Efesios  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
1

Unidad del cuerpo

Yo, el prisionero por el Señor, los exhorto a vivir de acuerdo con la vocación que han recibido.
2 Sean humildes y amables, tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor,
3 esfuércense por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz.
4 Uno es el cuerpo, uno el Espíritu, como una es la esperanza a que han sido llamados,
5 un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo,
6 uno es Dios, Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos.
7 Cada uno de nosotros recibió su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.
8 Por eso se dice: Subiendo a lo alto llevaba cautivos y repartió dones a los hombres.
9 – Lo de subió, ¿qué significa sino que antes había bajado a lo profundo de la tierra?– .
10 El que bajó es el que subió por encima de los cielos para llenar el universo.
11 Él nombró a unos apóstoles, a otros profetas, evangelistas, pastores y maestros.
12 Así preparó a los suyos para los trabajos del ministerio, para construir el cuerpo de Cristo;
13 hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez de la plenitud de Cristo.
14 Así no seremos niños, juguete de las olas, arrastrados por el viento de cualquier doctrina, por el engaño de la astucia humana y por los trucos del error.
15 Por el contrario, viviendo en la verdad y el amor, crezcamos hasta alcanzar del todo al que es la cabeza, a Cristo.
16 Gracias a él, el cuerpo entero, recibe unidad y cohesión gracias a los ligamentos que lo vivifican y por la acción propia de cada miembro; así el cuerpo va creciendo y construyéndose en el amor.
17

Conducta cristiana

En nombre del Señor les digo y recomiendo que no procedan como los paganos: con sus inútiles pensamientos,
18 con la razón oscurecida, alejados de la vida de Dios, por su ignorancia y dureza de corazón.
19 Porque, endurecidos, se han entregado al desenfreno y practican sin medida toda clase de indecencias.
20 Pero no es eso lo que ustedes han aprendido de Cristo;
21 si es que de veras oyeron hablar de él y de él aprendieron en qué consiste la verdad.
22 Despójense de la conducta pasada, del hombre viejo que se corrompe con sus malos deseos;
23 renuévense en su espíritu y en su mente;
24 y revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios con justicia y santidad auténticas.
25 Por lo tanto, eliminen la mentira, y díganse la verdad unos a otros, ya que todos somos miembros del mismo cuerpo.
26 Si se enojan, no pequen. Que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo,
27 dando así ocasión al demonio.
28 El que robaba no robe más, y póngase a trabajar honestamente con sus [propias] manos para ganar algo y poder socorrer al que tiene necesidad.
29 No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras buenas que ayuden a crecer a quien lo necesite y agraden a quien las escucha.
30 No entristezcan al Espíritu de Dios, que los marcó con un sello para el día del rescate.
31 Eviten toda amargura, pasión, enojo, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad.
32 Sean amables y compasivos unos con otros. Perdónense unos a otros, como Dios los ha perdonado en Cristo.

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Introducción a Efesios 

EFESIOS

Éfeso y Pablo. Desde tiempos antiguos, Éfeso fue una ciudad importante por su situación geográfica. En tiempos de Pablo era la capital de la provincia romana de Asia. Entre sus muchos edificios suntuosos descollaba el templo de Artemisa, diosa asiática de la fecundidad (cfr. Hch 19). Como ciudad romana del Mediterráneo oriental, formaba terna con Antioquía y Alejandría.
Cuando Pablo visitó Éfeso ( Hch_19:1 ) encontró allí algunos cristianos no muy bien formados. Les instruyó y constituyó con ellos una floreciente comunidad de paganos convertidos, base de operaciones para la expansión misionera. El Apóstol residió allí tres años entre éxitos y dificultades.

