II Crónicas  28,24
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:17

II Crónicas  28,25
NOTAS

28:25 Desde 2Cr_28:22, el Cronista retoca 2 R destacando en él solamente el hecho que tiene una significación religiosa: el servilismo de Ajaz ante las divinidades extranjeras victoriosas.

II Crónicas  28,26
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_16:19-20