I Samuel 21 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1

David, en Nob

David emprendió la marcha, y Jonatán volvió a la ciudad. David llegó a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec. Éste salió ansioso a su encuentro y le preguntó:
–¿Por qué vienes solo, sin nadie que te acompañe?
2 David le respondió:
– El rey me ha encargado un asunto y me ha dicho que nadie sepa una palabra de sus órdenes y del asunto que me encargaba. A los muchachos los he citado en tal sitio.
3 Ahora dame cinco panes, si los tienes a mano, o lo que tengas.
4 El sacerdote le respondió:
– No tengo pan ordinario a mano. Sólo tengo pan consagrado; con tal que los muchachos se hayan abstenido de tener relaciones con mujeres.
5 David le respondió:
– Seguro. Siempre que salimos a una campaña, aunque sea de carácter profano, nos abstenemos de mujeres. ¡Con mayor razón tendrán hoy sus cuerpos en estado de pureza!
6 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, porque no había allí más pan que el presentado al Señor, el que se retira de la presencia del Señor, cuando se lo reemplaza por pan fresco.
7 Estaba allí aquel día, detenido en el templo, uno de los empleados de Saúl; se llamaba Doeg, edomita, jefe de los pastores de Saúl.
8 David preguntó a Ajimélec:
–¿No tienes a mano una lanza o una espada? Ni siquiera traje la espada ni las armas, porque el encargo del rey era urgente.
9 El sacerdote respondió:
– La espada de Goliat, el filisteo, al que mataste en el Valle de Elá. Ahí la tienes, envuelta en un paño, detrás del efod. Si la quieres, llévatela; aquí no hay otra.
David dijo:
–¡No hay otra espada mejor que ésa! Dámela.
10

David, en Gat

Ese mismo día, David partió y huyó lejos de Saúl, llegó a donde estaba Aquís, rey de Gat.
11 Pero los ministros de Aquís comentaron con el rey:
–Ése es David, rey del país. ¿No le cantaban a éste danzando: Saúl mató a mil, David a diez mil?
12 No se le escapó a David aquel comentario, y tuvo miedo de Aquís, rey de Gat.
13 Entonces cambió su conducta ante ellos; fingiéndose loco cuando iban a apresarlo, se puso a arañar las puertas, dejándose caer la baba por la barba.
14 Entonces Aquís dijo a sus cortesanos:
–¡Si ese hombre está loco! ¿A qué me lo han traído?
15 ¿Ando escaso de tontos para que me traigan éste a hacer tonterías? ¿A qué viene éste a mi palacio?

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 21,1-10David, en Nob. El sacerdote conocía a David y su alto cargo en la corte, pero no sabe nada de la nueva situación. No parece tener relaciones con Samuel, el juez-profeta. David busca dos cosas elementales: pan para mantener la vida y una espada para defenderla. Lo que encuentra es de buen augurio: pues, ¿qué mejor pan que el consagrado al Señor?, ¿y qué mejor espada que la del filisteo? Mat_12:1-4 aduce este uso profano del pan consagrado, en caso de necesidad, para defender a los discípulos hambrientos que arrancan espigas en sábado.


I Samuel 21,11-16David, en Gat. David utiliza la astucia para escapar vivo de una posible venganza del rey de Gat por los grandes estragos infligidos a los filisteos. Nótese el recuerdo de lo que las muchachas cantaban al paso de David, «Saúl mató a mil, David a diez mil». David entiende que se ha metido en territorio equivocado.