Salmos 91 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1 El que habita al amparo del Altísimo
y pernocta a la sombra del Todopoderoso,
2 diga al Señor: Tú eres mi refugio y mi alcázar,
mi Dios en quién confío.
3 Sólo Él te librará de la red
y te defenderá de la peste funesta;
4 te cubrirá con sus plumas,
y bajo sus alas te refugiarás;
su brazo será escudo y coraza.
5 No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la plaga que acecha a mediodía.
7 Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha,
a ti no te alcanzarán.
8 Basta con que abras tus ojos,
para ver la paga de los malvados,
9 porque hiciste del Señor tu refugio,
del Altísimo, tu morada.
10 No se te alcanzará la desgracia
ni la plaga se acercará tu tienda,
11 porque a sus ángeles ordenará
que te guarden en tus caminos.
12 Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra.
13 Caminarás entre leones y víboras,
pisotearás cachorros y dragones.
14 Porque me ama, lo libraré,
lo protegeré porque me reconoce.
15 Me llamará y le responderé,
estaré con él en la angustia,
lo defenderé y honraré.
16 Lo saciaré de larga vida
y le haré ver mi salvación.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 91,1-16Una voz anónima, acaso la de un liturgo, invita a quien ya vive en el Templo a que manifieste su confianza en Dios como refugio y alcázar (1s). El liturgo continúa hablando al orante. Lo primero que le dice es cómo actuará Dios (3s) y enumerándole los cuatro peligros que le acechan: espanto y flecha, peste y plaga (5s). Unos actúan de noche, otros a plena luz del mediodía. Curiosamente son cuatro, como cuatro son los nombres divinos del comienzo del salmo (1s). No sabemos quiénes caen a diestra y siniestra, si enemigos o flechas. Quizá sean enemigos, a quienes se les da la caída como paga (8). Nada de esto sucederá a quien confía en Dios: no ha de temer (5), porque el Dios en el que confía es refugio y morada (9); su brazo es escudo que empuña y coraza que cubre todo el cuerpo (4c). Existen otros seres hostiles (13), ante los que nuevamente nada ha de temer quien confía en Dios, porque ahora Dios despacha a sus «ángeles»; ellos protegerán al viandante (10-12). Concluye el salmo con una palabra divina. No sabemos si es pronunciada por Dios o por el liturgo (14-16): me conoce y me ama, pues yo lo protegeré. Mat_4:5s y Luc_4:9-11 citan los versículo 11s del salmo. Conviene orar con este salmo para ratificar y purificar nuestra confianza en Dios, precisamente cuando nos acechen los peligros.