Proverbios 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

Discurso de la Sabiduría

La Sabiduría proclama,
la inteligencia levanta la voz.
2 En lugares elevados junto al camino,
de pie en el cruce de las sendas,
3 junto a las puertas, a la entrada de la ciudad,
en los accesos a los portales grita:
4 A ustedes, hombres, los llamo,
a los seres humanos se dirige mi voz;
5 los inexpertos, aprendan prudencia;
los necios, aprendan a tener juicio.
6 Escuchen, que hablo sin rodeos,
abro los labios con sinceridad;
7 mi paladar repasa la verdad
y mis labios aborrecen el mal;
8 todas mis palabras son justas,
ninguna es falsa o perversa;
9 son claras para el que entiende
y rectas para el que comprende.
10 Reciban mi corrección y no plata,
un saber más precioso que el oro;
11 porque la prudencia vale más que las perlas
y con ninguna joya se le puede comparar.
12

Himno a la Sabiduría

Yo, Sabiduría, soy vecina de la Prudencia
y busco el trato de la Reflexión.
13 Honrar al Señor es odiar el mal.
Yo detesto el orgullo y la soberbia,
el mal camino y la mentira.
14 Son míos el consejo y la habilidad,
son míos la inteligencia y el poder.
15 Por mí reinan los reyes
y los príncipes dan decretos justos,
16 por mí gobiernan los gobernantes
y los nobles juzgan la tierra.
17 Yo amo a los que me aman,
los que madrugan por mí me encuentran.
18 Yo traigo riqueza y gloria,
fortuna sólida y justicia;
19 mi fruto es mejor que el oro puro,
mi renta vale más que la plata.
20 Camino por la vía de la justicia
y sigo las sendas del derecho,
21 para ofrecer riquezas a mis amigos
y llenar sus tesoros.
22 El Señor me creó como primera de sus tareas,
antes de sus obras;
23 desde antiguo, desde siempre fui formada,
desde el principio, antes del origen de la tierra;
24 no había océanos cuando fui engendrada,
no había manantiales ni ríos;
25 todavía no estaban encajados los montes,
antes de las montañas fui engendrada;
26 no había hecho la tierra y los campos
ni los primeros terrones del mundo.
27 Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano,
28 cuando sujetaba las nubes en la altura
y reprimía las fuentes abismales,
29 cuando imponía su límite al mar,
para que las aguas no traspasaran sus orillas;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
30 yo estaba junto a él, como confidente,
yo estaba disfrutando cada día,
jugando todo el tiempo en su presencia,
31 jugando con el mundo creado,
disfrutando con los hombres.
32 Por tanto, hijos, escúchenme:
dichosos los que siguen mis caminos.
33 Escuchen mi corrección y serán sensatos,
no la rechacen,
34 dichoso el hombre que me escucha,
velando en mi puerta cada día,
vigilando a la entrada de mi casa.
35 Porque el que me encuentra, encuentra la vida
y goza del favor del Señor.
36 Quien me pierde, se arruina a sí mismo;
los que me odian aman la muerte.

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Introducción a Proverbios

Sapienciales

Los libros sapienciales forman uno de los grupos de libros bíblicos con perfil propio, netamente distinto de la literatura profética, de los cuerpos legales y de las obras narrativas. Cinco libros forman esta pentápolis de claras fronteras, esta especie de «pentateuco» sapiencial: Proverbios, Job, Eclesiastés (Qohelet), Eclesiástico (Ben Sirá) y Sabiduría. Como el Pentateuco invoca como autor o patrono a Moisés, así tres de estos libros invocan a Salomón como autor.
Un cierto parentesco liga a Job con el Eclesiastés como testigos y actores de una patética controversia sobre el sentido de la vida; por otro lado caminan Proverbios y Eclesiástico, mientras que Sabiduría es un enclave tardío en territorio griego.
El cuerpo sapiencial tiene indudable afinidad con nuestros refranes populares, aforismos cultos y textos didácticos. El propósito de la tarea sapiencial no es la enseñanza intelectual, ni el proponer una especie de catecismo ético, ni indagar el puesto de la vida humana en el orden cósmico. Más bien sería como una «oferta de sensatez», que no una imposición, como guía para todo ser humano.




