Numeros  27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

Herencia de las hijas

Se acercaron las hijas de Salfajad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, del clan de Manasés, hijo de José, que se llamaban Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá,
2 y se presentaron a Moisés, a Eleazar, a los jefes y a la comunidad entera a la entrada de la tienda del encuentro, y declararon:
3 – Nuestro padre ha muerto en el desierto. No era de la banda de Córaj, de los que se rebelaron contra el Señor, sino que él murió por su propio pecado. Y no ha dejado hijos.
4 Porque no haya dejado hijos no va a borrarse el nombre de nuestro padre dentro de su clan. Danos a nosotras una propiedad entre los hermanos de nuestro padre.
5 Moisés presentó la causa al Señor,
6 y el Señor dijo a Moisés:
7 – Las hijas de Salfajad tienen razón. Dales alguna propiedad en herencia entre los hermanos de su padre; pásales a ellas la herencia de su padre.
8 Después di a los israelitas: Cuando alguien muera sin dejar hijos, pasarán la herencia a su hija;
9 si no tiene hijas, darán la herencia a sus hermanos;
10 si no tiene hermanos, darán la herencia a los hermanos de su padre;
11 si su padre no tiene hermanos, darán la herencia al pariente más cercano entre los de su clan; éste recibirá la herencia. Ésta es para los israelitas la norma justa, como el Señor se lo ordenó a Moisés.
12

El Señor anuncia a Moisés su muerte

El Señor dijo a Moisés:
– Sube al monte Abarín y mira la tierra que voy a dar a los israelitas.
13 Después de verla te reunirás también tú con los tuyos, como ya Aarón, tu hermano, se ha reunido con ellos.
14 Porque se rebelaron en el desierto de Sin, cuando la comunidad protestó, y no les hicieron ver mi santidad junto a la fuente, Meribá, en Cades, en el desierto de Sin.
15 Moisés dijo al Señor:
16 – Que el Señor, Dios de los espíritus de todos los vivientes, nombre un jefe para la comunidad;
17 uno que salga y entre al frente de ellos, que los lleve en sus entradas y salidas. Que no quede la comunidad del Señor como rebaño sin pastor.
18 El Señor dijo a Moisés:
– Toma a Josué, hijo de Nun, hombre de grandes cualidades, impón la mano sobre él,
19 preséntaselo a Eleazar, el sacerdote, y a toda la comunidad, dale instrucciones en su presencia
20 y delégale parte de tu autoridad, para que la comunidad de Israel le obedezca.
21 Se presentará a Eleazar, el sacerdote, que consultará por él al Señor por medio de las suertes, y conforme al oráculo saldrán y entrarán él y todos los israelitas, toda la comunidad.
22 Moisés hizo lo que el Señor le había mandado: tomó a Josué, lo colocó delante del sacerdote Eleazar y de toda la asamblea,
23 le impuso las manos y le dio las instrucciones recibidas del Señor.

Patrocinio

 
 

Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Numeros  27,1-11Herencia de las hijas. Un breve relato ejemplar sirve de marco para legislar sobre el derecho hereditario de la mujer en Israel. Sabemos que la mujer dependía toda su vida de un varón: cuando niña, de su padre; cuando adulta, de su marido; si quedaba viuda dependía de su hijo mayor, y si no tenía al menos un hijo varón quedaba completamente desprotegida. La ley que establece el derecho de herencia aun sin tener hermanos varones es lo más justo que pudo intuir el legislador sacerdotal (11).


Numeros  27,12-23El Señor anuncia a Moisés su muerte. Consecuente con el criterio del Señor de que ninguno de los que salieron de Egipto entraría en la tierra prometida -con la única excepción de Josué y Caleb-, el redactor incluye en esta sección netamente legislativa (capítulos 27-30) el anuncio del fin de Moisés y los preparativos para investir a Josué como guía sustituto. La sobriedad del diálogo entre el Señor y Moisés constituye el ejemplo paradigmático para los guías y líderes de cualquier comunidad, ya sean religiosos o políticos. Moisés es consciente de que no es indispensable, y la única preocupación que presenta al Señor es que sea el mismo Señor el que elija a uno del pueblo para que tome sus funciones. No está el proyecto personal del líder por encima del proyecto del pueblo, es el proyecto del pueblo el motivo de las preocupaciones y afanes del líder.
Sobradas experiencias de este tipo tenemos en tantos países y comunidades de donde provenimos; el despotismo y la tiranía que tantas veces hemos tenido que sufrir no tienen otra causa que un dirigente político o religioso que, creyéndose indispensable e insustituible, ha puesto como criterio máximo para todos su proyecto personal.