Jueces 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1 Sansón fue a Gaza, vio allí una prostituta y entró en su casa.
2 Corrió la voz entre los de Gaza:
–¡Ha venido Sansón!
Entonces lo cercaron y se quedaron vigilando junto a la puerta de la ciudad. Toda la noche estuvieron tranquilos, diciéndose:
– Al amanecer lo matamos.
3 Sansón estuvo acostado hasta medianoche; a medianoche se levantó, agarró las hojas de la puerta de la ciudad y el marco que la sostenía, los arrancó con cerrojos y todo, se los cargó a la espalda y los subió a la cima del monte, frente a Hebrón.
4 Más tarde se enamoró Sansón de una mujer de Valle Sorec, llamada Dalila.
5 Los príncipes filisteos fueron a visitarla y le dijeron:
– Sedúcelo y averigua de dónde le viene su gran fuerza y qué podríamos hacer para sujetarlo y domarlo. Te daremos cada uno mil cien monedas de plata.
6 Dalila le dijo a Sansón:
– Anda, dime el secreto de tu gran fuerza y cómo se te podría sujetar y domar.
7 Sansón le respondió:
– Si me atan con siete cuerdas humedecidas, sin dejarlas secar, perderé la fuerza y seré como uno cualquiera.
8 Los príncipes filisteos le llevaron a Dalila siete cuerdas humedecidas, sin dejarlas secar, y lo ató con ellas.
9 Y como ya antes había escondido a unos hombres en su habitación, ella gritó:
–¡Sansón, te atacan los filisteos!
El rompió las cuerdas como se rompe un cordón quemado, y no se supo el secreto de su fuerza.
10 Dalila se le quejó:
– Vaya, me has engañado; me has dicho una mentira. Anda, dime cómo se te puede sujetar.
11 Él respondió:
– Si me atan bien con sogas nuevas, sin estrenar, perderé la fuerza y seré como uno cualquiera.
12 Dalila tomó sogas nuevas y lo ató con ellas. Y le gritó:
–¡Sansón, te atacan los filisteos!
También esta vez ella había escondido unos hombres en su habitación. Pero él rompió las sogas de sus brazos, como si fueran un hilo.
13 Dalila se le quejó:
– Hasta ahora me has engañado, me has dicho una mentira. Anda, dime cómo se te puede sujetar.
Él respondió:
– Si trenzas las siete trenzas de mi cabellera con la urdimbre de un tejido y las fijas con una clavija, perderé la fuerza y seré como uno cualquiera.
14 Dalila lo dejó dormirse y le trenzó las siete trenzas de la cabeza con la urdimbre y las fijó con la clavija en el suelo, y le gritó:
–¡Sansón, te atacan los filisteos!
Él despertó y arrancó la clavija y la urdimbre.
15 Ella se le quejó:
–¡Y luego dices que me quieres, pero tu corazón no es mío! Es la tercera vez que me engañas y no me dices el secreto de tu fuerza.
16 Y como lo importunaba con sus quejas día tras día hasta marearlo, Sansón, ya desesperado,
17 le dijo su secreto:
– Nunca ha pasado la navaja por mi cabeza, porque estoy consagrado a Dios desde antes de nacer. Si me corto el pelo perderé la fuerza, me quedaré débil y seré como uno cualquiera.
18 Dalila se dio cuenta de que le había dicho su secreto, y mandó llamar a los príncipes filisteos:
– Vengan ahora, que me ha dicho su secreto.
Los príncipes fueron allá, con el dinero.
19 Dalila dejó que Sansón se durmiera en sus rodillas, y entonces llamó a un hombre, que cortó las siete trenzas de la cabellera de Sansón, y Sansón empezó a debilitarse, su fuerza desapareció.
20 Dalila gritó:
–¡Sansón, te atacan los filisteos!
Él despertó y se dijo:
– Saldré como otras veces y me los sacudiré de encima. Pero no sabía que el Señor lo había abandonado.
21 Los filisteos lo agarraron, le vaciaron los ojos y lo bajaron a Gaza; lo ataron con cadenas y lo tenían moliendo grano en la cárcel.
22 Pero el pelo de la cabeza le empezó a crecer apenas cortado.
23 Los príncipes filisteos se reunieron para tener un gran banquete en honor de su dios Dagón y hacer fiesta. Ellos cantaban: Nuestro dios nos ha entregado
a Sansón, nuestro enemigo.
24 Cuando ya estaban alegres, dijeron:
– Saquen a Sansón, para que nos divierta.
Sacaron a Sansón de la cárcel, y bailaba en su presencia. Luego lo pusieron de pie entre las columnas.
25 La gente al verlo alabó a su dios:
Nuestro dios nos ha entregado
a Sansón, nuestro enemigo,
que asolaba nuestros campos
y aumentaba nuestros muertos.
26 Sansón rogó al niño que lo llevaba de la mano:
– Déjame tocar las columnas que sostienen el edificio para apoyarme en ellas.
27 La sala estaba repleta de hombres y mujeres; estaban allí todos los príncipes filisteos, y en la galería había unos tres mil hombres y mujeres, viendo bailar a Sansón.
28 Entonces él invocó al Señor:
–¡Señor, acuérdate de mí! Dame la fuerza al menos esta vez para poder vengar en los filisteos, de un solo golpe, la pérdida de los dos ojos.
29 Palpó las dos columnas centrales, apoyó las manos contra ellas, la derecha sobre una y la izquierda sobre la otra,
30 y exclamó: ¡Muera yo con los filisteos!, abrió los brazos con fuerza, y el edificio se derrumbó sobre los príncipes y sobre la gente que estaba allí. Los que mató Sansón al morir fueron más que los que mató en vida.
31 Luego bajaron sus parientes y toda su familia, recogieron el cadáver y lo llevaron a enterrar entre Sorá y Estaol, en la sepultura de su padre, Manoj.
Sansón había gobernado a Israel veinte años.

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Introducción a Jueces

JUECES

El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera -los llamados jueces mayores-, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 -los jueces menores-. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).

Composición y contexto histórico del libro. ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo -sin bajar a muchos detalles-: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1-2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11-16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17-21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.

Mensaje religioso. La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas