Ezequiel  6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

Contra los montes de Israel
36,1-15

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre,
mira a los montes de Israel
y profetiza contra ellos.
3 ¡Montes de Israel,
escuchen la Palabra del Señor!
Esto dice el Señor
a los montes y a las colinas,
a las quebradas y a los valles:
¡Atención!, que yo mando
la espada contra ustedes
para destruir sus santuarios;
4 serán arrasados sus altares
y rotas sus imágenes sagradas;
haré que caigan sus muertos
delante de sus ídolos.
5 – Arrojaré
los cadáveres de los israelitas
delante de sus ídolos– .
Esparciré sus huesos
en torno a sus altares.
6 En todos los lugares
donde ustedes habiten
serán arruinadas las aldeas
y arrasadas las lomas;
hasta que queden arruinados
y arrasados sus altares,
rotos y destruidos sus ídolos,
arrancados sus altares
para quemar incienso
y borradas todas sus obras.
7 Los muertos yacerán entre ustedes,
y sabrán que yo soy el Señor.
8 Dejaré que algunos escapen
de la espada a otras naciones,
y cuando se dispersen
por sus territorios,
9 los que se salven
se acordarán de mí
en las naciones adonde los deporten;
les desgarraré el corazón adúltero,
que se apartó de mí y los ojos
que fornicaron con sus ídolos;
sentirán asco de sí mismos
por lo mal que se portaron,
por sus prácticas idolátricas.
10 Y sabrán que yo, el Señor,
no en vano los amenacé
con estos castigos.
11 Esto dice el Señor:
Golpea las palmas y bailotea, y grita:
¡Bien
por las graves prácticas idolátricas
de la casa de Israel!,
que a espada, de hambre
y de peste caerán.
12 El que está lejos morirá de peste,
el que está cerca caerá a espada
y el que aún quede vivo
de hambre morirá.
Agotaré mi cólera contra ellos.
13 Y sabrán que yo soy el Señor
cuando sus muertos estén tirados
junto a sus ídolos
en torno a sus altares,
en las altas colinas,
en la cima de los montes,
al pie de los árboles frondosos
y al pie de las copudas encinas,
santuarios
donde ofrecían a sus ídolos
oblaciones de aroma que aplaca.
14 Extenderé mi mano contra ellos
y haré del país un desierto desolado
– todos los poblados
desde el desierto hasta Ribla– .
Y sabrán que yo soy el Señor.

Patrocinio

 
 

Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Ezequiel  6,1-14Contra los montes de Israel. El tercer oráculo va dirigido contra los montes de Israel. Una costumbre usual entre los cananeos antiguos era realizar cultos de todo tipo en los lugares altos. Cuando Israel se estableció en Canaán cayó en la tentación de hacer lo mismo. Los profetas siempre advirtieron que eso era un peligro para la religión israelita; sin embargo, muchos siguieron practicando dichos cultos. Ezequiel, que conoce el comportamiento de sus paisanos, no deja pasar la oportunidad para hacer ver que estas prácticas han irritado tremendamente al Señor, por lo cual serán castigados. En la amenaza que encontramos aquí también se mencionan las tres plagas típicas: la peste, la espada y el hambre (12).