I Macabeos 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Tolomeo VI en Antioquía

El rey de Egipto reunió un ejército numeroso, como la arena de la playa, e intentó apoderarse astutamente del imperio de Alejandro, para anexionarlo a su propio imperio.
2 Marchó hacia Siria con pretextos pacíficos, y la gente de las ciudades le abría las puertas y salía a recibirlo, porque el rey Alejandro había dado orden de hacerle recibimientos, por ser su yerno.
3 Pero a medida que entraba en las ciudades, Tolomeo iba dejando en todas una guarnición militar.
4 Cuando llegaron cerca de Asdod le enseñaron el santuario incendiado de Dagón, Asdod y sus alrededores en escombros, los cadáveres esparcidos y los cuerpos calcinados en la guerra con Jonatán porque los habían amontonado a lo largo del camino.
5 Le contaron lo que había hecho Jonatán, para que el rey lo reprobara; pero el rey calló.
6 Jonatán salió a recibirlo en Jafa, fastuosamente. Se saludaron y pernoctaron allí.
7 Luego Jonatán acompañó al rey hasta el río Eléutero y regresó a Jerusalén.
8 Pero el rey Tolomeo se apoderó de las ciudades de la costa hasta Seleucia del Mar, tramando planes siniestros contra Alejandro,
9 y envió al rey Demetrio unos embajadores con este mensaje: Vamos a hacer un pacto; te daré a mi hija, la mujer de Alejandro, y reinarás en el imperio de tu padre.
10 Estoy arrepentido de haberle dado mi hija, porque ha intentado matarme.
11 Lo calumnió porque codiciaba su imperio.
12 Le quitó su hija y se la dio a Demetrio. Así rompió con Alejandro, y su enemistad se hizo pública.
13 Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la corona de Asia; así, ciñó su frente con dos coronas: la de Egipto y la de Asia.
14 El rey Alejandro estaba en Cilicia por aquel entonces, porque se habían sublevado los de aquellas provincias.
15 Pero, en cuanto se enteró, marchó contra Tolomeo para atacarle. Tolomeo salió a enfrentarse con él con un ejército poderoso, y lo hizo huir.
16 Alejandro huyó a Arabia en busca de protección, mientras que el rey Tolomeo quedaba vencedor.
17 El árabe Zabdiel decapitó a Alejandro y envió la cabeza a Tolomeo.
18 El rey Tolomeo murió dos días después, y los habitantes de las plazas fuertes asesinaron a las guarniciones acantonadas allí.
19

Demetrio II y Jonatán

Demetrio subió al trono el año ciento sesenta y siete.
20 Por entonces Jonatán reunió a los de Judá para atacar la fortaleza de Jerusalén e instaló en ella muchas máquinas de guerra.
21 Unos malos patriotas, renegados, fueron a decir al rey que Jonatán tenía cercada la fortaleza.
22 El rey se puso furioso al oírlo, y emprendió inmediatamente la marcha hacia Tolemaida; escribió a Jonatán que no continuara el asedio y que fuera a entrevistarse con él cuanto antes en Tolemaida.
23 Cuando Jonatán se enteró, ordenó continuar el asedio; escogió un grupo de ancianos y sacerdotes de Israel, y se lanzó al peligro.
24 Con plata y oro, ropas y otros muchos regalos, fue a presentarse al rey en Tolemaida, y lo halló favorable.
25 Algunos compatriotas renegados lo acusaban,
26 pero el rey lo trató como sus predecesores, honrándolo ante todos sus amigos;
27 lo confirmó en el puesto de sumo sacerdote y las demás dignidades que tenía antes, y lo puso en el rango superior de los grandes del reino.
28 Jonatán pidió al rey que eximiera de impuestos a Judá y los tres distritos de Samaría, y le prometió unos nueve mil kilos de plata.
29 El rey lo aprobó, y le escribió sobre este punto la siguiente carta:
30 El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y al pueblo judío.
31 Les enviamos, a título de información, copia de la carta que escribimos a nuestro pariente Lástenes acerca de ustedes:

32 El rey Demetrio saluda a su pariente Lástenes.

33 Por sus buenos sentimientos hacia nosotros, hemos determinado favorecer a nuestros amigos los judíos, que respetan nuestros derechos.

