Jeremías  34 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

A Sedecías

Palabras que el Señor dirigió a Jeremías mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todo su ejército y todos los reyes de la tierra bajo su dominio y todos sus ejércitos luchaban contra Jerusalén y contra sus ciudades:
2 – Así dice el Señor, Dios de Israel: Vete a hablar con Sedecías, rey de Judá, y le dirás: Así dice el Señor: Yo he entregado esta ciudad en manos del rey de Babilonia, para que la incendie.
3 Tú no te librarás de su mano, sino que serás atrapado y caerás en su poder: tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, tu boca hablará a su boca y tú irás a Babilonia.
4 Escucha, Sedecías, rey de Judá la Palabra del Señor: Así te dice el Señor: No morirás a espada.
5 Morirás en paz. Igual que se quemaron perfumes por tus padres, los reyes que te precedieron, también se quemarán por ti. Te harán funeral cantando ¡Ay, señor! Lo he dicho yo – oráculo del Señor– .
6 El profeta Jeremías dijo todo esto a Sedecías en Jerusalén,
7 mientras el ejército del rey de Babilonia luchaba contra Jerusalén y contra el resto de las ciudades de Judá: Laquis y Azecá, las dos plazas fuertes que aún subsistían.
8

Liberación de esclavos
Lv 25,39-43; Dt 15,12-18; Jr 37,5.11

Palabras que el Señor dirigió a Jeremías después que el rey Sedecías pactó con el pueblo de Jerusalén para proclamar una liberación:
9 que cada cual deje en libertad a su esclavo hebreo y a su esclava hebrea, de modo que ningún judío fuera esclavo de un hermano suyo.
10 Todos los nobles y el pueblo aceptaron este pacto de dejar libre cada cual a su esclavo y a su esclava, de modo que ninguno siguiera en esclavitud. Obedecieron, y los pusieron en libertad.
11 Pero después se volvieron atrás, tomaron otra vez a los esclavos y esclavas que habían dejado libres y los sometieron de nuevo a esclavitud.
12 Entonces el Señor dirigió la palabra a Jeremías:
13 – Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo pacté con sus padres cuando los saqué de Egipto, de la esclavitud, diciendo:
14 Al cabo de cada siete años, todos dejarán libre a su hermano hebreo que hayan comprado como esclavo y que les haya servido seis años: lo despedirán en libertad. Pero sus padres no me escucharon ni me prestaron oído.
15 Ustedes se han convertido hoy haciendo lo que yo apruebo, proclamando cada cual la liberación para su prójimo y habían hecho un pacto ante mí, en el templo que lleva mi Nombre.
16 Pero después han cambiado, han profanado mi Nombre; cada cual ha vuelto a tomar al esclavo y a la esclava que había dejado libres y los ha sometido de nuevo a esclavitud.
17 Por eso así dice el Señor: Ustedes no me obedecieron proclamando cada cual la liberación para su prójimo y su hermano; pues miren, yo proclamo la liberación – oráculo del Señor– para la espada y el hambre y la peste, y los haré escarmiento de todos los reyes de la tierra.
18 A los hombres que quebrantaron mi pacto no cumpliendo las estipulaciones del pacto que hicieron conmigo, los trataré como al novillo que cortaron en dos para pasar entre las dos mitades.
19 A los dignatarios de Judá y Jerusalén, a los eunucos y sacerdotes, a todo el pueblo que pasó entre las mitades del novillo,
20 los entregaré en manos de sus enemigos, que los persiguen a muerte; sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra.
21 Y a Sedecías, rey de Judá, con sus príncipes, los entregaré en manos de sus enemigos, que los persiguen a muerte; en manos del ejército del rey de Babilonia, que acaba de retirarse.
22 Yo los he mandado – oráculo del Señor– y los volveré a traer contra esta ciudad, para que la ataquen, la conquisten y la incendien. Y las ciudades de Judá quedarán desoladas y sin habitantes.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  34,1-7A Sedecías. El profeta se dirige al rey para anunciarle una vez más la inminente caída de Jerusalén. Su recomendación continúa siendo el sometimiento pacífico. Sedecías fue tomado prisionero y, después de arrancársele los ojos, llevado a Babilonia, donde murió de muerte natural.


Jeremías  34,8-22Liberación de esclavos. Probablemente ante la inminencia de la destrucción, el rey Sedecías establece un pacto con los poderosos de Jerusalén para renovar el compromiso de todo israelita de liberar a sus esclavos cada siete años (Éxo_21:2-6; Deu_15:12-18). Esta medida buscaba atraer quizás el favor divino. Sin embargo, el mismo profeta denuncia con qué rapidez se volvieron atrás, rompiendo así la renovación del pacto (11). El versículo 19 alude a una costumbre entre los pactantes de una alianza, que consistía en pasar por en medio de un animal previamente descuartizado (Gén_15:17), profiriendo una especie de juramento: «que me suceda a mí lo mismo que a este animal si rompo los compromisos contraídos hoy». Pues bien, ahora el Señor hará efectiva esa imprecación, porque todos los pactantes han incumplido sus compromisos (20).