Judith 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Himno de Judit
Éx 15; Jue 5

Canten a mi Dios
al son de panderetas,
celebren al Señor con platillos;
con un cántico nuevo
invoquen y glorifiquen su Nombre.
2 El Señor es un Dios
que pone fin a la guerra;
desde su campamento
en medio del pueblo
me libró de las manos
de mis perseguidores.
3 De las montañas del norte
llegó Asur con miles de soldados.
Su muchedumbre
obstruyó los torrentes,
su caballería cubrió los valles.
4 Amenazó incendiar mi territorio,
matar a espada a mis muchachos,
estrellar a mis pequeñuelos,
entregar mis niños al pillaje
y mis doncellas para ser raptadas.
5 ¡El Señor omnipotente los frustró
por mano de una mujer!
6 No cayó su jefe ante soldados,
ni lo hirieron hijos de titanes,
ni gigantes corpulentos lo vencieron,
sino Judit, hija de Merarí,
lo paralizó con la belleza de su rostro:
7 se quitó su vestido de luto
para levantar a los afligidos de Israel,
se ungió el rostro con perfumes,
8 sujetó sus cabellos
con una diadema
y se vistió de lino para seducirlo.
9 Su sandalia cautivó sus ojos,
su hermosura esclavizó su alma,
la espada le cortó el cuello.
10 Los persas
se asustaron de su audacia,
los medos
se asombraron de su osadía.
11 Entonces mis humildes lanzaron
su alarido, y los atemorizaron;
gritaron mis débiles,
y los aterrorizaron;
levantaron la voz,
y ellos retrocedieron.
12 Hijos de esclavas los atravesaron,
los hirieron
como a hijos de prófugos;
perecieron en el combate
de mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios
un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
14 Que te sirva toda la creación,
porque lo mandaste y existió,
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
15 Sacudirán las olas
los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia
se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
16 Porque poco valen los sacrificios
de aroma agradable
y nada la grasa de los holocaustos,
pero el que teme al Señor
será siempre grande.
17 ¡Ay de los pueblos
que atacan a mi raza!
El Señor omnipotente se vengará
de ellos el día del juicio;
meterá en su carne fuego y gusanos
y llorarán de dolor eternamente.
18 Al llegar a Jerusalén adoraron a Dios, y cuando todos terminaron de purificarse, ofrecieron holocaustos, sacrificios voluntarios y ofrendas votivas.
19

Conclusión

Judit consagró al Señor todo el ajuar de la tienda de Holofernes, regalo del pueblo, y el cortinado que ella había quitado de la tienda.
20 Durante tres meses toda la gente estuvo en fiestas ante el templo de Jerusalén, y Judit se quedó con ellos.
21 Pasado ese tiempo, cada cual emprendió la marcha hacia su herencia. Judit volvió a Betulia y siguió administrando su casa. Fue muy célebre en su tiempo por todo el país.
22 Tuvo muchos pretendientes, pero no volvió a casarse desde que su marido, Manasés, murió y fue a reunirse con los suyos.
23 La fama de Judit fue en aumento. Vivió en casa de su marido hasta la edad de ciento cinco años. Dejó libre a su servidora y murió en Betulia, la enterraron en la sepultura de su marido, Manasés,
24 y los israelitas hicieron duelo siete días. Antes de morir, Judit repartió sus bienes entre los parientes de su marido, Manasés, y entre sus propios parientes.
25 En su tiempo, y después, durante muchos años, nadie volvió a molestar a los israelitas.

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 16,1-18Himno de Judit. El cántico final de Judit está inspirado en otros cánticos de liberación conocidos en el Antiguo Testamento. La muerte de Holofernes y la desbandada del ejército asirio son el motivo de este cántico de victoria que resalta el don de la vida ofrecido por Dios a su pueblo. Ahora bien, ¿no es una gran contradicción celebrar la vida sobre la sangre aún fresca de las víctimas, una realidad que se repite con frecuencia a lo largo del Antiguo Testamento? La cuestión está en que obviamente no es posible darle a este relato un valor literal. Hay que tener en mente el valor simbólico que el autor ha dado al argumento de su relato, lo mismo que el simbolismo que hay detrás de cada personaje y de cada una de sus palabras y acciones.
Como quedó dicho desde un principio, no hay que ponerse a la tarea de verificar la autenticidad histórica de los hechos y de los personajes porque no la hay; pero lo que sí es real e histórico, y que aún hoy se constata, es la soberbia y la prepotencia de gobernantes y naciones con pretensiones exactamente iguales a las de Nabucodonosor, encarnación misma de la opresión y del despotismo. En la Biblia este tipo de actitudes son abiertamente condenadas y rechazadas por Dios por ser la antítesis de su plan de libertad y de vida propuesto a la humanidad. Para la época del autor de Judit, el «pequeño pueblo judío» había visto caer imperios tan grandes y aparentemente invencibles como el egipcio, el asirio, el babilónico y, quizás, el persa que estaba ya agonizando en manos de los griegos. De modo que éste sería el argumento más contundente para que la fe bíblica se afianzara en la idea de que los grandes y prepotentes se hunden por sí mismos, pues siendo la antítesis de la vida, cada una de sus acciones, que son de muerte, son un aproximarse más y más a su propia destrucción. Así hay que leer, por ejemplo, las plagas de Egipto, especialmente la última, la muerte de los primogénitos (Éxo_12:29-42). Desafortunadamente, la Biblia no plantea las cosas así, y lo que encontramos es una serie de relatos donde ruedan las cabezas de los enemigos de Israel que resultan ser también enemigos de Dios, unas veces muertos a manos del mismo Dios y otras a través de los israelitas. Pero todo ello con la misma finalidad: demostrar que todo lo que se opone al proyecto de la vida termina pereciendo. De manera que los cánticos que celebran la vida sobre los cadáveres enemigos, vistos desde esta perspectiva, no son ningún extremo de sadismo, son más bien una forma de invitar a los enemigos de la vida a que se conviertan y a que se pongan al servicio de ella.


Judith 16,19-25Conclusión. En cuanto a la fama de Judit, perdura hasta nuestros días. Quizá menos que en otros tiempos, cuando la tomaban por figura histórica, cuando excitaba los deseos de imitación. Como figura literaria, Judit conserva hoy un buen puesto, y el autor escribe una especie de firma cifrada en esa nota sobre la fama de su criatura poética.