34 Les confirmamos los límites territoriales de Judá y los tres distritos de Samaría – Ofrá, Lida y Ramá– que se añadieron a Judá, con todos sus alrededores, en beneficio de los sacerdotes de Jerusalén, como compensación por los impuestos que pagaban al rey anualmente por los productos agrícolas y la fruta.

35 En cuanto a los demás ingresos nuestros a los que tenemos derecho, los diezmos y los tributos de las salinas y las coronas, se los cedemos desde este momento.

36 Es una determinación irrevocable, que surtirá efecto a partir de hoy.

37 Manden sacar una copia de este documento, que entregarán a Jonatán y la expondrán en el monte santo, en un sitio visible.

38 Cuando el rey Demetrio vio que el país quedaba tranquilo bajo su mando, eliminada toda resistencia, licenció todas sus tropas, cada uno a su casa, excepto los mercenarios extranjeros que había reclutado en ultramar. Así se ganó la hostilidad de los soldados movilizados en tiempo de sus antepasados.

39 Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todos los soldados protestaban contra Demetrio, se presentó a Imalcúe, el árabe preceptor de Antíoco, hijo de Alejandro,

40 y lo presionó para que se lo entregara a fin de que reinara en lugar de su padre. Le contó lo que había hecho Demetrio y lo impopular que era entre sus soldados. Trifón se quedó allí muchos días.

41 Jonatán envió a pedir al rey Demetrio que retirara a los de la fortaleza de Jerusalén y a las guarniciones de las plazas fuertes, que hostigaban continuamente a Israel.

42 Demetrio le remitió esta respuesta: Por ti y por tu pueblo no sólo haré eso, sino que los colmaré de honores, a ti y a tu pueblo, en cuanto tenga ocasión.

43 Ahora hazme el favor de enviarme gente que luche en mi favor, porque todos mis soldados han desertado.

44 Jonatán le envió tres mil hombres aguerridos a Antioquía. Cuando se presentaron al rey, éste se alegró de su llegada.

45 La población, unas ciento veinte mil personas, organizó una manifestación en el centro de la ciudad con la intención de asesinar al rey.

46 El rey se refugió en su palacio; los vecinos de la ciudad ocuparon las salidas de la villa y empezaron el asalto.

47 Entonces el rey llamó a los judíos en su ayuda; inmediatamente se congregaron todos en torno de él; luego se esparcieron por la ciudad, y mataron aquel día a unos cien mil,

48 e incendiaron la ciudad, después de recoger un cuantioso botín. Así salvaron al rey.

49 Al ver los de la ciudad que los judíos se habían apoderado de la villa a placer, se acobardaron y clamaron al rey, suplicándole:

50– Hagamos las paces, y que los judíos dejen de atacarnos a nosotros y a la ciudad.

51 Rindieron las armas e hicieron la paz. Los judíos se cubrieron de gloria delante del rey y de todos los súbditos de su imperio; luego regresaron a Jerusalén con un abundante botín.

52 El rey Demetrio ocupó su trono real, y el país quedó en paz bajo su mando.

53 Pero no cumplió ninguna promesa; se distanció de Jonatán, y en vez de pagarle los buenos servicios le dio mucho que sufrir.


Intrigas de Trifón

Después de estos sucesos volvió Trifón con Antíoco, un muchacho muy joven todavía, que subió al trono y se ciñó la corona.

55 Se le sumaron todos los soldados que había licenciado Demetrio de mala manera; atacaron a Demetrio, y éste, derrotado, tuvo que huir.

56 Trifón se apoderó de Antioquía utilizando los elefantes.

57 El joven Antíoco escribió a Jonatán: Te confirmo en el puesto de sumo sacerdote, te pongo al frente de los cuatro distritos y te confirmo grande del reino.

58 Y le envió una vajilla de oro con todo el servicio completo, autorizándole a beber en copas de oro, a vestirse de púrpura y usar prendedor de oro.

59 A su hermano Simón lo nombró gobernador militar en la zona que comprende desde la Escala de Tiro hasta la frontera de Egipto.

60 Jonatán marchó a hacer un recorrido por la región y las ciudades del otro lado del río Éufrates. Todo el ejército se le agregó como aliado. Al llegar a Ascalón, los habitantes de la ciudad lo recibieron con todos los honores.

61 De allí marchó a Gaza, pero los de Gaza le cerraron las puertas; entonces la cercó; saqueó los alrededores y los incendió.

62 Los de Gaza pidieron la paz a Jonatán; se la concedió, pero retuvo como rehenes a los hijos de las autoridades y los envió a Jerusalén. Luego prosiguió su viaje a través del país, hasta Damasco.

