Mateo 24 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 51 versitos |
1

Discurso escatológico:
destrucción del Templo
Mc 13,1-13; Lc 21,5-19

Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron los discípulos y le señalaron las construcciones del templo.
2 Él les contestó:
–¿Ven todo eso? Les aseguro que se derrumbará sin que quede piedra sobre piedra.
3 Estando sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos aparte y le preguntaron:
– Dinos cuándo sucederá eso y cuál es la señal de tu llegada y del fin del mundo.
4 Jesús les respondió:
–¡Tengan cuidado, y que nadie los engañe!
5 Porque muchos se presentarán en mi nombre, diciendo que son el Mesías, y engañarán a muchos.
6 Oirán hablar de guerras y noticias de guerras. ¡Tengan cuidado y no se alarmen! Todo eso ha de suceder, pero todavía no es el final.
7 Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino. Habrá carestías y terremotos en diversos lugares.
8 Todo eso es el comienzo de los dolores de parto.
9 Los entregarán para torturarlos y matarlos; todos los pueblos los odiarán a causa de mi nombre.
10 Entonces muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente.
11 Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos.
12 Y, al crecer la maldad, se enfriará el amor de muchos.
13 Pero el que aguante hasta el final se salvará.
14 La Buena Noticia del reino se proclamará a todas las naciones, y entonces llegará el final.
15

La gran tribulación
Mc 13,14-23; Lc 21,20-24

Cuando vean instalado en el lugar sagrado el ídolo abominable anunciado por el profeta Daniel – el lector que lo entienda– ,
16 entonces los que viven en Judea que escapen a los montes;
17 el que esté en la azotea que no baje a recoger sus cosas;
18 el que se encuentre en el campo que no vuelva a buscar el manto.
19 ¡Ay de las embarazadas y de las que tengan niños pequeños en aquellos días!
20 Recen para que la huida no suceda en invierno o en sábado.
21 Habrá una tribulación tan grande como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá en el futuro.
22 Si no se acortara aquel tiempo, no se salvaría ni uno. Pero, en atención a los elegidos, se acortará aquel tiempo.
23 Entonces, si alguien les dice que el Mesías está aquí o allí, no le crean.
24 Surgirán falsos mesías y falsos profetas, que harán milagros y prodigios, hasta el punto de engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos.
25 Miren que los he prevenido.
26 Si les dicen: Miren, está en el desierto, no salgan; o: Miren, está en un lugar secreto, no hagan caso.
27 Porque como el relámpago que aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la llegada del Hijo del Hombre.
28 Donde esté el cadáver allí se reunirán los buitres.
29

La parusía
Mc 13,24-27; Lc 21,25-28

Inmediatamente después de esa tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor; las estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán.
30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán al Hijo del Hombre llegar en las nubes del cielo, con gloria y poder grande.
31 Enviará a sus ángeles a reunir, con un gran toque de trompeta, a los elegidos de los cuatro vientos, de un extremo a otro del cielo.
32

El día y la hora
Mc 13,28-32; Lc 21,29-33

Aprendan el ejemplo de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que está cerca la primavera.
33 Lo mismo ustedes, cuando vean que sucede todo eso, sepan que el fin está cerca, a las puertas.
34 Les aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso.
35 Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
36 En cuanto al día y a la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; sólo los conoce el Padre. (Lc 17,26-36)
37 La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé:
38 en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca.
39 Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será la llegada del Hijo del Hombre.
40 Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán;
41 dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán.
42 Por tanto estén prevenidos porque no saben el día que llegará su Señor.
43 Ustedes ya saben que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría vigilando y no permitiría que asalten su casa.
44 Por tanto, estén preparados, porque el Hijo del Hombre llegará cuando menos lo esperen.
45

