Lamentaciones  2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1 –¡Ay, el Señor con su enojo ha cubierto de sombras a la capital, Sión!
Desde el cielo arrojó por tierra la gloria de Israel,
y el día de su ira se olvidó del estrado de sus pies.
2 El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob,
con su indignación demolió las fortalezas de Judá,
derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes.
3 Encendido en ira quebró el vigor de Israel;
al llegar el enemigo, nos retiró el apoyo,
y prendieron las llamas en Jacob, consumiendo todo alrededor.
4 Como un enemigo, tendió el arco, afirmó la mano derecha
y dio muerte, enemistado, a los jóvenes más apuestos,
y en las tiendas de Sión derramó como fuego su furor.
5 El Señor se portó como enemigo, destruyendo a Israel:
derribó todos sus palacios, arrasó sus fortalezas,
y en la capital de Judá multiplicó duelos y lamentos.
6 Como un ladrón, destruyó la tienda, arrasó el lugar de la asamblea,
el Señor hizo olvidar en Sión sábados y fiestas,
indignado y furioso rechazó al rey y al sacerdote.
7 El Señor rechazó su propio altar, dejó de lado su santuario,
entregó en manos enemigas los muros de sus palacios;
y gritaban en el templo del Señor, como en día de fiesta.
8 El Señor determinó arrasar las murallas de Sión:
tomó las medidas y no retiró la mano que derribaba;
muros y fortificaciones se lamentaban al desmoronarse juntos.
9 Hundió en la tierra las puertas, rompió los cerrojos.
Rey y príncipes estaban entre los gentiles. No había ley.
Y los profetas ya no recibían visiones del Señor.
10 Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos,
se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal;
las doncellas de Jerusalén dejan caer hasta el suelo la cabeza.
11 Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas,
se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo,
muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad.
12 Preguntaban a sus madres: ¿dónde hay pan y vino?,
mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad,
mientras expiraban en brazos de sus madres.
13 ¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén?,
¿a quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella?
Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá sanarte?
14 Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas;
y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte,
sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
15 Los que van por el camino se frotan las manos al verte,
silban y mueven la cabeza contra la ciudad de Jerusalén:
¿Es ésta la ciudad más hermosa, la alegría de toda la tierra?
16 Todos tus enemigos se burlaron de ti a carcajadas,
silbaron y rechinaron los dientes diciendo:
La hemos arrasado; éste es el día que esperábamos:
lo hemos conseguido y lo estamos viendo.
17 El Señor ha realizado su designio, ha cumplido la palabra
que había pronunciado hace tiempo: ha destruido sin compasión;
ha encumbrado el poder del adversario,
ha dado al enemigo el gozo de la victoria.
18 Grita con toda el alma al Señor; laméntate, Sión,
derrama ríos de lágrimas, de día y de noche,
no te concedas reposo, no descansen tus ojos.
19 Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia,
derrama como agua tu corazón en presencia del Señor,
levanta hacia él las manos, por la vida de tus niños
desfallecidos de hambre en las esquinas.
20 Mira, Señor, fíjate: ¿a quién has tratado así?
¿Cuándo las mujeres se han comido a sus hijos, a sus hijos tiernos?
¿Cuándo han asesinado en el templo del Señor a sacerdotes y profetas?
21 En las calles están tendidos por el suelo muchachos y ancianos,
mis jóvenes y mis doncellas cayeron a filo de espada;
el día de tu ira diste muerte, mataste sin compasión.
22 Convocaste, como para una fiesta, terrores que me cercan:
el día de tu ira nadie pudo salvarse ni escapar.
A los que yo crié y alimenté los aniquiló el enemigo.

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Introducción a Lamentaciones 

LAMENTACIONES

Autor y época. El año 586 a.C. sucede lo que parecía imposible: la ciudad inexpugnable y el Templo inviolable desde el que irradiaba la protección de Dios ( Sal_46:6 s; Sal_48:4-9 ; Sal_72:2-4 ) han caído en manos de los enemigos. Jeremías fue el único que vio venir la catástrofe, la anunció y por ello pagó con la cárcel. Ahora, los hechos le han dado la razón. Se trata del segundo asedio, con sus consecuencias de hambre, sed, matanzas, incendios, saqueos, y después, el destierro forzado.
Estos acontecimientos que dan pie a las Lamentaciones se narran en el Segundo libro de los Reyes y en Jeremías 39 y 52, y se transforman en una visión en Ezequiel (Ez 9). «Lamentaciones» o «Trenos de Jeremías» es el título tradicional de estas de cinco elegías o cantos fúnebres por la caída de Jerusalén.
La atribución del escrito a Jeremías -de donde procede nuestro vocablo «jeremiada»- sirve para dar autoridad a la obra, pero no parece probable que sea él el autor. Uno o varios poetas anónimos hacen del suceso el tema de sus canciones. Se diría que han vivido los acontecimientos y que escriben después de la catástrofe. Puede ser que estos cantos se hayan recitado o cantado en celebraciones comunitarias de duelo por la ciudad.

Género literario. La elegía permite gran libertad de desarrollo: puede hablar un cantor y responder el coro de los que asisten; puede tomar la palabra el personaje protagonista, Jerusalén, hablando de sus sentimientos y experiencias. A través del cantor o de Jerusalén podemos escuchar también voces enemigas o de espectadores externos. Cabe la descripción de rasgos sueltos, la transposición imaginativa, los lamentos, las súplicas, las preguntas desconcertadas, la exhortación; todo ello suministra riqueza y variedad de materiales.

Mensaje de las Lamentaciones. Es tiempo de duelo para Israel por la ciudad amada, Jerusalén; por el Templo, bello como novia y como esposa ( Eze_24:21 ). Es también tiempo de quejas por el dolor de los inocentes ( Eze_2:12 ). ¿Queja de quién? ¿Del enemigo que se excede o de Dios que lo dispone o permite? ( Eze_3:37 ). El poeta de la tercera elegía reprime la queja para ahondar en la reflexión ( Eze_3:40 ). El abismo del dolor llama al abismo del pecado con voz de elegía, y el abismo del pecado confesado llama al abismo de la misericordia ( Eze_3:21 s). En estos cantos de dolor alienta la esperanza, brilla un rescoldo viejo que el poeta invoca mesurado ( Eze_5:21 ).
Las Lamentaciones, por la grandeza del dolor ( Eze_2:13 ) y por la intensidad de su expresión, nos conducen hasta ese límite de nuestra experiencia humana en que nos sentimos pequeños frente a la grandeza del sufrimiento, lo inmenso de la crueldad humana y la amenaza del odio en nosotros. Desde lo hondo del llanto levantamos los ojos y el corazón ( Eze_3:41 ) buscando algo más grande que el dolor y el odio: Eze_5:19 ; Eze_3:23 ; Eze_3:32 .

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Lamentaciones  2,1-22Segunda lamentación. La presentación de esta segunda lamentación es semejante a la primera: cada estrofa comienza por una de las letras hebreas. El contexto, sin embargo, ha cambiado; parece ser que el Templo de Jerusalén ha sido ya destruido por los babilonios (587 a.C.). El autor, hablando esta vez en primera persona, contempla la situación con ojos de profeta. Si bien describe el dolor presente en que está sumido el pueblo (10-16) como lo hace en la primera lamentación, su mirada apunta ya claramente al futuro.
El tema de la justicia de Dios domina todo el capítulo. Si su justicia puede causar la muerte, ciertamente puede devolver la vida (cfr. Sal_31:6; Luc_23:46). El mismo Señor que permitió el desastre (1-9), es el único salvador (17-22) que puede liberar, de nuevo, a su pueblo.