63 Cuando se enteró de que los oficiales de Demetrio se encontraban en Cades de Galilea con un gran ejército, en plan de estorbarle su proyecto,

64 salió a hacerles frente, dejando en la región a su hermano Simón.

65 Simón cercó Bet-Sur, la atacó durante muchos días, apretando el asedio.

66 Los de la ciudad le pidieron la paz, y se la concedió; pero les hizo evacuar la ciudad, la ocupó y puso en ella una guarnición.

67 Jonatán y su ejército acamparon junto al lago de Genesaret; de madrugada fueron a la llanura de Jasor

68 y se encontraron con que el ejército de extranjeros avanzaba hacia ellos por la llanura y les había puesto emboscadas en los montes; ellos iban de frente.

69 Cuando surgieron los emboscados y se trabó el combate,

70 todos los de Jonatán huyeron; no quedó ni uno, fuera de Natatías, hijo de Absalón, y Judas, hijo de Alfeo, oficiales del ejército.

71 Jonatán se rasgó las vestiduras, se echó tierra a la cabeza y oró.

72 Luego volvió a la lucha contra el enemigo y les hizo emprender la huida.

73 Al ver esto, los que se le habían marchado se le incorporaron de nuevo, persiguieron juntos al enemigo hasta su campamento de Cades y acamparon allí.

74 Los extranjeros tuvieron aquel día unas tres mil bajas. Jonatán volvió luego a Jerusalén.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 11,1-18Tolomeo VI en Antioquía. Estamos ante una página magistral que demuestra la fragilidad de los pactos entre emperadores o poderosos, al estar mediados casi siempre por el engaño, la calumnia, la muerte, la codicia y la ambición de poder. Todo lo contrario con el pacto o alianza de Dios con su pueblo, mediado siempre por la fidelidad y la misericordia. Cristo también selló con su sangre un pacto de amor con la humanidad, que se rompe cuando la injusticia y la violencia excluyen el proyecto de Jesús para incluir el proyecto de los codiciosos y ambiciosos. Restablecer el amor y la justicia en el mundo es la única manera de respetar y hacer visible la alianza con Dios y su Hijo Jesucristo en el mundo de hoy.
La mujer es presentada como un premio mayor en manos del padre, que lo entrega al que más se acerque a sus intereses. Así, Cleopatra pasa de Alejandro a Demetrio sin que en algún momento se le consulte. Un signo de patriarcalismo que aún sigue vigente.


I Macabeos 11,19-53Demetrio II y Jonatán. La historia y los personajes se repiten, solo cambian los años y la descendencia. Demetrio II llega al poder y los judíos «renegados» aprovechan para hablarle mal de Jonatán. La diferencia con los relatos anteriores es que Demetrio, antes de iniciar una guerra, invita a Jonatán a un diálogo en Tolemaida. El autor entusiasma a sus lectores contando los detalles de la habilidad diplomática de Jonatán y la «bondad» de Demetrio II, que ratifica sus privilegios y concede otros al pueblo judío.
Cuesta entender que el ejército judío termine al servicio de emperadores que han tejido por siglos historias de opresión y esclavitud para él. El autor, en su intención de resaltar la figura de los Macabeos, describe el contraste entre la fidelidad de Jonatán a lo pactado y la traición de Demetrio II, quien en la primera oportunidad incumple los acuerdos. De nuevo se confirma que los pactos de los poderosos son flor de un día.
I Macabeos 11,54-74Intrigas de Trifón. La historia se repite. Los herederos de Lisias y Antíoco V siguen enfrentados: Demetrio II contra Antíoco VI. Jonatán vuelve a estar en medio de los oponentes. Antíoco VI lo confirma como sumo sacerdote y como «grande en el reino» (57). Hay que resaltar la entrada en escena de Simón, hermano de Jonatán, nombrado gobernador militar y protagonista de una importante acción militar. El autor comienza a prepararnos para el traspaso de poder de Jonatán a Simón Macabeo. Pero antes de la despedida, el autor le tributa un homenaje a Jonatán, describiendo una batalla «fantástica» donde abandonado por su ejército, decide él solo, acompañado de dos oficiales y en una actitud de penitencia y oración, enfrentar el ejército enemigo compuesto por millares de militares. Lo que se presagiaba como una segura derrota se convierte en una sólida victoria.