Proverbios

Forma del libro. Es la obra más típica del cuerpo sapiencial. Bajo el nombre genérico de «meshalim» -proverbios- acoge un conjunto de colecciones de enigmas, sentencias, aforismos, refranes, adagios e instrucciones de carácter ético y moralizante a través de los cuales se transmite una sabiduría popular acumulada durante siglos. Su presentación estimula el esfuerzo de comprensión del oyente o del lector: brevedad, carácter incisivo o enigmático y forma rítmica, al mismo tiempo que facilidad de retención en la memoria.
Las doctrinas o enseñanzas de esta antología tienen dos ejes principales, cada uno con dos polos opuestos: «sensato-necio» y «honrado-malvado». Los términos no son precisos: en el primero pueden entrar dotes naturales de inteligencia y perspicacia, conocimientos adquiridos o destreza en el obrar. Lo mismo podemos decir del segundo eje, que puede referirse a la integridad, la justicia o la inocencia. Estos dos ejes se cruzan, porque la sensatez tiene algo de ético, mientras que la maldad se considera insensata.

Época de composición y autoría del libro. Por su carácter anónimo y el tamaño minúsculo de sus unidades es imposible datar los proverbios. Su composición puede abarcar varios siglos. El prólogo y el epílogo serían obra del recopilador final y, por tanto, posteriores a las otras colecciones. Que Salomón diera impulso a esta corriente de proverbios puede ser realidad o pura leyenda. En realidad, el libro salta las fronteras y las épocas.

Mensaje de los Proverbios. La sensatez es una actividad artesana, atribuida al Dios creador y ofrecida al ser humano para que sea el artífice de su existencia, para que aprenda el sentido de la vida y dé sentido a su propia vida. Para ello, el joven inexperto necesita el apoyo de la experiencia ajena, plural y compartida, que cuaja en refranes, máximas y aforismos; algunos son propios de escuelas de maestros, otros, entregados a la libre circulación ciudadana. Dios está presente en este mundo sapiencial y ético de los Proverbios: posee la sabiduría y concede la sensatez al ser humano; con su aprobación y reprobación consolida el mundo ético.
De una «sabiduría a ras de tierra», el libro va ganando en altura hasta colocar en 8,22-31 a la Sabiduría personificada en la esfera celeste de sus orígenes. Aunque no es Dios ni una divinidad, procede de Dios y precede al mundo; posterior a Dios y anterior al universo, inferior a Dios y superior al mundo. El poeta la presenta como personaje que nace, aprende, actúa.
No se sigue que el poeta se refiera a un ser personal existente fuera del poema, pero con el correr del tiempo esa «sabiduría» tendrá un nombre, Jesucristo, «Sabiduría de Dios», como lo llama San Pablo ( 1Co_1:24 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Proverbios 8,1-11Discurso de la Sabiduría. Al estilo de un profeta que pregona su verdad en público, también la sabiduría sale a los cruces de los caminos y a las puertas de la ciudad para anunciar su mensaje; dice de sí misma que sus palabras son verdad y dignas de crédito, y que el que la adquiere puede contar con algo mejor que un valioso tesoro.


Proverbios 8,12-36Himno a la Sabiduría. La sabiduría se autopresenta bajo otra de sus facetas fundamentales: la sensatez. Subraya en su discurso sobre sí misma tres aspectos importantes: 1. Su dignidad, íntimamente relacionada con la sagacidad y la reflexión; éstas le otorgan el carácter de autoridad para aconsejar con acierto y así lograr que quienes ejercen poder y autoridad desempeñen el papel de gobernantes sabios y justos. 2. Su origen. Observamos la autoconciencia de ser una criatura como las demás en el universo, pero al tratarse de la primera creación «acompaña» al creador en su trabajo. Valorada como ser preexistente, la sabiduría se declara un don ofrecido al resto de las criaturas. 3. Es la alternativa que tiene que solucionar el ser humano desde la libertad: poseer la sabiduría, buscarla cada día, es caminar hacia una meta feliz; extraviarse, desentenderse de ella, es perderse y morir. De este modo se emparenta la corriente sapiencial con el ideal deuteronomista, que pone la felicidad y la vida en la fidelidad al Señor -en el cumplimiento de sus mandatos-, y la muerte en el descuido de dichos mandatos.