Sabiduría 18 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
1 Tus santos, en cambio, tenían una luz magnífica;
los otros, que oían sus voces sin ver su figura,
los felicitaban por no haber padecido;
2 les daban las gracias
porque no se desquitaban de los malos tratos recibidos
y pedían perdón por haber estado enemistados.
3 Entonces les proporcionaste una columna de fuego
que los guiara en el viaje desconocido
y un sol inofensivo, para su viaje glorioso.
4 Los otros merecían quedarse sin luz, prisioneros de las tinieblas,
por haber tenido recluidos a tus hijos,
que iban a transmitir al mundo la luz incorruptible de tu ley.
5

Juicio de los primogénitos

Cuando decidieron matar a los niños de los santos
– y se salvó uno sólo, abandonado– ,
en castigo les arrebataste sus hijos en masa,
y los eliminaste a todos juntos en las aguas enfurecidas.
6 Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres
para que tuvieran ánimo,
al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.
7 Tu pueblo esperaba ya la salvación de los justos
y la perdición de los enemigos,
8 pues con una misma acción castigabas a los adversarios
y nos honrabas llamándonos a ti.
9 Los piadosos, hijos de los buenos,
ofrecían sacrificios a escondidas
y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada:
que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes,
y empezaron a entonar las alabanzas de los padres.
10 Les hacían eco los gritos destemplados de los enemigos,
y se propagaban los gritos lastimeros del duelo por sus hijos;
11 idéntico castigo sufrían el esclavo y el amo,
el hombre del pueblo y el rey padecían lo mismo;
12 todos sin distinción tenían muertos innumerables,
víctimas de la misma muerte;
los vivos no daban abasto para enterrarlos,
porque en un momento pereció lo mejor de su raza.
13 Aunque la magia los había hecho desconfiar de todo,
cuando el exterminio de los primogénitos
confesaron que el pueblo aquel era hijo de Dios.
14 Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera,
15 tu palabra todopoderosa se abalanzó, como guerrero implacable,
desde el trono real de los cielos al país condenado;
16 llevaba la espada afilada de tu orden terminante;
se detuvo y lo llenó todo de muerte;
pisaba la tierra y tocaba el cielo.
17 Entonces, de repente, los sobresaltaron terribles pesadillas,
los asaltaron temores imprevistos;
18 tirados, medio muertos, cada uno por su lado,
manifestaban la causa de su muerte;
19 pues sus sueños turbulentos los habían prevenido,
para que no perecieran sin conocer el motivo de su desgracia.
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Expiación

También a los justos los alcanzó la prueba de la muerte
y en el desierto tuvo lugar una gran matanza,
pero no duró mucho la ira;
21 porque un varón intachable se lanzó en su defensa,
manejando las armas de su ministerio:
la oración y el incienso expiatorio;
hizo frente a la cólera y puso fin a la catástrofe,
demostrando ser ministro tuyo;
22 venció la indignación no a fuerza de músculos ni empuñando las armas,
sino que rindió con la palabra al que traía el castigo,
recordándole los pactos y promesas hechos a los padres.
23 Cuando ya se amontonaban los cadáveres, unos encima de otros,
se plantó en medio y atajó el golpe,
cortándole el paso hacia los que aún vivían.
24 Pues en su vestidura de tela estaba el mundo entero,
y el esplendor de los padres
en las cuatro hileras de piedras talladas,
y tu majestad en la diadema de su cabeza.
25 Ante esto, el exterminador retrocedió atemorizado;
una sola prueba de tu ira bastaba.
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Introducción a Sabiduría

