Proverbios 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1

PRIMERA COLECCIÓN
Finalidad de los Proverbios

Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel,
2 para adquirir sabiduría y educación,
para entender máximas inteligentes,
3 para obtener una educación acertada:
justicia, derecho y rectitud,
4 para enseñar sagacidad al incauto,
saber y reflexión al muchacho
5 – lo escucha el sensato y aumenta el saber,
el inteligente adquiere destreza– ,
6 para entender proverbios y refranes,
máximas y enigmas.
7 Respetar al Señor es el principio de la sabiduría;
los necios desprecian la sabiduría y la educación.
8

Consejos a los jóvenes

Hijo mío, escucha los avisos de tu padre,
no rechaces las enseñanzas de tu madre,
9 pues serán hermosa diadema en tu cabeza
y collar en tu garganta.
10 Hijo mío, si intentan engañarte
los pecadores, no lo permitas.
11 Si te dicen: Ven con nosotros,
preparemos una trampa mortal
y acechemos al inocente sin motivo;
12 nos lo tragaremos vivo, como el Abismo;
enterito, como a los que bajan a la tumba;
13 obtendremos magníficas riquezas
y llenaremos nuestra casa de botín.
14 Comparte tu suerte con nosotros,
tendremos una bolsa común,
15 hijo mío, no los acompañes en su camino;
aparta tus pasos de su senda,
16 porque sus pies corren a la maldad
y se apresuran a derramar sangre.
17 Pero aunque no vale la pena poner una trampa
si la ven los pájaros,
18 ellos se la tienden a sí mismos
y ponen su vida en peligro.
19 Tal es la suerte de la codicia sin límite,
que quita la vida a su dueño.
20

Invitación a la Sabiduría

La Sabiduría proclama por las calles,
en las plazas levanta la voz;
21 grita en lo más ruidoso de la ciudad,
y en las plazas públicas pregona:
22 ¿Hasta cuándo, inmaduros, amarán la inmadurez,
y ustedes, insolentes, vivirán en la insolencia,
y ustedes, necios, odiarán el saber?
23 Presten atención a mis correcciones,
y les abriré el corazón comunicándoles mis palabras.
24 Los llamé y no quisieron oírme;
extendí la mano, y no me hicieron caso;
25 rechazaron mis consejos,
no aceptaron mi corrección;
26 pues yo me reiré de su desgracia,
me burlaré cuando estén muertos de miedo.
27 Cuando los alcance como tormenta el terror,
cuando les llegue como huracán la desgracia,
cuando los sorprenda la angustia y el sufrimiento,
28 entonces llamarán, y no los escucharé;
me buscarán, y no me encontrarán.
29 Porque aborrecieron el saber
y no escogieron el respeto del Señor;
30 no aceptaron mis consejos,
despreciaron mis advertencias;
31 comerán el fruto de su conducta,
y se saciarán de sus planes.
32 La rebeldía da muerte a los irreflexivos,
la despreocupación acaba con los imprudentes;
33 pero el que me obedece vivirá tranquilo,
seguro y sin temer mal alguno.

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Introducción a Proverbios

Sapienciales

Los libros sapienciales forman uno de los grupos de libros bíblicos con perfil propio, netamente distinto de la literatura profética, de los cuerpos legales y de las obras narrativas. Cinco libros forman esta pentápolis de claras fronteras, esta especie de «pentateuco» sapiencial: Proverbios, Job, Eclesiastés (Qohelet), Eclesiástico (Ben Sirá) y Sabiduría. Como el Pentateuco invoca como autor o patrono a Moisés, así tres de estos libros invocan a Salomón como autor.
Un cierto parentesco liga a Job con el Eclesiastés como testigos y actores de una patética controversia sobre el sentido de la vida; por otro lado caminan Proverbios y Eclesiástico, mientras que Sabiduría es un enclave tardío en territorio griego.
El cuerpo sapiencial tiene indudable afinidad con nuestros refranes populares, aforismos cultos y textos didácticos. El propósito de la tarea sapiencial no es la enseñanza intelectual, ni el proponer una especie de catecismo ético, ni indagar el puesto de la vida humana en el orden cósmico. Más bien sería como una «oferta de sensatez», que no una imposición, como guía para todo ser humano.




Proverbios

Forma del libro. Es la obra más típica del cuerpo sapiencial. Bajo el nombre genérico de «meshalim» -proverbios- acoge un conjunto de colecciones de enigmas, sentencias, aforismos, refranes, adagios e instrucciones de carácter ético y moralizante a través de los cuales se transmite una sabiduría popular acumulada durante siglos. Su presentación estimula el esfuerzo de comprensión del oyente o del lector: brevedad, carácter incisivo o enigmático y forma rítmica, al mismo tiempo que facilidad de retención en la memoria.
Las doctrinas o enseñanzas de esta antología tienen dos ejes principales, cada uno con dos polos opuestos: «sensato-necio» y «honrado-malvado». Los términos no son precisos: en el primero pueden entrar dotes naturales de inteligencia y perspicacia, conocimientos adquiridos o destreza en el obrar. Lo mismo podemos decir del segundo eje, que puede referirse a la integridad, la justicia o la inocencia. Estos dos ejes se cruzan, porque la sensatez tiene algo de ético, mientras que la maldad se considera insensata.

Época de composición y autoría del libro. Por su carácter anónimo y el tamaño minúsculo de sus unidades es imposible datar los proverbios. Su composición puede abarcar varios siglos. El prólogo y el epílogo serían obra del recopilador final y, por tanto, posteriores a las otras colecciones. Que Salomón diera impulso a esta corriente de proverbios puede ser realidad o pura leyenda. En realidad, el libro salta las fronteras y las épocas.

Mensaje de los Proverbios. La sensatez es una actividad artesana, atribuida al Dios creador y ofrecida al ser humano para que sea el artífice de su existencia, para que aprenda el sentido de la vida y dé sentido a su propia vida. Para ello, el joven inexperto necesita el apoyo de la experiencia ajena, plural y compartida, que cuaja en refranes, máximas y aforismos; algunos son propios de escuelas de maestros, otros, entregados a la libre circulación ciudadana. Dios está presente en este mundo sapiencial y ético de los Proverbios: posee la sabiduría y concede la sensatez al ser humano; con su aprobación y reprobación consolida el mundo ético.
De una «sabiduría a ras de tierra», el libro va ganando en altura hasta colocar en 8,22-31 a la Sabiduría personificada en la esfera celeste de sus orígenes. Aunque no es Dios ni una divinidad, procede de Dios y precede al mundo; posterior a Dios y anterior al universo, inferior a Dios y superior al mundo. El poeta la presenta como personaje que nace, aprende, actúa.
No se sigue que el poeta se refiera a un ser personal existente fuera del poema, pero con el correr del tiempo esa «sabiduría» tendrá un nombre, Jesucristo, «Sabiduría de Dios», como lo llama San Pablo ( 1Co_1:24 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Proverbios 1,1-7Primera colección (Cap. 1-9). Estos primeros nueve capítulos conforman una especie de introducción a todo el libro, atribuido al redactor final de la obra.

1:1-7 Finalidad de los Proverbios. Tal como es presentada en los primeros 7 versículos, todos los seres humanos sin excepción deben buscar la sabiduría como algo imprescindible para sus vidas. Entendida como un valor máximo, es algo así como una revelación divina que se pone al servicio del ser humano para adquirir vida. El ser humano abandonado a su destino necesita una luz que lo guíe, y para eso viene en su ayuda la sabiduría.


Proverbios 1,8-19Consejos a los jóvenes. Como quien instruye a un hijo, el maestro de sabiduría nos pone en guardia contra quienes intentan introducir a nuevos miembros en las «organizaciones» del mal con artimañas y malos consejos.
Proverbios 1,20-33Invitación a la Sabiduría. Con rasgos de profeta, la sensatez personificada llama en la plaza pública a los insensatos, a los necios e inexpertos, a los imprudentes e insolentes, a centrar su vida en función de una sola cosa: el respeto al Señor (29). Del discurso de la sensatez se desprende que la verdadera sabiduría está en el respeto al Señor; dicho respeto no es otra cosa que cumplir sus leyes y mandatos, única alternativa posible que evita la desgracia. La «tormenta» y el «huracán» (27) son símbolos de una vida que se vive sin perspectivas de plenitud. Saber vivir bien trae como consecuencia la serenidad, la tranquilidad y la seguridad ante los grandes males. El tono de este pregón está muy emparentado con el de Jeremías y en menor medida con el de Isaías. El objetivo no es tanto condenar cuanto llamar al recto juicio, a la sana vivencia y a la rectificación antes de que sea demasiado tarde (28).