Josué 7 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 26 versitos |
1
Violación del anatema.
Pero los israelitas cometieron un delito en relación con el anatema. Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahvé se encendió contra los israelitas.
2
Derrota ante Ay, castigo del sacrilegio.
Josué envió de Jericó a Ay, que está (junto a Bet Avén) al oriente de Betel, unos hombres, diciéndoles: «Subid a explorar el país.» Los hombres subieron y exploraron Ay.
3 Volvieron donde Josué y le dijeron: «Que no suba toda la gente; para atacar a Ay basta con que suban dos o tres mil hombres. No molestes a toda la gente haciéndolos subir hasta allí, porque ellos son pocos.»
4 Subieron a Ay unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ay.
5 Los hombres de Ay les mataron como unos treinta y seis hombres y los persiguieron fuera de la puerta hasta Sebarín, y los derrotaron en la bajada. Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua.
6
Oración de Josué.
Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del arca de Yahvé hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.
7 Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahvé! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado del Jordán!
8 ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que Israel ha vuelto la espalda ante sus enemigos?
9 Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Qué harás tú entonces por tu gran nombre?»
10
Respuesta de Yahvé.
Yahvé respondió a Josué: «¡Levántate! ¿Por qué estás así rostro en tierra?
11 Israel ha pecado, y también ha violado la alianza que yo le había impuesto. Y hasta se han quedado con algo del anatema, lo han robado, lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios.
12 Los israelitas no podrán resistir ante sus enemigos; volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros.
13 Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana, porque así dice Yahvé, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti, Israel; no podrás resistir ante tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros.
14 Os presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu que Yahvé designe por la suerte se presentará por clanes, el clan que Yahvé designe se presentará por familias, y la familia que Yahvé designe se presentará hombre por hombre.
15 El designado por la suerte en lo del anatema será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber violado la alianza de Yahvé y cometido una infamia en Israel.»
16
Descubrimiento y castigo del culpable.
Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por tribus, y fue designada por la suerte la tribu de Judá.
17 Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado por la suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue designado por la suerte Zabdí.
18 Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y fue designado por la suerte Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.
19 Dijo entonces Josué a Acán: «Hijo mío, da gloria a Yahvé, Dios de Israel, y tribútale alabanza; declárame lo que has hecho, no me lo ocultes.
20 Acán respondió a Josué: «En verdad, yo soy el que ha pecado contra Yahvé, Dios de Israel; esto y esto es lo que he hecho:
21 Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo.»
22 Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo.
23 Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y a todos los israelitas, y fue depositado delante de Yahvé.
24 Entonces Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Acor. Todo Israel le acompañaba.
25 Josué dijo: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahvé te haga desgraciado en este día.» Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon).
26 Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así Yahvé se calmó del furor de su cólera. Por eso se llama aquel lugar Valle de Acor hasta el día de hoy.

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Introducción a Josué

LOS LIBROS DE JOSUÉ, JUECES, RUT, SAMUEL Y REYES

Introducción
A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en contraposición a los Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este apelativo se explica por una tradición que atribuía la composición de estos libros a profetas: a Josué, la del libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el carácter religioso que les es común: estos libros, que nosotros llamamos históricos, tienen como tema principal las relaciones de Israel con Yahvé, su fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas. En realidad, los profetas intervienen con frecuencia: Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (...) sin contar las figuras de menor relieve. Los libros de los Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio de los profetas escritores antes del Destierro.

Estos libros, así eslabonados con lo que inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están también con lo que les precede. Por su contenido, vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha buscado la continuación de los documentos o de las fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los libros de los Reyes.

Pero los esfuerzos realizados para descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces, Samuel y Reyes no han dado ningún resultado satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto a Josué, donde se distinguen corrientes que están más o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben admitir por su parte una redacción deuteronomista de Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre distinguibles. De ahí que se haya elaborado la hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el final de los libros de los Reyes. Justificada históricamente en el Deuteronomio la doctrina de la elección de Israel, y definida la constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con David; los de los Reyes describen la decadencia que se inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos, condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El Deuteronomio habría sido desprendido de este conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al Pentateuco).

Esta hipótesis parece justificada, pero ha de completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre tradiciones orales o documentos escritos, distintos por su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o grandes secciones en cada libro, conserven su individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro, hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la reforma de Josías, otra durante el Destierro. A propósito de cada libro se irán dando precisiones sobre estos diversos puntos.

Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado de su pueblo y deducen de él una lección religiosa. Pero también nos han conservado tradiciones o textos que se remontan hasta la época heroica de la conquista, con la narración de los hechos salientes de la historia de Israel. El hecho de que ésta sea presentada como historia sagrada no disminuye su interés para el historiador y realza su valor para el creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a encontrar la mano de Dios en todos los acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido, reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la comunidad de los creyentes.

