Proverbios 23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1 Sentado a la mesa de un señor,
mira bien quién tienes delante;
2 ponte un cuchillo a la garganta
si tienes mucha hambre;
3 no seas ansioso de sus manjares,
que son comida engañosa.
4 No te esfuerces por enriquecerte,
deja de pensar en ello;
5 si te fijas bien, verás que no hay riqueza,
ha echado alas como un águila y vuela por el cielo.
6 No te sientes a comer con el avaro
ni ansíes sus manjares:
7 son un pelo en la garganta, amargura en el paladar;
te dice: come y bebe, pero no te aprecia;
8 el bocado comido lo tendrás que vomitar
y habrás malgastado tus palabras corteses.
9 No hables a oídos necios,
porque despreciarán tus sabias razones.
10 No cambies de lugar los linderos antiguos
ni te metas en el campo del huérfano,
11 porque su defensor es fuerte
y defenderá su causa contra ti.
12 Haz caso de la corrección,
presta oído a los consejos de la experiencia.
13 No ahorres castigo al muchacho:
porque le azotes con látigo no morirá;
14 tú lo azotas con el látigo
pero libras su vida del Abismo.
15 Hijo mío, si tu corazón se hace sabio,
yo me alegraré de corazón,
16 sentiré un gozo entrañable
cuando tus labios hablen como es debido.
17 No sientas envidia de los pecadores,
sino siempre de los que respetan a Dios;
18 así tendrás un porvenir,
y tu esperanza no fracasará.
19 Escucha, hijo mío, sé juicioso,
encamina bien tu mente:
20 no te juntes con bebedores
ni vayas con comilones,
21 porque bebedores y comilones se arruinarán
y el perezoso se vestirá de harapos.
22 Escucha al padre que te engendró,
no desprecies la vejez de tu madre:
23 compra la verdad y no la vendas,
sabiduría, educación y prudencia;
24 el padre del honrado se llenará de gozo,
el que engendra un hijo sabio se alegrará,
25 tu padre estará contento de ti
y gozará la que te dio a luz.
26 Hijo mío, hazme caso,
acepta de buena gana mis indicaciones.
27 Trampa peligrosa es la mala mujer,
pozo angosto es la ramera;
28 se pone al acecho como un ladrón
y provoca traiciones entre los hombres.
29 ¿Quién sufre?, ¿quién se queja?,
¿quién pelea?, ¿quién se lamenta?,
¿quién recibe golpes sin motivo?, ¿quién tiene la mirada turbia?
30 El que vive para el vino
y va catando bebidas.
31 No mires al vino cuando rojea
y lanza destellos en la copa;
32 se desliza suavemente, al final muerde como culebra
y pica como víbora.
33 Tus ojos verán maravillas,
tu mente imaginará absurdos;
34 te hará sentir como quien está en alta mar
o agarrado en la punta de un mástil.
35 Me han golpeado, y no me ha dolido;
me han sacudido, y no lo he sentido;
en cuanto despierte volveré a pedir más.

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Introducción a Proverbios

Sapienciales

Los libros sapienciales forman uno de los grupos de libros bíblicos con perfil propio, netamente distinto de la literatura profética, de los cuerpos legales y de las obras narrativas. Cinco libros forman esta pentápolis de claras fronteras, esta especie de «pentateuco» sapiencial: Proverbios, Job, Eclesiastés (Qohelet), Eclesiástico (Ben Sirá) y Sabiduría. Como el Pentateuco invoca como autor o patrono a Moisés, así tres de estos libros invocan a Salomón como autor.
Un cierto parentesco liga a Job con el Eclesiastés como testigos y actores de una patética controversia sobre el sentido de la vida; por otro lado caminan Proverbios y Eclesiástico, mientras que Sabiduría es un enclave tardío en territorio griego.
El cuerpo sapiencial tiene indudable afinidad con nuestros refranes populares, aforismos cultos y textos didácticos. El propósito de la tarea sapiencial no es la enseñanza intelectual, ni el proponer una especie de catecismo ético, ni indagar el puesto de la vida humana en el orden cósmico. Más bien sería como una «oferta de sensatez», que no una imposición, como guía para todo ser humano.