¿Carta de Pablo a los efesios? Los «tres» datos son discutidos por una crítica competente. En primer lugar, se duda de que se trate efectivamente de una carta. Suena más bien a tratado o a exposición homilética vertida en el molde epistolar como recurso literario. Habría que catalogarla en el género de celebración o panegírico. Faltan en el texto, por ejemplo, el tono personal y las referencias a una situación concreta propias de una carta.
En segundo lugar, se duda de que la carta haya salido de la pluma de Pablo. El autor parece no conocer personalmente a los destinatarios ( Hch_1:15 ; Hch_3:2 ), situación extraña si se tiene en cuenta que el Apóstol vivió tres años en dicha comunidad. El estilo, por otra parte, es notablemente inferior al de las cartas auténticamente paulinas. También es diversa o más evolucionada su doctrina; por ejemplo, a muchas Iglesias locales sucede una Iglesia única y universal, tras la superación de la controversia entre judíos y paganos.
Finalmente, está también en discusión que los destinatarios sean los efesios. El nombre de la ciudad falta en algunos códices importantes. ¿Fue borrada del texto original para dejar un espacio en blanco disponible para otras localidades? Dado el carácter del escrito y teniendo en cuenta la noticia de Col_4:16 , algunos biblistas piensan que la carta estaba dirigida en un principio a Laodicea. Otros, por el contrario, que era un texto circular dirigido a una amplia audiencia de Iglesias de Asia.

Autor, destinatarios y fecha de composición de la carta. Todo lo dicho anteriormente hace pensar que el autor es un discípulo de Pablo que escribe después de la muerte del Apóstol a paganos convertidos de la segunda generación, entre los años 70-90. Si atribuye su escrito a Pablo es para dar autoridad a sus reflexiones y, apoyado en las enseñanzas de su maestro que va desarrollando, iluminar la vida de las Iglesias en las nuevas circunstancias por las que atravesaban, veinte o treinta años después de que fueran fundadas por el Apóstol.

Contenido de la carta. El contexto en que viven las comunidades de esta segunda generación ha cambiado notablemente. Después de la destrucción de Jerusalén (año 70), las tensiones entre los cristianos procedentes del judaísmo y los convertidos del paganismo han ido paulatinamente desapareciendo. Ahora, los judeo-cristianos son una pequeña minoría dentro de una comunidad de creyentes que se ha desplazado y esparcido definitivamente más allá de las fronteras de Palestina. Esta situación hacía urgente una reflexión sobre el misterio de una Iglesia que, consciente ya de su universalidad, necesitaba ahondar en el vínculo de comunión que la mantenía unida y plural al mismo tiempo. Pero, sobre todo, profundizar en el alcance de su misión universal.
La Carta a los Efesios comienza donde termina la Carta a los Colosenses. Ambas se complementan. Si aquella habla de Cristo, ésta habla de la Iglesia. Dios tenía un plan escondido por siglos, revelado y ejecutado en y por Jesucristo. Ahora, este plan se despliega en y por la Iglesia. Si Colosenses resalta la dimensión cósmica de la mediación salvadora de Cristo, Efesios coloca la misión de la Iglesia en el centro mismo del universo, como sacramento de salvación de ese cosmos que Cristo llena con su poder vivificador.
Es así como el autor nos presenta a la Iglesia: universal; pueblo de Dios y esposa del Mesías; nueva creación de una humanidad unificada; edificio compacto y cuerpo en crecimiento que se llena de la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas ( Col_1:22 s), Cristo, su cabeza. Más que por la suma de Iglesias locales, o por la coexistencia de judíos penitentes y paganos convertidos, la unidad se realiza derribando muros, aboliendo divisiones, infundiendo un Espíritu único. No en vano la Carta a los Efesios ha sido llamada la «carta magna de la unidad».

