I Pedro 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

A los responsables

A los ancianos que están entre ustedes les ruego como colega, testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se ha de revelar:
2 apacienten el rebaño de Dios que les han confiado, [cuidando de él] no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente;
3 no como tiranos de los que les han asignado, sino como modelos del rebaño.
4 Así, cuando se revele el Pastor supremo, recibirán la corona eterna de la gloria.
5 Lo mismo ustedes, jóvenes, sométanse a los ancianos. Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios resiste a los soberbios y otorga su favor a los humildes.
6 Por tanto, humíllense bajo la mano poderosa de Dios, y a su tiempo él los elevará.
7 Encomienden a Dios sus preocupaciones, que él se ocupará de ustedes.
8 Sean sobrios, estén siempre alertas, porque su adversario el Diablo, como león rugiendo, da vueltas buscando [a quien] devorar.
9 Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos por el mundo sufren las mismas penalidades.
10 El Dios de toda gracia que por Cristo [Jesús] los llamó a su gloria eterna, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y fortalecerá, los hará fuertes e inconmovibles.
11 A él sea el poder y la gloria por los siglos. Amén.
12

Saludos finales

Les escribo estas breves letras por medio de Silvano, a quien considero un hermano fiel, para aconsejarlos y asegurarles que ésa es la verdadera gracia de Dios: manténganse en ella.
13 Los saluda la comunidad de elegidos de Babilonia y también Marcos, mi hijo.
14 Salúdense mutuamente con el beso fraterno. Paz a todos ustedes, los que están unidos a Cristo.

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Introducción a I Pedro

1ª PEDRO

Autor, fecha de composición y destinatarios de la carta. El autor se introduce en el saludo como «Pedro, apóstol de Jesucristo»; al final, dice que escribe desde Babilonia, denominación intencionada de Roma. A lo largo de la carta se presenta como anciano, testigo presencial de la pasión y gloria de Cristo (5,1); cita, aunque no verbalmente, enseñanzas de Cristo.
La tradición antigua ha atribuido la carta a Pedro desde muy pronto. Hoy no estamos tan seguros de esto por una serie de razones. He aquí algunas: ante todo, el lenguaje y estilo griegos, impropios de un pescador galileo; la carta cita el Antiguo Testamento en la versión de los Setenta, no en hebreo, y lo teje suavemente con su pensamiento. Faltan los recuerdos personales de un compañero íntimo de Jesús. Y así, otras objeciones a las que los partidarios de la autoría de Pedro responden con respectivas aclaraciones. El balance de la argumentación deja, por ahora, la solución indecisa.
Una posibilidad: el autor es Pedro, anciano y quizás prisionero, cercano a la muerte. Escribe una especie de testamento, cordial y muy sentido. Su argumento principal es la necesidad y el valor de la pasión del cristiano a ejemplo y en unión con Cristo. Encarga la redacción a Silvano (5,12). La escribió antes del año 67, fecha límite de su martirio, a los cristianos que sufrían la persecución de Nerón.
Otra posibilidad: la carta es de un autor desconocido perteneciente al círculo de Pedro, que, en tiempos difíciles, quiere llevar una palabra de aliento a otros fieles, y para ello se vale del nombre y de la autoridad del apóstol. La escribiría a mitad de la década de los 90, para comunidades cristianas que atraviesan tiempos difíciles y quizás también de persecución bajo el emperador Domiciano.

Contenido de la carta. Aunque tenga más apariencia de carta que, por ejemplo, la de Santiago, como lo demuestra el saludo, la acción de gracias y el final, en realidad se parece más a una homilía, al estilo de la Carta a los Hebreos.
El tema dominante del escrito es la pasión de Cristo, en referencia constante a los sufrimientos de los destinatarios, comunidades pobres y aisladas que estaban experimentando una doble marginación; por una parte, el ostracismo y la incomprensión de un ambiente hostil, y por otra, el aislamiento a que les conducía su mismo estilo de vida cristiano, incompatible con el modo de vivir pagano.
Aquellos hombres y mujeres sabían lo que les esperaba cuando, por medio del bautismo, se convirtieron en seguidores de Jesús. De ahí que el autor haga referencia constante a la catequesis y a la liturgia bautismal, que marcaron sus vidas para siempre. Ahora se las recuerda para que en la fe y en la esperanza se mantengan firmes en medio de la tribulación.
El autor pone insistentemente ante sus ojos el futuro que les aguarda si permanecen fieles, es decir: «una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para ustedes en el cielo» (1,4), pero no para que se desentiendan de los deberes de la vida presente, sino todo lo contrario, para que con una conducta intachable: «Estén siempre dispuestos a defenderse si alguien les pide explicaciones de su esperanza» (3,15). Esta vida de compromiso cristiano viene comparada en la carta a un «sacerdocio santo, que ofrece sacrificios espirituales, aceptables a Dios por medio de Jesucristo» (2,5).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Pedro 5,1-11A los responsables. Antes de despedirse les da su testamento espiritual. El discípulo de Pedro se dirige, en primer lugar, a los «ancianos», término con que se designaba a los responsables y líderes de la comunidad -presbíteros-, no necesariamente entrados en años. Aunque se presenta con el título que le confiere su autoridad apostólica, «testigo de la pasión de Cristo» (1), los considera colegas, situando así su autoridad en el plano de la corresponsabilidad, como era corriente en la Iglesia de los primeros tiempos. Contempla el ministerio de estos líderes como la labor y el servicio de un buen pastor, en referencia siempre al Pastor Supremo, único pastor del rebaño. Sus consejos pastorales son válidos para todos los tiempos, especialmente para muchos pastores de nuestra Iglesia de hoy, quienes aún no acaban de asimilar el verdadero sentido de la autoridad apostólica. Toda la vida de un pastor debe ser entrega generosa al rebaño, guiándolo con el modelo y ejemplo de su vida, sin otros intereses espúreos.
Después se dirige a todos los miembros de la comunidad, tanto jóvenes como viejos, y les pide que sean humildes. Esta humildad, referida a la relación de los cristianos con Dios, lleva a la confianza por la que ponemos en sus manos los afanes y los sufrimientos. En una última llamada a la vigilancia, compara al enemigo supremo, el Diablo, a un león rugiente dando vueltas alrededor de su presa. Todas estas recomendaciones del discípulo evocan la realidad de una comunidad cristiana que, soportando la prueba y la persecución, vive de la esperanza de la venida liberadora del Señor, consolada por «el Dios de toda gracia que por Cristo los llamó a su gloria eterna» (10).


I Pedro 5,12-14Saludos finales. Pedro, o su discípulo, menciona en su saludo final a dos personas conocidas que han desempeñado un papel importante en la vida de la Iglesia primitiva.
Finalmente, les comunica los saludos de la comunidad de «Babilonia», nombre de Roma en clave simbólica, es decir, el lugar del destierro y de la persecución en un mundo hostil a Dios.