SABIDURÍA

El libro, el autor y fecha de composición.
El título tradicional del libro, Sabiduría de Salomón, es justificado y capcioso. Justificado porque el libro pertenece al grupo o corriente «sapiencial», que se ampara al patronato de Salomón. Entronca con los Proverbios, parece polemizar contra el Eclesiastés, tiene coincidencias notables con Eclesiástico (Ben Sirá) y algún contacto con Job.
La sabiduría ocupa en el libro una posición altísima -en continuación con Prov 6 y Eclo 24-. Alta, pero no exclusiva ni central. A partir del capítulo 11 la sabiduría desaparece, salvo un par de menciones. En cambio, la justicia atraviesa el libro de cabo a rabo: justicia, injusticia, justos e injustos, juicio. Un título temático del libro sería: «A los gobernantes: sobre la justicia».
En cuanto a Salomón, aparece como ficción retórica en los capítulos 7-9. No hay otra razón interna para poner su nombre en el título. El autor es anónimo. Es muy probable que haya vivido en Alejandría. La fecha de composición parece ser el tiempo de Jesús, o algún decenio antes. Es cronológicamente el último libro del Antiguo Testamento. Tiene bastantes coincidencias con el Nuevo Testamento, sobre todo con san Pablo y su escuela.

Contexto cultural. El autor realiza en su tratado una conjunción de culturas: la griega y la semita. Está embebido en los escritos del Antiguo Testamento que lee en la traducción griega de los «Setenta» (LXX); lo que tiene tan asimilado le sale de muchas formas, controladas o espontáneas. Conoce también la cultura filosófica griega, especialmente su corriente estoica, filosofía en estado de cultura poco profunda. El autor aparece como mediador sereno de ambas tradiciones culturales.
Lo que sucede con el pensamiento, sucede también con el estilo. Los recursos hebreos del paralelismo, del comentario midrásico son patentes. No menos lo son los recursos griegos: palabras compuestas, exquisitas, multiplicación de sinónimos, adjetivación refinada, alteraciones, rimas, juegos de palabras. La simbiosis de una tradición hebrea con una alejandrina engendra una obra original, a veces recargada y reiterativa, artificiosa, con alardes de artesanía estilística, rica en sorpresas y agudezas de ingenio.

Tema del libro. El libro de la Sabiduría es el más importante tratado de «teología política» del Antiguo Testamento. Si preferimos, es un tratado sobre la justicia en el gobierno, con argumentación teológica y orientación doctrinal. Ni manual práctico ni tratado profano.
El tema de la justicia en el gobierno es de buena ascendencia sapiencial: «El trono se afianza con la justicia» ( Pro_16:12 ). Dirigirse a los gobernantes, israelitas o extranjeros, que quieran leer no es una fantasía desatinada. Lo habían hecho otros antes: Ester y el tercer libro de los Macabeos en forma narrativa, Daniel en clave apocalíptica. Quizás nuestro autor lo hace con una conciencia más lúcida y también con mayor acierto. No es extraño que su obra tuviera más lectores judíos que paganos, más súbditos que gobernantes; los que gobiernan son siempre menos.
El discurso sobre la justicia, sobre todo si es crítico, es provocado muchas veces por la práctica de la injusticia, sobre todo de la «injusticia establecida», de «los que dictan sentencias en nombre de la Ley» ( Sal_94:20 ). Aparte las persecuciones bien conocidas, por ejemplo, la de Tolomeo II, es probable que los judíos de la diáspora alejandrina tuvieran que sufrir discriminaciones, opresión y vejaciones a manos de gobernantes griegos o romanos; también pudieron sumarse a esos opresores algunos judíos renegados e influyentes.
El libro no especifica la raza de los destinatarios, pues quiere atravesar fronteras ( Sal_6:1 ); el libro no disimula su actitud crítica, que estriba en la justicia de Dios, en un «pensar recto del Señor» ( Sal_1:1 ). La denuncia profética se hace aquí crítica sapiencial.
A diferencia de los otros libros sapienciales, el autor de la Sabiduría se mueve ya en otro horizonte, el del destino inmortal del ser humano: «Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser» ( Sal_2:23 ). Es la clara respuesta a la angustia del mal y del dolor de Job y del Eclesiastés.
Es desde este horizonte que el autor nos habla de Dios como ser trascendente, omnipotente, creador de todo, pero también misericordioso y providente, cuya bondad rebasa los límites de Israel, abarcando a toda la familia humana: «a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida» (11,26). Y también nos habla del ser humano, como el que debe rendir culto a Dios haciendo su voluntad y caminando por sus caminos, gracias al don de la Sabiduría o Palabra o Espíritu de Dios. Estamos ya en los umbrales de la «Gracia» del Evangelio.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Sabiduría 18,1-4Juicio de las tinieblas. El pasaje recordado ahora por el libro de la Sabiduría es la plaga de las tinieblas de Egipto (Éxo_10:21-23). Conclusión: Mientras los egipcios eran presa de las tinieblas, los israelitas eran guiados por la columna de fuego.
Igual que ocurre en otros lugares de esta obra, también aquí el relato bíblico del Éxodo está enriquecido con muchos detalles provenientes de leyendas judías y explicaciones rabínicas, con el fin de actualizar el mensaje de estos acontecimientos -que vemos claramente en algunas ocasiones, como 17,1-3.11-13; 18,4-. La orientación final de todo este apartado también parece clara: las tinieblas de Egipto son la anticipación de las del infierno, reservadas para los pecadores (17,21), mientras que la Ley es la luz que ilumina al mundo (18,4, cfr. Isa_2:2-5).
De nuevo la Sabiduría invita al lector creyente a volver sobre su propia historia para descubrir las huellas de Dios. Aquella piensa, de acuerdo a las ideas de la época, en el castigo de los enemigos. A éste, sin embargo, a la luz del Evangelio, se le llama a la esperanza: vencer el mal a fuerza del bien.


