I Samuel 30 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1 Sin matar a nadie, se llevaron cautivos a las mujeres y los vecinos, chicos y grandes, y arreando los rebaños se volvieron por su camino.
2 David y sus hombres llegaron al pueblo y se lo encontraron incendiado y sus mujeres y sus hijos llevados cautivos.
3 Gritaron y lloraron hasta no poder más.
4 Las dos mujeres de David, Ajinoán, la yezraelita, y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel, también habían caído prisioneras.
5 David se encontró en un gran apuro, porque la tropa, afligida por sus hijos e hijas, hablaba de apedrearlo. Pero confortado por el Señor, su Dios,
6 ordenó al sacerdote Abiatar:
– Acércame el efod.
Abiatar se lo acercó,
7 y David consultó al Señor:
–¿Persigo a esa banda? ¿Los alcanzaré?
El Señor le respondió:
– Persíguelos. Los alcanzarás y recuperarás lo robado.
8 Entonces David marchó con sus seiscientos hombres; pero al llegar al torrente de Besor,
9 David continuó la persecución con cuatrocientos hombres y se quedaron doscientos, demasiado cansados para pasar el torrente.
10 Encontraron a un egipcio en el campo y se lo llevaron a David; le dieron pan para comer y agua para beber y un poco de pan de higos,
11 más dos racimos de pasas; con la comida recobró las fuerzas, porque llevaba tres días y tres noches sin comer ni beber.
12 David le preguntó:
–¿De quién eres y de dónde vienes?
El muchacho egipcio respondió:
– Soy esclavo de un amalecita; mi amo me abandonó porque me puse malo hace tres días.
13 Habíamos hecho una incursión por la parte sur de los quereteos, de Judá y de Caleb, e incendiamos Sicelag.
14 David le dijo:
–¿Puedes guiarme hasta esa banda?
El muchacho respondió:
– Si me juras por Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo, yo te guiaré hasta esa banda.
15 Los guió. Los encontraron desparramados por todo el campo, banqueteando y festejando el rico botín cobrado en el país filisteo y en Judá.
16 David los masacró desde el amanecer hasta la tarde. Los exterminó sin que se escapara nadie, fuera de cuatrocientos muchachos que huyeron a lomo de camello.
17 David recobró todo lo que le habían robado los amalecitas, incluidas sus dos mujeres.
18 No les faltó nada, ni chico ni grande, hijos o hijas; David recuperó todo lo que les habían robado.
19 Agarraron todas las ovejas y bueyes, y los bueyes se los presentaron a David, diciendo:
–Ésta es la parte que le toca a David.
20 Después volvió David a donde estaban los doscientos hombres que, demasiado cansados para seguirlo, se habían quedado en el torrente de Besor. Salieron a recibir a David y a su gente, y cuando llegaron, los saludaron.
21 Pero entre los hombres de David, algunos mezquinos dijeron:
– Por no haber venido con nosotros, no les damos del botín recuperado, sino sólo su mujer y sus hijos a cada uno; que los tomen y se marchen.
22 Pero David dijo:
– No hagan eso, camaradas, después que el Señor nos ha dado la victoria, nos ha protegido y nos ha entregado esa banda que nos había atacado.
23 En eso nadie estará de acuerdo con ustedes,
porque tocan a partes iguales
el que baja al campo de batalla
y el que queda guardando el equipo.
24 Aquel día David estableció esta norma para Israel, y ha estado en vigor hasta hoy.
25 Cuando entró en Sicelag, David mandó parte del botín a los ancianos de Judá y a sus amigos:
26 los ancianos de Betel, los de Ramá del Sur, los de Yatir,
27 los de Aroer, los de Sifemot, los de Estemó,
28 los de Carmel, los de las ciudades de Yerajmeel y los de las ciudades de los quenitas,
29 a los de Jormá y a los de Bor Asán, a los de Atac,
30 a los de Hebrón y a los de todas las localidades por donde anduvo David con su gente,
31 y lo acompañó con estas palabras:
– Aquí tienen un obsequio del botín cobrado a los enemigos del Señor.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

I Samuel 30,1-31David, en Sicelag. La declaración de David tiene algo de sentencia motivada, estableciendo derecho por costumbre, y el motivo es teológico. El botín es don de Dios y como tal se ha de distribuir entre todos; así todos se alegrarán por igual de la victoria. La sentencia tiene ritmo de proverbio, fácil de retener de memoria. El epílogo ensancha el alcance de esta última campaña de David: ha sido una guerra «santa», contra los enemigos del Señor, ha sido una victoria para todos los amigos de David en una gran extensión, dentro del territorio de Judá. La lista repite varios nombres de Jos 15; con esta lista el autor está preparando de cerca la coronación de David en Hebrón. Todo el capítulo tiene puntos de contacto con Gn 14: el robo de personas y posesiones, la persecución y liberación, el reparto del botín, los obsequios; aunque cambian las relaciones entre los personajes. Como no podemos datar Gn 14, no podemos decir si hay mutua influencia. Tal como leemos la Biblia hoy, el parentesco es llamativo, y nos hace pensar en una dimensión «patriarcal» de David; incluso su presencia en Hebrón recuerda al gran patriarca Abrahán.