El libro de Josué se divide en tres partes:
a) la conquista de la tierra prometida, 1-12;
b) el reparto del territorio entre las tribus, 13-21;
c) el fin de la jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y la asamblea de Siquén, 22-24.
Es cierto que este libro no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11, dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom, de las que se hace depender la conquista de todo el Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en Jos_10:1-6 , sirve de enlace entre estos elementos, que probablemente se hallaban reunidos desde los comienzos de la época monárquica. El hecho de que los relatos de los caps. 2-9 sean originarios de Guilgal, santuario de Benjamín, no quiere decir que la figura de Josué, que es efrainita, sea en ellos secundaria, porque los componentes de Efraín y de Benjamín entraron juntos en Canaán antes de establecerse en sus territorios respectivos. Es innegable el aspecto etiológico de estos relatos, es decir, su afán por explicar hechos y situaciones que no dejan de ser observables, pero solamente afecta a las circunstancias o a las consecuencias de acontecimientos cuya historicidad no se debe rechazar, excepto, al parecer, el relato de la toma de Ay.

La segunda parte es una exposición geográfica de índole muy diferente. El cap. 13 localiza a las tribus de Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés, instaladas ya por Moisés en Transjordania, según Nm 32, ver Deu_3:12-17 . Los caps. 14-19, concernientes a las tribus del oeste del Jordán, combinan dos clases de documentos: una descripción de los límites de las tribus, de una precisión muy desigual, y que en el fondo se remonta a la época premonárquica, y listas de ciudades que han sido añadidas. La más detallada es la de las ciudades de Judá, 15, que, completada con una parte de las ciudades de Benjamín, Jos_18:25-28 , distribuye las ciudades en doce distritos; refleja una división administrativa del reino de Judá, probablemente en tiempos de Josafat. A modo de complementos, el cap. 20 enumera las ciudades de asilo, cuya lista no es anterior al reinado de Salomón; el cap. 21, sobre las ciudades levíticas, es una adición posterior al Destierro, pero que utiliza los recuerdos de la época monárquica.

En la tercera parte, el cap. 22, acerca del regreso de las tribus de Transjordania y la erección de un altar a orillas del Jordán, presenta las señales de redacciones deuteronomista y sacerdotal; tiene su origen en una tradición particular cuya fecha y sentido son dudosos. El cap. 24 conserva el antiguo y auténtico recuerdo de una asamblea en Siquén y de un pacto religioso que allí se estableció.

Además de algunos retoques de detalle, se pueden atribuir a la redacción deuteronomista los pasajes siguientes: 1 (en gran parte); Jos_8:30-35 ; Jos_10:16-43 ; Jos_11:10-20 ; 12; Jos_22:1-8 ; 23; la revisión de 24. La forma en que el cap. 24, retocado según el espíritu del Deuteronomio, se ha mantenido junto al cap. 23, que se inspira en él pero que es de otra mano, nos proporciona el indicio de dos ediciones sucesivas del libro.

Éste presenta la conquista de toda la Tierra Prometida como el resultado de una acción de conjunto de las tribus bajo la dirección de Josué. El relato de Jc 1 ofrece un cuadro diferente: en él vemos que cada tribu lucha por su territorio y es a menudo derrotada; es una tradición con origen en Judá, pero algunos componentes de esta tradición penetraron en la parte geográfica de Josué: Jos_13:1-6 ; Jos_14:6-15 ; Jos_15:13-19 ; Jos_17:12-18 . Esta imagen de una conquista desperdigada e incompleta está más cerca de la realidad histórica, que sólo de una manera conjetural es posible restituir. El establecimiento en el sur de Palestina se hizo desde Cadés y el Négueb y sobre todo por medio de grupos que sólo paulatinamente fueron integrados en Judá: los calebitas, quenizeos, etc., y los simeonitas. El establecimiento en Palestina central fue obra de los grupos que atravesaron el Jordán bajo la dirección de Josué y que comprendían a los elementos de las tribus de Efraín-Manasés y de Benjamín. El establecimiento en el Norte tuvo una historia particular: las tribus de Zabulón, Isacar, Aser y Neftalí pudieron hallarse ya establecidas desde una época indeterminada y no habrían bajado a Egipto. En Siquén se adhirieron a la fe yahvista que el grupo de Josué había traído y adquieren sus territorios definitivos luchando contra los cananeos que los habían subyugado o que les amenazaban. En estas diversas regiones, el establecimiento se realizó en parte mediante acciones de guerra y en parte mediante la infiltración pacífica y las alianzas con los anteriores ocupantes del país. Es preciso mantener como histórico el papel de Josué en el establecimiento en Palestina central, desde el paso del Jordán hasta la asamblea de Siquén. Tomando en consideración la fecha que se ha indicado para el Éxodo (Introducción a Pentateuco), se puede proponer la siguiente cronología: entrada de los grupos del Sur hacia el 1250, ocupación de la Palestina central por los grupos procedentes de allende el Jordán a partir de 1225, expansión de los grupos del Norte hacia el 1200 a. C.

