-
II Samuel 14,1-33Asesinato de Amnón. La venganza de Absalón se alarga en los preparativos y en las consecuencias, mientras que el núcleo, el asesinato, se menciona indirectamente: Los criados cumplieron sus órdenes. De esta manera subraya el autor la paciente espera; además hace resaltar el carácter familiar: el rey mismo ha de entrar en el juego y todos los príncipes han de participar. La venganza va a tener testigos de excepción, la tragedia va a tener un marco familiar y festivo. No olvidemos que esta familia es la «casa de David», y como tal está incluida en la promesa dinástica. Por la misma razón, el autor nos da el punto de vista de la corte, los efectos de la acción más que la acción misma. El hecho llega a la corte en tres tiempos, cada uno con valor propio: primero es una falsa noticia que se adelanta, después un tropel de jinetes que suben, finalmente son los hijos del rey. La falsa alarma implica algo gravísimo: si han muerto todos los hijos de David y sólo queda el asesino de todos ellos, ¿quien sucederá al trono?, ¿qué será de la promesa de fundar una dinastía? El caso de Abimelec, hijo de Gedeón, parece repetirse. ¿Tendrá David que ajusticiar al hijo asesino? Jonadab, el cínico consejero de Amnón, conserva la calma para interpretar correctamente la noticia y tranquilizar al rey. Sus palabras tienen más lucidez que tacto, cuando pide al rey que no se preocupe, como si la muerte del primogénito no fuera una mala noticia. Lo cierto del caso es que las semillas sembradas por la violación y el asesinato de David están empezando a despuntar. Amnón violó a Tamar. Absalón asesinó a Amnón. Ha empezado una cosecha de desgracias.
Una vez más demuestra Joab su percepción aguda y su capacidad de obrar rápidamente. Por una parte, el rey comienza a echar de menos a su hijo Absalón, pero razones de estado lo cohíben; con un empujón discreto podrá hacer el rey lo que en realidad desea, y Joab se habrá apuntado un tanto. Por otra parte, Absalón es un probable candidato a la sucesión: muerto el primogénito, podría el tercer hijo ser el pretendiente -del segundo no se habla en esta historia, sólo se recoge su partida de nacimiento en 3,3-. Si Joab ayuda eficazmente a repatriarse a Absalón, podrá contar con su favor y conservar el puesto de segundo en el reino. Pero Joab no quiere atacar de frente, y por eso prepara una astuta escenificación: una mujer de Tecua, diestra en imitar y fingir, allanará el camino, tanteará al rey. Si el resultado es favorable, Joab dará la cara. El núcleo de la escena será un caso de conciencia, que se presentará personalizado, como objeto de una representación dramática. El caso es la colisión de dos principios de justicia: el deber de vengar el homicidio y el deber de conservar el apellido. En el antiguo Israel hay una institución, que podemos llamar «goelato» y que se basa en la solidaridad de familia o clan: cuando una propiedad ha sido o va a ser enajenada, uno de la familia o clan, por orden de parentesco, tiene que comprarla o rescatarla para que quede en el seno familiar; cuando un miembro se hace esclavo, ha de ser rescatado en las mismas condiciones; si un miembro es asesinado, hay que vengar su muerte matando al asesino y restableciendo la justicia. Sin pertenecer a la familia o la tribu, el rey puede asumir el papel de «goel»: rescatador o vengador. ¿Y si el asesino es miembro de la misma familia? ¿Tiene que matarlo el pariente más próximo? ¿Hay que restablecer la justicia duplicando las muertes? El caso llega al extremo cuando en una familia hay sólo dos hermanos: vengar la muerte de uno significaría acabar con el apellido. Pero conservar el apellido, signifacaría no vengar la injuria de uno de los hermanos. Esto es a grandes rasgos el caso de los hijos de David, que a la letra no se puede aplicar puesto que le quedan más hijos. Pero la formulación extremada sirve para subrayar el dilema.