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Efesios  4,1-16Unidad del cuerpo. Pablo comienza la parte exhortativa de la carta hablando con la autoridad que le dan sus sufrimientos y su prisión por Cristo. Si Dios ha reunido a todos los hombres y mujeres en un único plan de salvación, en lo más íntimo de la vocación cristiana está el compromiso por la unidad. Ésta se expresa en comportamientos concretos y prácticos de humildad, modestia, paciencia, aguante mutuo, es decir, virtudes que favorecen el amor.
Pablo explica esta unidad con una bella fórmula (4-6) que tiene sabor litúrgico y que hay que compararla con la confesión cotidiana de Israel: «El Señor, nuestro Dios, es solamente uno» (Deu_6:4). En ella estarían expresadas las siete -número que indica plenitud- «caras» de la unidad de la comunidad cristiana: un cuerpo, unidad visible; un Espíritu, la unidad en su fuente íntima; una esperanza, la unidad como destino futuro de todos; un solo Señor, la unidad de obediencia al único dueño de la comunidad; una sola fe, unidad en el seguimiento de la única tradición apostólica, portadora de la «memoria de Jesús»; un solo bautismo, la unidad en cuanto incorporación a un único Cristo. Y en el vértice, un Dios Padre que nos une a todos en una familia de hijos e hijas suyos.
De la unidad brota la pluralidad y ésta se organiza en una armonía de crecimiento orgánico. Brota de Cristo glorificado que reparte sus dones como hace un vencedor espléndido. Pablo ha hablado ya ampliamente de «dones», especialmente en su primera carta a los Corintios (cfr. 1Co_12:1-31; Rom_12:3-8) para expresar la pluralidad carismática de sus comunidades de las que todos y cada uno de los cristianos eran miembros vivos y activos. Eran dones de lenguas, de milagros, de curaciones, de sabiduría, etc. Ahora, sin embargo, el Apóstol habla de «ciertos dones» a los que se refiere mencionando no los dones en sí, sino a los agraciados por los mismos: «apóstoles... profetas, evangelistas, pastores y maestros» (11), como si las personas mismas fueran esos dones permanentes dados a la comunidad «para construir el cuerpo de Cristo» (12). Estas personas son los «líderes» de la comunidad. A diferencia de los dones «temporales» de que trata en la carta a los corintios, ahora habla de dones «permanentes» y «esenciales». Una comunidad cristiana, por ejemplo, puede sobrevivir sin el «don de lenguas», pero no puede existir sin el sacramento del ministerio ordenado, es decir: obispos, presbíteros y diáconos que desempeñan hoy las funciones de apóstoles y profetas del tiempo del Apóstol.
Pablo quiere decirnos cosas importantes. Primera: que la comunidad no se da a sí misma sus propios líderes o que estos se auto-eligen, sino que se los da el Señor. Segunda: que ser obispos y presbíteros no son cargos de privilegio que les separan del resto de los cristianos, sino ministerios de servicio permanente a la comunidad. No son los dueños de la comunidad, sino servidores de la unidad del cuerpo de Cristo, y por eso deben actuar siempre en referencia permanente a la Cabeza, como sus representantes, como sacramento de la presencia del único Señor de la Iglesia, Cristo.


Efesios  4,17-32Conducta cristiana. Lo primero que Pablo pide de sus comunidades es un corte radical con su pasado pagano. Los calificativos son duros y tajantes: oscuridad, ignorancia, dureza, impureza, engaño. De nuevo hay que decir que el Apóstol no condena el paganismo en general. Está hablando a pequeñas comunidades cristianas esparcidas en las grandes ciudades del imperio y expuestas, por tanto, a la enorme presión de la influencia ambiental. Para sobrevivir en medio de tal ambiente tenían que expresar en términos radicales tanto el estilo de vida alternativa de seguimiento de Cristo que habían escogido, como la denuncia de la sociedad pagana en que vivían. El Apóstol usaría hoy el mismo lenguaje de denuncia, no necesariamente contra el paganismo, sino contra la corrupción de muchos de nuestros países tradicionalmente cristianos.
La vida alternativa del creyente, como una «nueva» humanidad frente a la «vieja», la expresa Pablo con la imagen de desnudarse y revestirse (cfr. Gál_3:27). La humanidad vieja se deja llevar por la concupiscencia y acaba en la corrupción. La nueva es creación «a imagen de Dios» (cfr. Gén_1:27; Sir_17:3; Sab_2:23). Es una vida de imitación de Dios y de Cristo: Sean santos «porque yo soy Santo» (Lev_11:44s). Jesús propone como ejemplo al Padre: «Amen a sus enemigos... así serán hijos de su Padre del cielo» (Mat_5:44s). Para el apóstol Pedro, los cristianos han sido «elegidos... y consagrados por el Espíritu, para obedecer a Jesucristo» (1Pe_1:2). Esta nueva vida del cristiano la ve expresada el Apóstol en comportamientos concretos (25-32) de honestidad, dedicación al trabajo, veracidad, amabilidad y respeto al prójimo, compasión y perdón. Éste es el retrato del cristiano: una persona que vive y se desvive por los demás, creador de la comunidad alternativa que Cristo nos trajo con su muerte y resurrección.