II Samuel  14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1 Joab, hijo de Seruyá, comprendió que el rey volvía a querer a Absalón.
2 Entonces mandó a Tecua unos hombres para que trajeran de allí a una mujer habilidosa. Joab le dijo:
– Haz como que estás de luto, ponte ropa de luto y no te perfumes; tienes que parecer una mujer que ya hace mucho tiempo lleva luto por un difunto.
3 Te presentas al rey y le dices lo que yo te diga. Y Joab le explicó todo lo que debía decir.
4 La mujer se presentó ante el rey y cayó rostro en tierra diciendo:
– Majestad, ¡sálvame!
5 Rey.– ¿Qué te pasa?
Mujer.– ¡Ay de mí! Soy una viuda, murió mi marido.
6 Y su servidora tenía dos hijos; riñeron los dos en el campo, sin que nadie los separase, y uno de ellos hirió al otro y lo mató.
7 Y ahora resulta que toda la familia se ha puesto en contra de tu servidora; dicen que les entregue al homicida para matarlo, para vengar la muerte de su hermano, y acabar así con el heredero. ¡Así me apagarán la última brasa que me queda, y mi marido se quedará sin apellido ni descendencia sobre la tierra!
8 Rey.– Vete a casa, que yo me encargo de tu asunto.
9 Mujer.– Majestad, yo y mi casa cargaremos con la responsabilidad; el rey y su trono no serán responsables.
10 Rey.– Si alguno se mete contigo, tráemelo y no te molestará más.
11 Mujer.– ¡Que el rey pronuncie el nombre del Señor, su Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño acabando con mi hijo!
Rey.– ¡Por la vida del Señor, no caerá en tierra un solo cabello de tu hijo!
12 Mujer.– ¿Puedo añadir una palabra al rey, mi señor?
Rey.– Habla.
13 Mujer.– Con lo que acabas de decir, te condenas a ti mismo, porque al no dejar que vuelva el desterrado estás maquinando contra el pueblo de Dios.
14 Todos hemos de morir; somos agua derramada en tierra, que no se puede recoger. Dios no dará muerte al que toma medidas para que no siga en el destierro el desterrado.
15 He venido a decir esto al rey porque algunos me han metido miedo, y una servidora pensó: Voy a hablarle al rey, a lo mejor sigue mi consejo;
16 el rey comprenderá y librará a una servidora de los que intentan extirparnos de la herencia de Dios a mí y a mi hijo a la vez.
17 Tu servidora pensó: La palabra del rey, mi señor, me servirá de alivio, porque el rey es como un enviado de Dios, que sabe distinguir el bien y el mal. ¡El Señor, tu Dios, esté contigo!
18 Rey.– No me ocultes nada de lo que voy a preguntarte.
Mujer.– Habla, majestad.
19 Rey.– ¿No está la mano de Joab detrás de todo esto?
Mujer.– ¡Majestad, por tu vida! Las palabras de su majestad han dado en el blanco. Tu siervo Joab es quien me mandó y me ensayó toda la escena.
20 Ideó esto para no presentar el asunto de frente; pero mi señor posee la sabiduría de un enviado de Dios y conoce todo lo que pasa en la tierra.
21 El rey dijo a Joab:
– Ya ves que he dado mi palabra. Anda a traer al muchacho, Absalón.
22 Joab se postró rostro en tierra, haciendo una reverencia, dio las gracias al rey y dijo:
– Majestad, hoy he visto que estás bien dispuesto conmigo, porque has accedido a la petición de tu siervo.
23 Se levantó y marchó a Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén.
24 El rey ordenó:
– Que se vaya a su casa, porque no quiero recibirlo.
Absalón volvió a su casa, sin ser recibido por el rey.
25 No había en todo Israel hombre más guapo ni tan admirado como Absalón: de pies a cabeza no tenía un defecto.
26 Cuando se cortaba el pelo – acostumbraba hacerlo de año en año, porque le pesaba mucho– , el pelo cortado pesaba más de dos kilos en la balanza del rey.
27 Tuvo tres hijos y una hija, llamada Tamar, una muchacha muy guapa.
28 Absalón residió en Jerusalén dos años sin ser recibido por el rey.
29 Entonces llamó a Joab, para que fuera al rey como enviado suyo, pero Joab no quiso ir; lo llamó por segunda vez, y tampoco quiso.
30 Absalón dijo a sus criados:
– Miren, Joab tiene sembrada cebada en la tierra junto a la mía. Vayan a quemársela.
