Juan  3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

Jesús y Nicodemo

Había un hombre del partido fariseo, llamado Nicodemo, una autoridad entre los judíos.
2 Fue a visitarlo de noche y le dijo:
– Maestro, sabemos que vienes de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.
3 Jesús le respondió:
– Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4 Le responde Nicodemo:
–¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Podrá entrar de nuevo en el vientre materno para nacer?
5 Le contestó Jesús:
– Te aseguro que, si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6 De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu.
7 No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo.
8 El viento sopla hacia donde quiere: oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así sucede con el que ha nacido del Espíritu.
9 Le respondió Nicodemo:
–¿Cómo puede suceder esto?
10 Jesús le respondió:
– Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?
11 Te lo aseguro: nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
12 Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
13 Nadie ha subido al cielo si no es el que bajó del cielo: el Hijo del Hombre.
14 Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre,
15 para que quien crea en él tenga vida eterna.
16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna.
17 Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.
18 El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.
19 El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas.
20 Quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para que no delate sus acciones.
21 En cambio el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz para que se vea claramente que todo lo hace de acuerdo con la voluntad de Dios.
22

Jesús y Juan el Bautista

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a Judea; allí se quedó con ellos y se puso a bautizar.
23 También Juan bautizaba, en Ainón, cerca de Salín, donde había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba.
24 Todavía no habían metido a Juan en la cárcel.
25 Surgió una discusión de los discípulos de Juan con un judío a propósito de las purificaciones.
26 Buscaron a Juan y le dijeron:
– Maestro, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, del que diste testimonio, está bautizando, y todo el mundo acude a él.
27 Respondió Juan:
– No puede un hombre recibir nada si no se lo concede del cielo.
28 Ustedes son testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado por delante de él.
29 Quien se lleva a la novia es el novio. El amigo del novio que está escuchando se alegra de oír la voz del novio. Por eso mi gozo es perfecto.
30 Él debe crecer y yo disminuir.
31

Enviado de Dios

Quien viene de arriba está por encima de todos. Quien viene de la tierra es terreno y habla de cosas terrenas. Quien viene del cielo [está por encima de todos].
32 Él atestigua lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio.
33 Quien acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 El enviado de Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
35 El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos.
36 Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida, porque lleva encima la ira de Dios.

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  3,1-21Jesús y Nicodemo. Este capítulo está íntimamente relacionado con los temas de la Última Cena. Así, comienza con una alusión al agua y al bautismo, necesario para ver el reinado de Dios y para tener parte con Jesús (13,8). Ni Nicodemo ni Pedro entienden tal mensaje, aunque Pedro lo entenderá más tarde. A Nicodemo, maestro de Israel (10) Jesús le da lecciones. El sacrificio de Jesús será fuente de vida y salvación para los creyentes, revelará la grandeza de su amor (15,13). A Nicodemo le anuncia el amor de Dios al mundo (16), y en la cena enseñará a los suyos los canales por donde ese amor discurre para llegar al mundo: El Padre ama a Jesús; Jesús ama a sus discípulos; los discípulos deberán amar según el ejemplo de Jesús. El evangelista avanza en su narración por medio de malentendidos que pone en labios de Nicodemo. Hay dos mundos, uno físico y visible y otro espiritual e invisible que solamente se reconoce por la fe, y al que se entra por el bautismo. El amor de Dios no tiene límites, pero lo trágico es que los hombres rechazan la luz de la fe para vivir en la comodidad y suciedad de las tinieblas. Cuando Jesús envíe su Espíritu, éste pondrá de manifiesto los pecados y las injusticias del mundo (16,7-11).


Juan  3,22-30Jesús y Juan el Bautista. El bautismo que Jesús anuncia como un renacer de lo alto se contrasta con el bautismo de Juan Bautista. Juan es una lámpara, un enviado para atraer la atención sobre Jesús. Juan Bautista no buscaba nada para sí mismo; por ello no tenía celos de Jesús. La fuente de su alegría era que Jesús fuese conocido, y que todos lo recibieran. La alegría de Juan presagia la que Jesús promete a sus discípulos (15,11; 17,13).
Juan  3,31-36Enviado de Dios. Un cristiano tiene la obligación de dar testimonio de los dones recibidos de Dios. Existe una estrecha correspondencia entre el escuchar y el recibir dicho testimonio. La fe es don del Padre que viene por Jesús y se recibe con el Espíritu. Dios obra todo en todos.