Isaías 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1 Pero retoñará el tocón de Jesé,
de su cepa brotará un vástago
2 sobre el cual se posará
el Espíritu del Señor:
espíritu de sensatez e inteligencia,
espíritu de valor y de prudencia,
espíritu de conocimiento
y respeto del Señor.
3 Lo inspirará el respeto del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará sólo de oídas;
4 juzgará con justicia a los desvalidos,
sentenciará con rectitud
a los oprimidos;
ejecutará al violento
con el cetro de su sentencia
y con su aliento
dará muerte al culpable.
5 Se terciará como banda la justicia
y se ceñirá como fajín la verdad.
6 Entonces el lobo y el cordero
irán juntos, y la pantera
se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león engordarán juntos;
un chiquillo los pastorea;
7 la vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas,
el león comerá paja como el buey.
8 El niño jugará en agujero de la cobra,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
9 No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo,
porque se llenará el país
de conocimiento del Señor,
como colman las aguas el mar.
10

Retorno de los desterrados
35; Ez 37,15-28

Aquel día la raíz de Jesé
se levantará como una bandera
para los pueblos:
a ella acudirán las naciones
y será gloriosa su morada.
11 Aquel día el Señor
tenderá otra vez su mano
para rescatar al resto de su pueblo:
a los que queden en Asiria
y Egipto y en Patros,
en Nubia y en Elam,
en Senaar y en Jamat y en las islas.
12 Izará una bandera ante las naciones
para reunir a los israelitas desterrados
y congregar a los judíos dispersos
de los cuatro extremos del orbe.
13 Cesará la envidia de Efraín
y se acabará el rencor de Judá:
Efraín no envidiará a Judá,
Judá no tendrá rencor a Efraín.
14 Se lanzarán sobre la espalda
de los filisteos a occidente
y unidos despojarán
a las tribus de oriente;
Edom y Moab caerán en sus manos
y los amonitas se les someterán.
15 El Señor secará
el golfo del mar de Egipto,
haciendo señas con la mano
a su viento abrasador,
y lo herirá en sus siete canales,
que se pasarán en sandalias.
16 Y habrá una calzada
para el resto de su pueblo
que quede en Asiria,
como la tuvo Israel
cuando subió de Egipto.

Patrocinio

 
 

Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Isaías 11,1-9Paz mesiánica. Este poema es un canto que anuncia al Mesías futuro, y describe sus rasgos fundamentales: será descendiente de David (1); estará lleno de espíritu profético (2); se empeñará en implantar la justicia y la paz entre los hombres (3-5) y con la naturaleza (6-8), lo cual es un volver al estado inicial de armonía implícito en la creación, y ello exige conocimiento del Señor. Isaías habla indistintamente del «Espíritu del Señor» y del «Santo Espíritu del Señor» (cfr. 42,1; 61,1s; 63,10-13). Este espíritu o soplo -ambas son traducciones del hebreo «rúaj»- ha estado actuando desde siempre. Antes de la creación ya estaba sobre las aguas (Gén_1:2). Él es quien ha dado la vida a todo ser viviente (Gén_2:7; Sal_33:6; Sal_104:29s); los jueces de Israel eran suscitados por Él (Jue_3:10; Jue_6:34; Jue_11:29) y les infundía la capacidad de discernir (Núm_11:17); en la construcción del santuario, Él infunde habilidad a los artesanos (Éxo_31:3; Éxo_35:31); es Él quien inspira a los profetas incluyendo a Moisés (Núm_11:17), a David (2Sa_23:2), a Elías (2Re_2:9) y, en fin, a todos (Miq_3:8; Isa_48:16; Isa_61:1; Zac_7:12); lo cual es el distintivo del verdadero profeta. Los falsos profetas no hacen otra cosa que seguir su propio espíritu (Eze_13:3).
Este espíritu de los profetas es el que invadirá al futuro Mesías. Hacia finales del Antiguo Testamento empieza a surgir la expectativa del Mesías escatológico que tendría como misión revelar la totalidad de las Escrituras; pero lo más importante: derramará el espíritu de una manera universal (Joe_2:28s). Éstos, pues, son los elementos que están en la base de la doctrina sobre el Espíritu Santo que encuentra su máxima expresión en el Nuevo Testamento (cfr. Jua_1:33s; Jua_14:16s; Hch_1:8; 2; Rom_5:5, etc.).


Isaías 11,10-16Retorno de los desterrados. Esta profecía hace alusión al regreso de los desterrados de Babilonia. Dicho destierro no había sucedido todavía en la época del profeta, luego, este pasaje es muy posterior. Esto significa que en torno al núcleo de enseñanzas de Isaías «hijo de Amós», se formó una escuela que se encargó de prolongar y actualizar permanentemente el espíritu del profeta, agregándole nuevas enseñanzas que incluso pusieron en boca de él. Más tarde, todo el material existente pasó por un proceso de redacción y se le colocó el nombre que encontramos en 1,1: «Visión de Isaías».
Los biblistas nos ayudan a descubrir hasta «tres Isaías» -o mejor- tres épocas distintas en los 66 capítulos que conforman el libro actual. Parece que a los redactores nos les interesaba tanto la cronología de las enseñanzas cuanto su contenido.
El versículo 11 nos da una idea de los lugares a donde fueron dispersados los judíos, de ahí la gran esperanza en el retorno, visto siempre como obra amorosa de Dios que recogerá a su pueblo de todos esos países (cfr. Eze_11:17; Eze_20:34.41; Sal_147:2). Y otro elemento de esperanza es el fin de la división y la hostilidad entre Israel (reino del Norte) y Judá (reino del Sur).
¿Qué elementos de esperanza siembra nuestra actividad evangelizadora y pastoral entre los miles y miles de despatriados y desplazados modernos?