Numeros  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 49 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
2 – Hagan un censo de los quehatitas, aparte de los demás levitas, por clanes y familias;
3 los comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para que hagan las tareas de la tienda del encuentro.
4 Los quehatitas atenderán a lo sagrado en la tienda del encuentro.
5 Cuando se ponga en marcha el campamento, Aarón y sus hijos entrarán, descolgarán la cortina y taparán con ella el arca de la alianza,
6 echarán encima una cubierta de piel fina, extenderán sobre ella un paño todo de púrpura violeta y meterán los travesaños.
7 Sobre la mesa de los panes presentados extenderán un paño violeta, pondrán encima las fuentes, bandejas, copas y jarras para la libación; encima estará el pan de la ofrenda continua.
8 Sobre ello extenderán un paño de púrpura escarlata y lo cubrirán con una funda de piel fina, y meterán los travesaños.
9 Tomarán un paño violeta y cubrirán el candelabro con sus lámparas, sus tenazas y ceniceros y las vasijas de aceite para alimentarlo.
10 Lo meterán con todos sus utensilios en una funda de piel fina y meterán los travesaños.
11 Sobre el altar de los sacrificios extenderán un paño violeta, lo cubrirán con una funda de piel fina y meterán los travesaños.
12 Tomarán todos los utensilios que se utilizan en el servicio del santuario, los meterán en un paño violeta, los cubrirán con una funda de piel fina y lo pondrán sobre los travesaños.
13 Quitarán la ceniza del altar, extenderán sobre él un paño de púrpura roja,
14 pondrán encima todos los enseres de su servicio, ceniceros, trinchantes, paletas y aspersorios, todos los utensilios del altar, extenderán sobre ellos una cubierta de piel fina y meterán los travesaños.
15 Al ponerse en marcha el campamento, Aarón y sus hijos terminarán de cubrir el santuario con todos sus enseres; después entrarán los quehatitas, para transportarlo, sin tocar las cosas santas, pues morirían. Éstos son los objetos de la tienda del encuentro que han de transportar los quehatitas.
16 Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, cuidará del aceite del candelabro, del incienso del sahumerio, de la ofrenda diaria, del aceite de la unción; cuidará además de todo el santuario y sus enseres, objetos y utensilios sagrados.
17 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
18 – No permitan que desaparezca de la tribu de Leví el clan de los quehatitas,
19 y para que no mueran, hagan lo siguiente: cuando tengan que acercarse a los objetos sagrados, Aarón y sus hijos entrarán y asignarán a cada uno su tarea y su carga.
20 Pero ellos no entrarán a mirar los objetos sagrados ni por un momento, pues morirían.
21 El Señor dijo a Moisés:
22 – Haz también un censo de los guersonitas, por clanes y familias.
23 Todos los comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para trabajar en la tienda del encuentro.
24 Ésta es la tarea y la carga de los guersonitas:
25 transportarán las lonas del santuario, la tienda del encuentro, su cubierta y el toldo de piel fina y la antepuerta de la tienda del encuentro;
26 las cortinas del atrio, la cortina de la puerta del atrio que rodea el santuario y el altar, las cuerdas y todos los utensilios de su servicio. Les prestarán todos los cuidados necesarios.
27 Los guersonitas prestarán sus servicios a las órdenes de Aarón y sus hijos, que les asignarán sus servicios de guardia y de transporte.
28 Éstas son las tareas de los guersonitas al servicio de la tienda del encuentro y su servicio de guardia a las órdenes de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
29 Haz también el censo de los meraritas por clanes y familias,
30 todos los comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para trabajar en la tienda del encuentro.
31 Esto es lo que han de guardar y transportar y su tarea en la tienda del encuentro: los tablones del santuario, los travesaños, columnas y bases;
32 las columnas del atrio circundante con sus bases, estacas y cuerdas, sus utensilios y su servicio. Les asignarás nominalmente los objetos que han de guardar y transportar.
33 Éstas son las tareas de los meraritas en la tienda del encuentro, a las órdenes de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
34 Moisés y Aarón, con los jefes de la asamblea, hicieron el censo de los quehatitas por clanes y familias;
35 todos los comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para trabajar en la tienda del encuentro.
36 Se contaron, por clanes, dos mil setecientos cincuenta.
37 Éste es el censo de los clanes quehatitas que trabajaban en la tienda del encuentro, realizado por Moisés y Aarón por encargo del Señor.
38 El censo de los guersonitas, por clanes y familias,
39 comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para trabajar en la tienda del encuentro,
40 arrojó un número, por clanes y familias, de dos mil seiscientos treinta.
41 Éste es el censo de los guersonitas que trabajaban en la tienda del encuentro, realizado por Moisés y Aarón por encargo del Señor.
42 El censo de los meraritas, por clanes y familias,
43 comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el servicio, para trabajar en la tienda del encuentro,
44 arrojó un número, por clanes, de tres mil doscientos.
45 Éste es el censo de los meraritas, realizado por Moisés y Aarón por encargo del Señor.
46 Los levitas contados en el censo que hizo Moisés con Aarón y los jefes israelitas, por clanes y familias,
47 comprendidos entre los treinta y los cincuenta años, aptos para el trabajo y el transporte de la tienda del encuentro,
48 sumaron ocho mil quinientos ochenta.
49 Moisés hizo el censo por encargo del Señor, asignando a cada uno su tarea y su carga. Así se hizo el censo, como se lo había mandado el Señor a Moisés.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  4,1-49Tribu de Leví. La tradición israelita tuvo siempre a los levitas como los servidores exclusivos del Santuario; pero como podemos ver en Éx 25-31, hay un momento en la historia de Israel cuando los llamados descendientes del sacerdote Sadoc se las ingenian para emparentar con Aarón. Intentan aparecer como los amos y señores del Templo de Jerusalén, los únicos que podían oficiar, tocar y lucir objetos sagrados, relegando a los levitas a labores inferiores. Los levitas, sus familias y tribus, eran prácticamente sirvientes de los sacerdotes; así lo consigna el documento sacerdotal (P) en estos dos capítulos.
El argumento teológico que hace de los levitas una porción del pueblo tomada especialmente por Dios está en relación con la propiedad absoluta de Dios. El signo de aceptación es el ofrecimiento que se hace a Dios de todo primogénito. El Señor es dueño de todo el pueblo; por ello, todos deberían dedicarse exclusivamente a su servicio, aunque basta con que haya una parte representativa del pueblo consagrada a Él. Esa parte es la tribu de Leví, una especie de rescate que paga todo el pueblo (cfr. 8,22).