Sabiduría 18,5-19Juicio de los primogénitos. Con la misma técnica que los pasajes anteriores, ahora se establece la correspondencia entre la décima plaga del Éxodo y la salida de los israelitas del país. En castigo por su decisión de matar a los primogénitos (,10), los egipcios son condenados a perder a los suyos (Éxo_11:4-6; Éxo_12:29-32), así entendieron que Israel era Hijo de Dios.
El libro del Éxodo no establece relación alguna entre estos dos acontecimientos, pero como ya se ha comprobado en otras ocasiones, la Sabiduría toma como base las narraciones antiguas, a las que suma otras tradiciones para iluminar la situación presente. Son interesantes algunos detalles, como la alusión a las promesas de los Patriarcas (6; cfr. Gén_15:13s; Gén_46:3s), la transposición al pasado del modo de celebrar la Pascua en el s. I a.C., cuando se entonaba el «Hallel» (9; cfr Sal 113-118), o la palabra como instrumento ejecutor de los juicios divinos (15; cfr. Jer_23:29; Ose_6:5).
Sabiduría 18,20-25Expiación. En este apartado, siguiendo el modo de exposición anterior, se recoge el relato de la plaga que los israelitas sufrieron en el desierto (Núm_16:44-50). No se está haciendo un paralelo con los egipcios, sino que, precisamente, se destaca la diferencia -la plaga no se prolongó, gracias al sacerdote Aarón-.
Es interesante la descripción de las vestiduras sacerdotales de Aarón, pues se entremezclan, por un lado, la tradición bíblica -por ejemplo, «las cuatro hileras de piedras talladas» simbolizaban las tribus o los patriarcas -Éxo_28:15-21; y la «diadema» la grandeza de la dignidad sacerdotal (Éxo_28:36)-, y por otro lado, la tradición judía -para ésta la túnica era el cielo, el ceñidor el océano y los broches de los hombros el sol y la luna-.
La historia del pueblo bíblico está llena de fracasos e infidelidades. Lo más sorprendente es que siempre es Dios quien toma la iniciativa para que la relación se restablezca. La prueba más extraordinaria está en la entrega de su propio Hijo. Por ella el creyente reconoce que más importante aun que la justicia es la misericordia.