Los criados de Absalón la incendiaron.
31 Entonces fue Joab a casa de Absalón y le dijo:
–¿Por qué tus criados han quemado mi tierra?
32 Absalón contestó:
– Mira, mandé a decirte que vinieras para enviarte al rey con este mensaje: ¿Para qué he vuelto de Guesur? ¡Mejor estaba allí! Quiero que el rey me reciba, y si soy culpable, que me mate.
33 Joab fue a decírselo al rey. El rey llamó a Absalón, que se presentó ante él y le hizo una reverencia rostro en tierra, y el rey abrazó a Absalón.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Samuel  14,1-33Asesinato de Amnón. La venganza de Absalón se alarga en los preparativos y en las consecuencias, mientras que el núcleo, el asesinato, se menciona indirectamente: Los criados cumplieron sus órdenes. De esta manera subraya el autor la paciente espera; además hace resaltar el carácter familiar: el rey mismo ha de entrar en el juego y todos los príncipes han de participar. La venganza va a tener testigos de excepción, la tragedia va a tener un marco familiar y festivo. No olvidemos que esta familia es la «casa de David», y como tal está incluida en la promesa dinástica. Por la misma razón, el autor nos da el punto de vista de la corte, los efectos de la acción más que la acción misma. El hecho llega a la corte en tres tiempos, cada uno con valor propio: primero es una falsa noticia que se adelanta, después un tropel de jinetes que suben, finalmente son los hijos del rey. La falsa alarma implica algo gravísimo: si han muerto todos los hijos de David y sólo queda el asesino de todos ellos, ¿quien sucederá al trono?, ¿qué será de la promesa de fundar una dinastía? El caso de Abimelec, hijo de Gedeón, parece repetirse. ¿Tendrá David que ajusticiar al hijo asesino? Jonadab, el cínico consejero de Amnón, conserva la calma para interpretar correctamente la noticia y tranquilizar al rey. Sus palabras tienen más lucidez que tacto, cuando pide al rey que no se preocupe, como si la muerte del primogénito no fuera una mala noticia. Lo cierto del caso es que las semillas sembradas por la violación y el asesinato de David están empezando a despuntar. Amnón violó a Tamar. Absalón asesinó a Amnón. Ha empezado una cosecha de desgracias.
Una vez más demuestra Joab su percepción aguda y su capacidad de obrar rápidamente. Por una parte, el rey comienza a echar de menos a su hijo Absalón, pero razones de estado lo cohíben; con un empujón discreto podrá hacer el rey lo que en realidad desea, y Joab se habrá apuntado un tanto. Por otra parte, Absalón es un probable candidato a la sucesión: muerto el primogénito, podría el tercer hijo ser el pretendiente -del segundo no se habla en esta historia, sólo se recoge su partida de nacimiento en 3,3-. Si Joab ayuda eficazmente a repatriarse a Absalón, podrá contar con su favor y conservar el puesto de segundo en el reino. Pero Joab no quiere atacar de frente, y por eso prepara una astuta escenificación: una mujer de Tecua, diestra en imitar y fingir, allanará el camino, tanteará al rey. Si el resultado es favorable, Joab dará la cara. El núcleo de la escena será un caso de conciencia, que se presentará personalizado, como objeto de una representación dramática. El caso es la colisión de dos principios de justicia: el deber de vengar el homicidio y el deber de conservar el apellido. En el antiguo Israel hay una institución, que podemos llamar «goelato» y que se basa en la solidaridad de familia o clan: cuando una propiedad ha sido o va a ser enajenada, uno de la familia o clan, por orden de parentesco, tiene que comprarla o rescatarla para que quede en el seno familiar; cuando un miembro se hace esclavo, ha de ser rescatado en las mismas condiciones; si un miembro es asesinado, hay que vengar su muerte matando al asesino y restableciendo la justicia. Sin pertenecer a la familia o la tribu, el rey puede asumir el papel de «goel»: rescatador o vengador. ¿Y si el asesino es miembro de la misma familia? ¿Tiene que matarlo el pariente más próximo? ¿Hay que restablecer la justicia duplicando las muertes? El caso llega al extremo cuando en una familia hay sólo dos hermanos: vengar la muerte de uno significaría acabar con el apellido. Pero conservar el apellido, signifacaría no vengar la injuria de uno de los hermanos. Esto es a grandes rasgos el caso de los hijos de David, que a la letra no se puede aplicar puesto que le quedan más hijos. Pero la formulación extremada sirve para subrayar el dilema.