Ezequiel  46 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1 Esto dice el Señor: La puerta oriental del atrio interior permanecerá cerrada los seis días laborables. Sólo se abrirá los sábados y los días de luna nueva.
2 El príncipe entrará desde el exterior por el vestíbulo, deteniéndose junto al marco de la puerta; los sacerdotes ofrecerán el holocausto y el sacrificio de comunión; el príncipe se postrará en el umbral de la puerta y volverá a salir. La puerta no se cerrará hasta el atardecer.
3 También los terratenientes del país se postrarán ante el Señor, a la entrada de la puerta, los sábados y días de luna nueva.
4 Oblación del príncipe al Señor: Los sábados: un holocausto de seis corderos sin defecto y un carnero sin defecto.
5 Como ofrenda, una medida de harina por carnero, y por los corderos, a voluntad, más siete litros de aceite por cada medida de harina.
6 Los días de luna nueva: un novillo sin defecto, seis corderos y un carnero sin defecto.
7 Como ofrenda, una medida de harina por novillo, una medida por carnero, y por los corderos, según sus posibilidades, más siete litros de aceite por cada medida.
8 El príncipe entrará por el vestíbulo de la puerta y saldrá por el mismo camino.
9 Pero cuando los terratenientes del país vayan a presentarse ante el Señor en las festividades, los que entren por la puerta del norte para hacer la adoración saldrán por la del sur, y los que entren por la puerta del sur saldrán por la del norte; no se retirarán por la misma puerta por la que entraron, sino que saldrán por la de enfrente.
10 Y el príncipe entrará y saldrá en medio de ellos.
11 En las fiestas y solemnidades la ofrenda consistirá en una medida de harina por novillo, una medida por carnero, y por los corderos a voluntad, más siete litros de aceite por cada medida.
12 Cuando el príncipe ofrezca voluntariamente al Señor un holocausto o sacrificio de comunión, le abrirán la puerta oriental, ofrecerá su holocausto o sacrificio de comunión como todos los sábados, y luego saldrá. Y cuando salga, cerrarán la puerta.
13 Ofrecerás diariamente al Señor en holocausto un cordero de un año sin defecto; lo ofrecerás todas las mañanas.
14 Añadirás cada mañana como ofrenda la sexta parte de una medida de harina, más dos litros de aceite para amasar la harina de la mejor calidad; esta ofrenda al Señor es un rito cotidiano y perpetuo.
15 El cordero con la ofrenda y el aceite lo ofrecerán todas las mañanas como holocausto cotidiano.
16 Esto dice el Señor: Cuando el príncipe dé parte de su herencia a alguno de sus hijos, a éstos les pertenece como propiedad hereditaria.
17 Pero si da parte de su herencia a un súbdito suyo, a éste le pertenecerá hasta el año de la remisión. Luego retornará al príncipe.
18 Es herencia de sus hijos y a ellos les pertenece. El príncipe no quitará al pueblo su herencia, expropiándole tiránicamente. Sólo podrá dejar a sus hijos lo que sea propiedad suya, para que mi pueblo no se disperse, despojado de su propiedad.
19 Me llevó por la entrada de al lado de la puerta a los bloques de sacristías sacerdotales, que dan al norte; en la parte de atrás, al occidente, había un local.
20 Y me dijo:
–Éste es el local donde los sacerdotes cocerán las víctimas de los sacrificios expiatorios y penitenciales y prepararán la ofrenda; así no tendrán que sacarlos al atrio exterior, pues consagrarían al pueblo.
21 Me sacó al atrio exterior y me lo hizo atravesar hasta las cuatro esquinas del atrio; allí, en cada esquina del atrio, había un patio.
22 Al abrigo de las cuatro esquinas había patios de veinte metros de longitud por quince de anchura; los cuatro tenían las mismas dimensiones.
23 Los cuatro estaban cercados; al pie de la cerca había hornos.
24 Y me dijo:
–Éstas son las cocinas donde los servidores del templo cocerán los sacrificios del pueblo.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  46,1-24Reparto de la tierra. Se fijan las normas para el reparto ideal de la tierra. Lo primero que hay que tener en cuenta son los espacios que tendrán carácter sagrado: el espacio del templo (45,1-4a), para los sacerdotes (45,4b), y levitas (45,5s), y por último, para el príncipe (45,7), quien no será como antaño «dueño» del país, poseerá una parcela y el resto lo distribuirá a su pueblo por tribus (45,8).
Se entremezclan los deberes religiosos y sociales del príncipe con la fijación del calendario litúrgico del templo (45,9-46,18). En cuanto al príncipe, debe ser ejemplo de fe y de vida para el pueblo, promotor principal de la justicia y el derecho. Su función ya no será la de rey, pues Israel no tendrá otro rey que el Señor. En cuanto al calendario litúrgico, quedan fijadas la fiesta de la pascua (45,18-24), la de las tiendas o cabañas (45,25), los sábados y las fiestas de luna nueva (46,1-7). Nótese el interés especial que hay en los detalles de las ofrendas y sacrificios de cada fiesta.
La prescripción exclusiva para el príncipe (46,16-18) busca evitar que su propiedad desaparezca, pero más importante aún es evitar que esa propiedad aumente en detrimento de la propiedad de los demás israelitas. En el fondo, es una medida socio económica muy justa que busca evitar la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos.