Mateo 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 46 versitos |
1

El banquete de bodas
Lc 14,15-24

Jesús tomó de nuevo la palabra y les parábolas:
2 El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
3 Envió a sus sirvientes para llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron ir.
4 Entonces envió a otros sirvientes encargándoles que dijeran a los invitados: Tengo el banquete preparado, mis mejores animales ya han sido degollados y todo está a punto; vengan a la boda.
5 Pero ellos se desentendieron: uno se fue a su campo, el otro a su negocio;
6 otros agarraron a los sirvientes, los maltrataron y los mataron.
7 El rey se indignó y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos e incendió su ciudad.
8 Después dijo a sus sirvientes: El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no se lo merecían.
9 Vayan a los cruces de caminos y a cuantos encuentren invítenlos a la boda.
10 Salieron los sirvientes a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados.
11 Cuando el rey entró para ver a los invitados, observó a uno que no llevaba traje apropiado.
12 Le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado sin traje apropiado? Él enmudeció.
13 Entonces el rey mandó a los guardias: Átenlo de pies y manos y échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
14 Porque son muchos los invitados pero pocos los elegidos.
15

Sobre el tributo al césar
Mc 12,13-17; Lc 20,20-26

Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras.
16 Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron:
– Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial.
17 Dinos tu opinión: ¿es lícito pagar tributo al césar o no?
18 Jesús, adivinando su mala intención, les dijo:
–¿Por qué me tientan, hipócritas?
19 Muéstrenme la moneda del tributo.
Le presentaron un denario.
20 Y él les dijo:
–¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
21 Contestaron:
– Del césar.
Entonces les dijo:
– Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
22 Al oírlo, se sorprendieron, lo dejaron y se fueron.
23

Sobre la resurrección
Mc 12,18-27; Lc 20,27-40

En aquella ocasión se acercaron unos saduceos – que niegan la resurrección– y le dijeron:
24 – Maestro, Moisés mandó que, cuando uno muera sin hijos, su hermano se case con la viuda para dar descendencia al hermano difunto.
25 Pues bien, había en nuestra comunidad siete hermanos. El primero se casó, murió sin tener hijos y dejó la mujer a su hermano.
26 Lo mismo pasó con el segundo y el tercero, hasta el séptimo.
27 Después de todos murió la mujer.
28 Cuando resuciten, ¿de cuál de los siete será mujer? Pues todos fueron maridos suyos.
29 Les contestó Jesús:
– Están equivocados por no conocer la Escritura ni el poder de Dios.
30 Cuando resuciten, no se casarán ni los hombres ni las mujeres, sino que serán como ángeles en el cielo.
31 Y a propósito de la resurrección, ¿no han leído lo que les dice Dios:
32 Yo soy el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob.
No es Dios de muertos, sino de vivos?
33 La multitud al oírlo estaba asombrada de su enseñanza.
34

Sobre el precepto más importante
Mc 12,28-34; Lc 10,25-28

Al saber los fariseos que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron alrededor de él;
35 y uno de ellos, [doctor en la ley] le preguntó maliciosamente:
36 – Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la ley?
37 Le respondió:
–Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
y con toda tu mente.
38 Éste es el precepto más importante;
39 pero el segundo es equivalente:
Amarás al prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos dependen la ley entera y los profetas.
41

Sobre el Mesías y David
Mc 12,35-37; Lc 20,41-44

Estando reunidos los fariseos, Jesús les hizo esta pregunta:
42 –¿Qué piensan acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?
Le respondieron:
– De David.
43 Él les dijo:
– Entonces, ¿cómo David, inspirado, lo llama Señor, diciendo:
44 Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies?
45 Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?
46 Ninguno pudo darle una respuesta, y en adelante nadie se atrevió a hacerle preguntas.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 22,1-14El banquete de bodas. En el fondo de esta parábola está la respuesta de la comunidad de Mateo a la pregunta: ¿qué es el reinado de Dios? La parábola tiene dos partes: los invitados al banquete (1-10) y el comensal sin traje apropiado (11-14). La parábola expresa la relación entre el Señor y sus invitados, entre los cuales hay dos categorías: 1. Los invitados que se autoexcluyen del banquete por intereses personales de poder: «uno se fue a su campo, el otro a su negocio» (5). Además de dueños de campos y negocios eran unos asesinos (6). No son dignos de entrar en el reino porque han rechazado la propuesta de Dios. 2. Los segundos, malos y buenos, están en los cruces de los caminos. La sala que se había preparado se llena de estos nuevos comensales que inicialmente estaban excluidos porque aceptan y acogen con gozo la invitación al banquete del reino. Por eso concluye este pasaje: «son muchos los invitados pero pocos los elegidos» (14).
En la segunda parte (11-14) se añade un elemento nuevo a la parábola que cambia la perspectiva que hasta ahora llevaba el relato. La presencia del rey ofrece la clave del juicio que recae sobre cada uno de los invitados al banquete. En este marco de referencia tiene sentido la pregunta por el traje de fiesta. Para entrar en el banquete del reino es necesario un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas de Jesús. No todos los invitados al banquete (los llamados) se encontrarán al fin con los elegidos (14). Lo que convierte a los invitados en elegidos es el amor encarnado en las circunstancias concretas de la vida (25,31-46).


Mateo 22,15-22Sobre el tributo al césar. Desde aquí hasta el final del capítulo encontramos cuatro preguntas y cuatro respuestas que muestran la creciente tensión entre Jesús y las autoridades judías.
En la primera cuestión ve Mateo un complot, protagonizado por discípulos de los fariseos y herodianos. Los discípulos de los fariseos pueden preguntar fingiendo una curiosidad inocente; los herodianos son adictos a un poder establecido o respaldado por los romanos. El asunto en discusión es el tributo debido al césar. Este impuesto fue una realidad que sufrieron tanto el pueblo judío como las comunidades cristianas bajo el dominio del imperio romano. La pregunta intenta conducir a Jesús a un terreno en extremo peligroso. Es la vertiente económica de la política, en la cual se juega la lealtad y sumisión al poder imperial. Los recaudadores iban a veces acompañados por soldados romanos. La respuesta de Jesús es habilísima: si reconocen el curso legal de la moneda (20) es que han entrado en el sistema económico y deben aceptar sus consecuencias. Pero por encima de cualquier poder humano está Dios. Jesús rompe los hilos de la red que le tienden y eleva su enseñanza a un nivel superior, de más alto alcance. El principio, en su formulación lapidaria (21), ha sido fuente de inspiración y de interpretaciones o aplicaciones diversas, no siempre acertadas.
Jesús no tuvo intención de dividir el mundo en dos reinos (el de Dios y el del césar) poniéndolos en un plano de igualdad. Tampoco quiso establecer dos órdenes separados: uno humano, otro divino que nada tiene que ver con las cuestiones terrenas. El estado no es el valor supremo, y por eso Jesús se apresura a poner en claro que mucho más importantes son los deberes para con Dios, quien siempre nos remite al otro, a todos los rostros humanos doloridos, porque la mayor gloria de Dios es que el pobre viva.
La moneda que lleva la efigie del césar le pertenece a él en calidad de tributo, pero el ser humano, que lleva impresa la imagen de Dios, se debe a su Creador. Por eso, si el estado llegara alguna vez a reclamar algo de lo que pertenece en exclusividad a Dios, entonces «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch_5:29).
Pertenecemos a un mundo donde hay muchas formas de idolatría, especialmente la idolatría del mercado al que se le rinde tributo a costa de la propia conciencia y de la dignidad de sus servidores. Los nuevos dioses ciudadanos -el mercado del consumo, la moda, el espíritu de competencia desleal, las armas, el poder, el dinero, el prestigio...- reclaman culto, sacrificios, adoración, adhesión fanática e irracional. Estamos sumergidos en el mundo y no podemos escapar físicamente de él, pero Jesús nos invita a mantener nuestra conciencia libre y autónoma. Al reinado de Dios lo que pertenece a Él, y a los reinos del mundo del mercado lo que les pertenece a ellos.
Mateo 22,23-33Sobre la resurrección. Lucas nos ofrece una entretenida ilustración sobre los saduceos y la resurrección (Hch_23:6-10); en ese punto, los saduceos eran enemigos de los fariseos. Para el lector cristiano es inevitable el recuerdo de 1Co_15:12.
Los saduceos basan su caso en la ley del levirato, en virtud de la cual el cuñado debe tomar a la viuda sin hijos de su hermano para darle un hijo y perpetuar el nombre del difunto (Deu_25:5-10; Rut 4). La presentación del caso es claramente burlesca.
Jesús responde de frente. El planteamiento va desencaminado, porque supone que la otra vida es repetición y prolongación de la presente. La vida del resucitado es obra del poder de Dios y es Él quien establece la nueva condición humana (cfr. 1Co_15:35-53). Después cita un texto del Pentateuco (texto sagrado que reconocen los saduceos) en el que Dios mismo se presenta y define (Éxo_3:6): el Dios de la Escritura no es un dios infernal, sino vivo, de la vida y de los vivos.
Mateo 22,34-40Sobre el precepto más importante. La pregunta se explica porque los fariseos contaban 613 preceptos en la Ley. Había que saberlos y practicarlos todos. Jesús responde combinando Deu_6:5 con Lev_19:18. Para Jesús, el fundamento de la relación con Dios y con el prójimo es el amor solidario. La integración de los dos amores, de Dios y del prójimo, es su enseñanza fundamental.
La Ley y los Profetas son toda la Escritura (Mat_7:12), pues bien: el amor es la clave de la Escritura, el indispensable principio unificador que elimina toda posible dispersión y el criterio básico de discernimiento. No se puede observar de verdad la Ley si falta el amor (Rom_13:9; Gál_5:14; Stg_2:8).
Desde una perspectiva cristiana, sin amor al prójimo no hay amor a Dios, no hay verdadero cumplimiento de la voluntad de Dios, ni se alcanza esa justicia superior que preconiza el sermón del monte (Stg_5:20). El amor al prójimo no sustituye el amor de Dios ni se identifica con él, pero es tan importante como amar a Dios (cfr. 1Jn_4:20). Al colocar estos dos mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda vida religiosa.
Mateo 22,41-46Sobre el Mesías y David. Ahora es Jesús quien abre el debate. La respuesta a la primera pregunta (42) era fácil de responder y de conocimiento común. Pero la segunda pregunta (45) hace referencia a la relación entre el Mesías y el Hijo de Dios. Se trata de un texto de la Escritura (Sal_110:1) en el que David, a quien se atribuyen los Salmos, llama «Señor» al Mesías. David está llamando «Señor» a su descendiente, cuando es el hijo el que llama «Señor» a su padre, y no al revés. Así muestra David que el Mesías no es un mero descendiente suyo.
Muchos judíos esperaban al Mesías como liberador político y solía asociarse al título de Hijo de David. La doble pregunta de Jesús apunta al origen divino y a la verdadera naturaleza del Mesías. Jesús es Hijo de Dios en razón del linaje humano (cfr. 1,1), pero en su condición de Hijo de Dios es «Señor» de David y superior a él (cfr. 3,17; 16,16; 17,5; 27,54).
La frase final muestra la sabiduría superior de Jesús para interpretar las Escrituras. Sus oponentes, que presumían de un gran conocimiento, son reducidos al silencio (46).