De esta historia compleja, que sólo de un modo hipotético restituimos, el libro de Josué ofrece un cuadro idealizado y simplificado. El cuadro está idealizado: la epopeya de la salida de Egipto se prosigue con esta conquista en que Dios interviene milagrosamente en favor de su pueblo. Está simplificado: todos los episodios se han polarizado en torno a la gran figura de Josué, que dirige los combates de la casa de José, 1-12, y a quien se atribuye un reparto del territorio que no llevó él a cabo ni se realizó de una vez, 13-21. El libro concluye con la despedida y la muerte de Josué, 23; Jos_24:29-31 ; de este modo, él es, del principio al fin, su personaje principal. Los Padres han reconocido en él una prefiguración de Jesús: no sólo lleva el mismo nombre, Salvador, sino que el paso del Jordán, que, con él al frente, da entrada en la Tierra Prometida, es el tipo del bautismo en Jesús, que nos da acceso a Dios, y la conquista y el reparto del territorio son la imagen de las victorias y de la expansión de la Iglesia.

Esta tierra de Canaán es, con toda evidencia, en las limitadas perspectivas del AT, el verdadero tema del libro: el pueblo, que había encontrado a su Dios en el desierto, recibe ahora su tierra, y la recibe de su Dios. Porque quien ha combatido en favor de los israelitas, Jos_23:3-10 ; Jos_24:11-12 , y les ha dado en herencia el país que había prometido a los Padres, Jos_23:5 , Jos_23:14 , es Yahvé.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Josué 7,1
NOTAS

7 Originariamente, el episodio de Acán era independiente de la toma de Jericó y de la toma de Ay: Acán es hombre de Judá, y el valle de Acor está en Judá, lejos de Ay y de Jericó. Es una tradición particular, probablemente de origen benjaminita, ya que es hostil a Judá.


Josué 7,2
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_2:1

NOTAS

7:2 Ay (nombre que significa «La Ruina») es hoy et-Tell (que, en árabe, tiene el mismo sentido). El lugar se hallaba en ruinas en la época de Josué, y es difícil conceder valor histórico a este relato. Es paralelo al relato de la toma de Guibeá, Jc 20, y pudo haber sido narrado en Betel, para contrapesar el recuerdo de la derrota de Benjamín en Guibeá con el relato de una acción gloriosa que se atribuía a la época de la conquista. -«que está junto a Bet Aven», glosa que introdujo en el texto el mote de «casa de vanidad», que se aplicaba a Betel, Ose_4:15, etc.; ver Amó_5:5.

Josué 7,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_20:20-21

Josué 7,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jue_20:26

Josué 7,6
NOTAS

7:6 Esta oración recuerda la de Moisés en circunstancias semejantes, Éxo_32:11; Núm_14:13-16; Deu_9:6, pero con diferencias importantes: especialmente la de que Yahvé ofrecía a Moisés darle otro pueblo y Moisés lo rechazaba e intercedía, mientras que aquí Josué es el que cede al desaliento y Yahvé quien lo reanima: ver 1Re_19:4; Jer_15:10, Jer_15:18; Jer_20:7, Jer_20:4-16.

Josué 7,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_32:11-14

Josué 7,12
NOTAS

7:12 La violación del anatema es un sacrilegio, Jos_6:17+, y toda la comunidad queda manchada, convertida en «anatema», por la presencia de los objetos robados. Para que aquélla quede liberada, es preciso que el anatema se ejecute sobre el mismo culpable.

Josué 7,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Sa_14:40-42

NOTAS

7:14 Compárese Saúl designado rey por la suerte, 1Sa_10:20-21, Jonatán señalado como culpable, 1Sa_14:40-42. Explícitamente en este último caso y probablemente en los otros, esta designación se hace por medio de las suertes sagradas con las que se consulta a Dios, ver 1Sa_2:28+. Ver también Jon_1:7.

Josué 7,17
NOTAS

7:17 «los clanes» griego; «el clan» hebr. -«por familias» mss hebr., sir., Vulg.; «hombre por hombre» hebr.

Josué 7,21
NOTAS

7:21 Región de la Alta Mesopotamia (hoy Yébel Sinyar); pero en la Biblia, este término designa ordinariamente a Babilonia, Gén_10:10; Gén_11:2; Dan_1:2. Éste es también aquí su sentido, ya que Babilonia tenía fama por su lujo.

Josué 7,25
NOTAS

7:25 Glosa que se refiere a la familia y a los bienes de Acán.

Josué 7,26
NOTAS

7:26 (a) Sepultura de un criminal, ver el rey de Ay, Jos_8:29, Absalón, 2Sa_18:17; trato análogo para los cinco reyes cananeos, Jos_10:27.

7:26 (b) Ver Isa_65:10; Ose_2:17 [Ose_2:15]. El nombre se explica aquí por medio de `akar, «traer la desgracia», Jos_7:25. El valle de Acor es la llanura que se extiende por encima del acantilado de Qumrán; pertenecía a Judá, pero estaba en los confines de Benjamín, ver 7+. Este nombre geográfico ha influido en la lectura del nombre de Acán: Acar en el griego de este cap. y en el hebr. de 1Cr_2:7.