Vigilancia
Lc 12,42-48; cfr. Mc 13,33-37

¿Quién es el sirviente fiel y prudente, encargado por su señor de repartir a sus horas la comida a los de casa?
46 Dichoso el sirviente a quien su señor, al llegar, lo encuentre trabajando así.
47 Les aseguro que le encomendará todas sus posesiones.
48 En cambio, si un sirviente malo, pensando que su señor tardará,
49 se pone a pegar a los compañeros, a comer y beber con los borrachos,
50 vendrá el señor de aquel sirviente, el día y la hora menos pensada
51 y lo castigará dándole el destino de los hipócritas. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 24,1-14Discurso escatológico: destrucción del Templo. Los capítulos 24s de Mateo constituyen una unidad. En ellos se incluye el último de los cinco discursos en torno a los cuales hace Mateo girar su evangelio, el llamado «discurso escatológico». Se divide en tres partes: descripción de sucesos futuros (24,1-44), parénesis sobre la vigilancia (24,45-25,30), y parábola del juicio (25,31-46).
Mateo se imagina a Jesús saliendo del Templo y volviendo a contemplarlo a cierta distancia. Esa imagen tiene valor simbólico: Jesús sale del Templo por última vez, lo deja atrás para siempre y se reúne con sus discípulos, la nueva comunidad. El Templo magnífico, de gigantescos sillares, construido por Herodes el Grande, es el trampolín para saltar al tema del discurso.
Éste es probablemente el texto más difícil de interpretar en el evangelio de Mateo, porque muchos sucesos eran futuros y desconocidos en sus detalles y porque se sobreponen las perspectivas. Los apóstoles parecen fundir y confundir dos cosas: la destrucción del Templo y el fin del mundo cuando venga el Mesías. Piden señales precisas para fabricarse un calendario seguro y razonablemente exacto. La curiosidad se mezcla con el temor.
En su respuesta, Jesús rehúsa toda determinación temporal; transforma la información en exhortación a la vigilancia frente a tribulaciones ciertas, a la expectación de lo súbito. Los discípulos preguntan dos cosas (3) sin definir su relación; «eso» es la destrucción del Templo, «tu llegada» es la parusía, la venida con gloria de Jesús el Señor, que coincide con el fin del mundo.
Una serie de acontecimientos tremendos (4-14) sucederá al final; pero no se pueden ordenar en un calendario. Dominará la anarquía interior, las guerras entre pueblos, las catástrofes naturales, las persecuciones, todo ello junto con los dolores de parto de la nueva y definitiva era. Por tanto, hay que aguantar y esperar, pues la causa ennoblecerá el sufrimiento (9), se predicará a todos la Buena Noticia (14) y los fieles se salvarán (13).
El fin del mundo -en el sentido corriente de la expresión- no es inmediato. Tiene que haber unos signos previos. Pero los signos enumerados nunca deben entenderse como fechas indicadoras del momento en que tendrá lugar. Cuantas veces se han ensayado los cálculos para determinarlo, otras tantas se ha comprobado el error. El cálculo del momento preciso en que tendrá lugar ese fin total va directamente en contra del mismo evangelio, de todos aquellos pasajes que exhortan a la vigilancia: la necesidad de estar alerta (25,13), de hacer rendir los talentos recibidos (25,14-30) y de ayudar a los hermanos necesitados (25,31-46). Si el evangelio nos proyecta hacia el futuro, es para invitarnos a una inserción más comprometida con la historia presente.


Mateo 24,15-28La gran tribulación. El texto utiliza aquí el lenguaje característico de los escritos apocalípticos. Aunque la descripción se refiere más concretamente a la destrucción de Jerusalén, la intención principal es animar a los discípulos a aprender de esa desolación y a guardarse de declaraciones prematuras sobre la venida del Hijo del Hombre. La gran tribulación (21) pondrá en peligro la fe e incluso la salvación de los elegidos, pero Dios mismo intervendrá por amor a ellos y hará que se abrevien aquellos días (22). Habrá que cuidarse de los falsos mesías y falsos profetas (23-28) que serán capaces de engañar hasta a los mismos elegidos. La repetida exhortación «no le crean», «no hagan caso» (23.26) recomienda la actitud que es preciso asumir frente a los seductores.
Las conmociones cósmicas con imágenes tan desoladoras quieren indicar que el juicio final puede llegar igual de repentina e inesperadamente a cada persona.
Mateo 24,29-31La parusía. La llegada final del Mesías se construye con rasgos proféticos y apocalípticos; es un lenguaje sumamente figurativo, que se utiliza para comunicar la verdad de que el juicio y vindicación inminentes los ha de llevar a cabo el Hijo del Hombre en nombre de Dios. Mientras los acontecimientos, antes descritos, se insertaban en la trama de la historia presente, la parusía marca el fin de la historia: es la meta, el acontecimiento último y decisivo que da sentido a toda la historia. Cada generación experimenta el juicio del Hijo del Hombre, y los que hayan perseverado hasta el fin obtendrán la salvación definitiva.
La tradición iconográfica cristiana ha identificado el «estandarte» (la señal) con la cruz (30).
Mateo 24,32-44El día y la hora. El momento del juicio final es desconocido; se trata de una ignorancia intencionada que debe suscitar la vigilancia y que no debe confundirse con despreocupación en el tiempo presente. El comentario que sigue a la comparación de la higuera es una nueva invitación al discernimiento, la actitud que más deben cultivar los discípulos mientras se acerca el momento final.
La venida inminente se debe entender, no tanto como cercanía temporal, sino como una cercanía teológica. Lo que aparece aquí y en las parábolas que siguen es la certeza de que el Señor puede volver en cualquier momento, y esta certeza debe impulsar a la comunidad a no instalarse y a no buscar en el mundo una ciudad permanente.
Cuando del hecho se pasa a la fecha, la respuesta es bien clara: nadie sabe nada... sólo el Padre (36). La ignorancia sobre el día y la hora ha de conjugarse con la certeza de que el Hijo del Hombre vendrá. Hay que estar alerta y preparados.
En medio de tantas incertidumbres, cuando todo parece caer y desmoronarse, Jesús ofrece a los creyentes un punto de apoyo inconmovible: «cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán» (35).
Mateo 24,45-51Vigilancia. La parábola de los sirvientes pone de relieve la necesidad de estar preparado y atento ante la falta de vigilancia e invita a la perseverancia. A esta doble conducta corresponden la recompensa o el castigo cuando regrese el dueño de casa.
La parábola destaca la actitud vigilante del servidor a quien ha sido confiada la dirección de la comunidad cristiana. Al servidor responsable se le exige una actitud vigilante e inteligente. En la parábola se destaca cómo el premio del servidor fiel del reino de Dios no podía ser otro que el mismo Dios y su causa. Un premio extraño para una sociedad construida sobre el poder de dominio y el legalismo.