Isaías 19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Contra Egipto

Contra Egipto:
Miren al Señor,
que montando en nube ligera
penetra en Egipto:
vacilan ante él los ídolos de Egipto,
y el corazón de los egipcios
se desmaya en el pecho.
2 Incitaré a egipcios contra egipcios:
pelearán uno con su hermano,
otro con su compañero,
ciudad contra ciudad,
reino contra reino.
3 El valor de los egipcios
se les deshará en el pecho
y anularé sus planes.
Consultarán a los ídolos
y a los agoreros,
y a los adivinos y a los hechiceros.
4 Entregaré a los egipcios
en manos de señor cruel,
un rey cruel los dominará
– oráculo del Señor Todopoderoso– .
5 Se secarán las aguas del Nilo,
el río quedará seco y árido,
6 apestarán los canales,
los brazos del Nilo
menguarán hasta secarse,
cañas y juncos se marchitarán.
7 La hierba de la orilla del Nilo
y todos los sembrados junto al Nilo
se secarán,
barridos por el viento desaparecerán.
8 Gimen los pescadores, se lamentan
los que echan el anzuelo en el Nilo,
y los que extienden las redes
en el agua desfallecen;
9 quedan defraudados
los que trabajan el lino,
los cardadores y tejedores
están pálidos,
10 los amos están consternados,
los jornaleros abatidos.
11 ¡Qué locos los magnates de Tanis,
los sabios que aconsejan al faraón
consejos desatinados!
¿Cómo dicen al faraón:
Soy discípulo de sabios,
discípulo de antiguos reyes?
12 ¿Dónde han quedado tus sabios?
Que te anuncien, ya que tanto saben,
lo que el Señor Todopoderoso
planea contra Egipto.
13 Los magnates de Tanis son necios,
son ilusos los magnates de Menfis,
los notables de sus tribus
descarrían a Egipto.
14 El Señor ha infundido
en sus entrañas un soplo de vértigo:
descarrían a Egipto
en todas sus empresas,
como da traspiés
el borracho vomitando.
15 No les resultará a los egipcios
empresa que emprendan,
sean cabeza o cola, palma o junco.
16

Conversión de Egipto y Asiria
Sal 87

Aquel día los egipcios serán como mujeres: se asustarán y temblarán ante la mano que el Señor Todopoderoso agita contra ellos.
17 Judea será el espanto de Egipto: sólo mencionarla, le producirá terror, por el plan que el Señor Todopoderoso planea contra él.
18 Aquel día habrá en Egipto cinco ciudades que hablarán la lengua de Canaán y que jurarán por el Señor Todopoderoso; una de ellas se llamará Ciudad del Sol.
19 Aquel día habrá en medio de Egipto un altar del Señor y un monumento al Señor junto a la frontera.
20 Serán signo y testimonio del Señor Todopoderoso en territorio egipcio. Si claman al Señor contra el opresor, él les enviará un salvador y defensor que los libre.
21 El Señor se manifestará a los egipcios, y ellos reconocerán aquel día al Señor. Le ofrecerán sacrificios y ofrendas, harán votos al Señor y los cumplirán.
22 El Señor herirá a los egipcios: los herirá y los sanará; ellos volverán al Señor, él los escuchará y los sanará.
23 Aquel día habrá una calzada de Egipto a Asiria: los asirios irán a Egipto y los egipcios a Asiria; los egipcios con los asirios darán culto a Dios.
24 Aquel día Israel será mediador entre Egipto y Asiria, será una bendición en medio de la tierra;
25 porque el Señor Todopoderoso lo bendice diciendo: ¡Bendito mi pueblo, Egipto, y la obra de mis manos, Asiria, y mi herencia, Israel!

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 19,1-15Contra Egipto. En la Biblia, Egipto es siempre un símbolo negativo para Israel por el recuerdo de su esclavitud; de ahí que ningún profeta recomienda coaliciones con este país. Este oráculo predice la ruina que sobrevendrá a los egipcios dada su desorganización interna (2-4); el mal manejo económico (5-10), y la corrupción e incompetencia de sus funcionarios (11-15); en estas condiciones nada se puede esperar de Egipto, según el profeta. No es difícil deducir que un reino débil en su interior sea presa fácil de los invasores. No es que el Señor entregue el país a un dominador duro, sino que las mismas circunstancias de ese pueblo lo hacen vulnerable al dominio extranjero. Recuérdese que para el hombre antiguo y, en este caso, para el israelita, todo procede de Dios, todo es obra suya; por eso, en la mentalidad del profeta, toda la anarquía y el desastre interno de Egipto son consecuencia del espíritu de vértigo que ha infundido el Señor a quienes dirigen aquel país.


Isaías 19,16-25Conversión de Egipto y Asiria. Estos versículos probablemente fueron añadidos al oráculo anterior en una época muy posterior y diferente a la del Primer Isaías, cuando ya incluso habitan judíos en Egipto. Encontramos aquí seis anuncios proféticos sobre ese país introducidos cada uno con la expresión «en aquel día» (16.18.19.23.24). No hay que entender aquí una anticipación de lo que sucedería en el futuro, sino la constatación de lo que está viviendo en su tiempo el autor de estos versículos; es decir, colonos judíos establecidos en Egipto (cfr. Jer_44:1). Se subraya la reconciliación entre Egipto, Israel y Asur y la bendición de la que son objeto gracias a la propia bendición de Israel. La reconciliación conlleva de por sí muchas bendiciones.