Proverbios

Forma del libro. Es la obra más típica del cuerpo sapiencial. Bajo el nombre genérico de «meshalim» -proverbios- acoge un conjunto de colecciones de enigmas, sentencias, aforismos, refranes, adagios e instrucciones de carácter ético y moralizante a través de los cuales se transmite una sabiduría popular acumulada durante siglos. Su presentación estimula el esfuerzo de comprensión del oyente o del lector: brevedad, carácter incisivo o enigmático y forma rítmica, al mismo tiempo que facilidad de retención en la memoria.
Las doctrinas o enseñanzas de esta antología tienen dos ejes principales, cada uno con dos polos opuestos: «sensato-necio» y «honrado-malvado». Los términos no son precisos: en el primero pueden entrar dotes naturales de inteligencia y perspicacia, conocimientos adquiridos o destreza en el obrar. Lo mismo podemos decir del segundo eje, que puede referirse a la integridad, la justicia o la inocencia. Estos dos ejes se cruzan, porque la sensatez tiene algo de ético, mientras que la maldad se considera insensata.

Época de composición y autoría del libro. Por su carácter anónimo y el tamaño minúsculo de sus unidades es imposible datar los proverbios. Su composición puede abarcar varios siglos. El prólogo y el epílogo serían obra del recopilador final y, por tanto, posteriores a las otras colecciones. Que Salomón diera impulso a esta corriente de proverbios puede ser realidad o pura leyenda. En realidad, el libro salta las fronteras y las épocas.

Mensaje de los Proverbios. La sensatez es una actividad artesana, atribuida al Dios creador y ofrecida al ser humano para que sea el artífice de su existencia, para que aprenda el sentido de la vida y dé sentido a su propia vida. Para ello, el joven inexperto necesita el apoyo de la experiencia ajena, plural y compartida, que cuaja en refranes, máximas y aforismos; algunos son propios de escuelas de maestros, otros, entregados a la libre circulación ciudadana. Dios está presente en este mundo sapiencial y ético de los Proverbios: posee la sabiduría y concede la sensatez al ser humano; con su aprobación y reprobación consolida el mundo ético.
De una «sabiduría a ras de tierra», el libro va ganando en altura hasta colocar en 8,22-31 a la Sabiduría personificada en la esfera celeste de sus orígenes. Aunque no es Dios ni una divinidad, procede de Dios y precede al mundo; posterior a Dios y anterior al universo, inferior a Dios y superior al mundo. El poeta la presenta como personaje que nace, aprende, actúa.
No se sigue que el poeta se refiera a un ser personal existente fuera del poema, pero con el correr del tiempo esa «sabiduría» tendrá un nombre, Jesucristo, «Sabiduría de Dios», como lo llama San Pablo ( 1Co_1:24 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Proverbios 23,1-25Tercera y cuarta colección. El maestro de sabiduría anuncia que ilustrará todo un cúmulo de conocimiento con treinta sentencias nacidas de la la experiencia y de la observación directa de la vida y del comportamiento humano. Podrían ser treinta o más -o menos-; lo importante es que este enunciado cobija un buen número de sentencias que tocan los temas más disímiles de la vida humana. Ni esta sección ni ninguna otra de toda la literatura sapiencial es un tratado de sistemática epistemológica o una teoría del conocimiento; se trata más bien de una antiquísima manera de educar a los hijos y a los jóvenes inexpertos en general, en la que se transmiten unos sencillos «secretos» para explicarse ciertos movimientos del alma humana o para prevenir a la persona de no caer en determinados comportamientos aberrantes.
El que observa es consciente de que la vida tiene que tener un cierto orden, una cierta armonía, y que todo en la vida debe ser asumido con sensatez y prudencia. A la par que se descubre lo ventajoso de llevar una vida ordenada, también se constata lo desventajoso de seguir simplemente los instintos o de dejarse llevar por otros modelos de comportamiento que no desembocan en nada bueno. El padre o los ancianos de la comunidad transmiten a la joven generación estos conocimientos surgidos de la experiencia; corrigen y solicitan afanosamente que tal corrección sea aceptada con agrado, porque sólo quien ama corrige y sólo quien se siente amado es consciente de que la corrección es un bien, signo de acompañamiento y hasta de solidaridad. Este trabajo también es asumido con idéntica función por la corriente de sabios, los cuales elevaron la sabiduría del pueblo a las altas esferas de la corte, haciendo de ella una posesión prácticamente exclusiva de la aristocracia y de aquellos que podían permitirse el lujo de pagarse a un buen maestro. De este modo se desvirtuó el papel de la sabiduría en el plan de Dios y dejó en entredicho la orientación primera de la justicia.