Tobías 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 19 versitos |
1

Sanación de Tobit

Cuando estaban cerca de Caserín, frente a Nínive,
2 dijo Rafael:
– Tú sabes en qué situación quedó tu padre.
3 Adelantémonos para preparar la casa, antes que llegue tu esposa con los demás.
4 Caminaron los dos juntos, y Rafael le dijo:
– Ten a mano la hiel.
El perro iba detrás de ellos.
5 Ana estaba sentada, con la mirada fija en el camino por donde tenía que llegar su hijo.
6 Tuvo el presentimiento de que llegaba, y dijo al padre:
– Mira, viene tu hijo con su compañero.
7 Rafael dijo a Tobías antes de llegar a casa:
– Estoy seguro de que tu padre recuperará la vista.
8 Úntale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las nubes de los ojos se contraigan y se le desprendan. Tu padre recobrará la vista y verá la luz.
9 Ana fue corriendo a arrojarse al cuello de su hijo, diciéndole:
– Te veo, hijo, ya puedo morirme.
Y se echó a llorar.
10 Tobit se puso de pie, y, tropezando, salió por la puerta del patio.
11 Tobías fue hacia él con la hiel del pez en la mano; le sopló en los ojos, le agarró la mano y le dijo:
–Ánimo, padre.
Le echó el remedio, se lo aplicó
12 y luego con las dos manos le quitó como una piel de los ojos.
13 Entonces su padre lo abrazó llorando, mientras decía:
– Te veo, hijo, luz de mis ojos.
14 Luego añadió:
Bendito sea Dios,
bendito su gran Nombre,
benditos sean todos
sus santos ángeles por siempre.
Que su Nombre
se invoque sobre nosotros.
Que su nombre glorioso
nos proteja,
15 porque si antes me castigó,
ahora veo a mi hijo, Tobías.
Tobías entró en la casa contento y bendiciendo a Dios en alta voz. Luego le contó a su padre lo bien que les había salido el viaje: traía el dinero y se había casado con Sara, la hija de Ragüel:
– Está ya cerca, a las puertas de Nínive.
16 Tobit salió al encuentro de su nuera, hacia las puertas de Nínive. Iba contento y bendiciendo a Dios, y los ninivitas, al verlo caminar con paso firme y sin ninguna ayuda, se sorprendían.
17 Tobit les confesaba abiertamente que Dios había tenido misericordia y le había devuelto la vista. Cuando llegó cerca de Sara, mujer de su hijo Tobías, la bendijo diciendo:
–¡Bienvenida, hija! Bendito sea tu Dios, que te ha traído aquí. Bendito sea tu padre, bendito mi hijo, Tobías, y bendita tú, hija. ¡Bienvenida a ésta tu casa! Que goces de alegría y bienestar. Entra, hija.
18 Todos los judíos de Nínive celebraron aquel día una gran fiesta,
19 y Ajicar y Nadab, los sobrinos de Tobit, fueron a casa de Tobit a compartir su alegría.

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 11,1-19Sanación de Tobit. A partir del capítulo 4 había entrado en escena la providencia divina en la persona de Tobías, quien, guiado por el ángel Rafael, va a poner remedio a los males que padecen su padre y la hija de Ragüel. Primero devuelve la salvación, la paz y la alegría a Sara y luego devuelve la salud y la alegría a su padre, sanándolo de la ceguera. Esta visita de la providencia divina al anciano y piadoso Tobit constituye el tema de nuestra lectura. Aparte de la aplicación de la hiel del pez, intervienen otros factores que hacen de la sanación de Tobit un verdadero milagro y no simplemente el resultado de un artificio mágico: la presencia del ángel Rafael, las palabras del hijo exhortando a su padre a la confianza y sobre todo la acción de gracias del propio Tobit, que atribuye su sanación a Dios. Como dice el libro de la Sabiduría a propósito de las sanaciones en el desierto: «No los sanó hierba ni ungüento alguno, sino tu palabra, Señor, que lo sana todo» (Sab_16:12).