Zacarías 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

Diez promesas
Jr 30s; 33; Ez 36,16-38

El Señor Todopoderoso envió este mensaje:
2 Así dice el Señor Todopoderoso:
Siento celos de Sión, celos terribles,
siento de ella unos celos
que me arrebatan.
3 Así dice el Señor Todopoderoso:
Volveré a Sión,
habitaré en medio de Jerusalén;
Jerusalén se llamará Ciudad fiel,
el monte del Señor Todopoderoso,
Monte santo.
4 Así dice el Señor Todopoderoso:
Otra vez se sentarán
ancianos y ancianas
en las calles de Jerusalén,
y habrá hombres tan ancianos
que se apoyarán en bastones;
5 las calles de la ciudad
se llenarán de niños y niñas
que jugarán en la calle.
6 Así dice el Señor Todopoderoso:
Si esto parece imposible
a los ojos del resto de este pueblo,
¿será también imposible para mí?
7 Así dice el Señor Todopoderoso:
Yo salvaré a mi pueblo y lo traeré
de los países de oriente y occidente,
para que habite en Jerusalén.
8 Ellos serán mi pueblo,
yo seré su Dios auténtico y legítimo.
9 Así dice el Señor Todopoderoso:
Anímense a trabajar
los que escucharon estas palabras,
pronunciadas por los profetas,
el día en que se echaron
los cimientos para la construcción
del templo del Señor Todopoderoso.
10 Porque antes no había salario
para hombres ni animales,
no había seguridad
para los que iban y venían,
a causa del enemigo.
Yo enfrentaba unos contra otros.
11 Ahora no trataré
al resto del pueblo
como en tiempos pasados
– oráculo del Señor Todopoderoso– .
12 Sembrarán tranquilos,
la viña dará su fruto,
la tierra dará su cosecha,
el cielo dará su rocío;
todo se lo entrego como herencia
al resto de este pueblo.
13 Así como antes,
pueblo de Judá y pueblo de Israel
fueron maldecidos por los paganos,
así ahora los salvaré
y serán bendecidos.
No teman, anímense.
14 Así dice el Señor Todopoderoso:
Como planeaba desgracias
contra ustedes,
cuando me irritaban sus padres,
y no me arrepentía
– dice el Señor Todopoderoso– ,
15 así cambiaré en estos días
mis planes
para hacer bien a Jerusalén y a Judá.
No teman.
16 Esto es lo que tienen que hacer:
Decir la verdad al prójimo,
juzgar con integridad
en los tribunales;
17 no tramar males
unos contra otros,
no acostumbrarse a jurar en falso,
que yo aborrezco todo eso
– oráculo del Señor– .
18 El Señor Todopoderoso
me dirigió la palabra:
19 Así dice el Señor Todopoderoso:
El ayuno de los meses
cuarto, quinto, séptimo y décimo
se cambiará para Judá en gozo,
alegría y festividad.
Amen la sinceridad y la paz.
20 Así dice el Señor Todopoderoso:
Todavía vendrán pueblos
y vecinos de ciudades populosas;
21 los habitantes de una ciudad
irán a los de otra y les dirán:
Vamos a apaciguar al Señor.
– Yo voy contigo a visitar
al Señor Todopoderoso.
22 Así vendrán pueblos numerosos
y naciones poderosas
a visitar al Señor Todopoderoso
en Jerusalén y a apaciguar al Señor.
23 Así dice el Señor Todopoderoso:
En aquellos días diez hombres
de cada lengua extranjera
agarrarán a un judío
por el borde del manto y le dirán:
Queremos ir con ustedes,
porque hemos oído
que Dios está con ustedes.

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Introducción a Zacarías

ZACARÍAS

Uno o dos Zacarías. La mayoría de los comentaristas modernos distinguen dos partes en el libro (1-8 y 9-14), diversas por el contenido, estilo e intención. La primera se ocupa del templo, la segunda prescinde de él; la primera da mucha importancia a la actividad humana, la segunda sólo se fija en la acción de Dios; la primera estima mucho la profecía, la segunda asiste a su desaparición; la primera es libro de visiones, la segunda de oráculos; en la primera abundan los datos biográficos, en la segunda son escasos; en la primera abundan las fórmulas proféticas, en la segunda las apocalípticas. La primera parte recogería la predicación de Zacarías, contemporáneo de Ageo; la segunda sería obra de otro autor de época posterior.

Zacarías y su época.
Aparece citado, junto con Ageo, en Esd_5:1 y 6,14, como inspirador de la reconstrucción del templo. Probablemente perteneció a una familia sacerdotal y, como tal, fue llamado desde muy joven al servicio del templo. Su actividad se extiende hasta diciembre del 518 a.C. Coincidió por poco tiempo con Ageo, con quien compartió los dos grandes temas de predicación, reconstrucción del templo y la restauración escatológica.
Sobre la época véase la introducción a Ageo. En cuanto al contexto histórico de la segunda parte del libro: Zacarías II (9-14), es muy difícil de precisar. Los nombres mencionados, tales como Asiria, Egipto, etc., más que referirse a una situación presente, evocan el pasado para resaltar que lo que Dios hizo con esos pueblos lo sigue y seguirá haciendo, como Señor de la historia, con otros pueblos.

Mensaje religioso. Zacarías se inserta conscientemente en la línea de los antiguos profetas (1,4), predica la conversión, inculca exigencias éticas, critica el culto sin justicia. Depende de Isaías II (2,10-17) y más de Ezequiel en procedimientos literarios.
Como para Ageo, también para Zacarías la reconstrucción del templo es garantía de la restauración de la era mesiánica. Este futuro mesiánico es descrito en la segunda parte del libro en un estilo visionario que está anticipando ya la literatura apocalíptica. Aunque difícil de entender para nosotros, este Zacarías II es el más citado en el Nuevo Testamento, cuyos autores vieron realizados en la pasión de Jesucristo el simbólico mensaje del profeta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Zacarías 8,1-23Diez promesas. Podríamos denominar este capítulo como un «oráculo múltiple», pues en realidad son diez oráculos en uno solo. Para intentar entenderlo mejor podemos reducirlo a un esquema muy sencillo: promesa-exigencias-efectos hacia el futuro. El profeta parte de una actitud de Dios: Él está celoso por Sión, arde en deseos de volver a habitarla (2), y decide volver; por tanto, promete establecerse de nuevo en ella (3) y poblarla de nuevo (4s). Aunque para muchos sea algo imposible lo que Dios piensa realizar (6), Él está decidido a salvar a su pueblo, Él mismo hará volver a los dispersos (7); con ellos promete restablecer en primer lugar la Alianza: «ellos serán mi pueblo, yo seré su Dios auténtico y legítimo» (8).
Con la restauración de la Alianza vienen las promesas de un cambio de situación que comienza con la normalización de las relaciones interpersonales o, si se quiere, intergrupales (10), cambio de situación en lo que atañe al necesario bienestar y prosperidad (12), que se traduce en bendición (13), y paz (15), elementos esenciales del «shalom» hebreo y del «salam» árabe. Estas promesas, fruto de la decisión divina, implican unos compromisos efectivos (16-19) que tienen que ver tanto con la relación con los demás: justicia y rectitud (16.17a), como con las relaciones con Dios (17b.19). Las promesas inquebrantables de Dios y el esfuerzo del pueblo por cumplir sus compromisos traerán efectos propios a la vida interna (9-15), y a la vida externa: muchos otros se animarán a regresar, pero también pueblos y naciones de otras lenguas llegarán hasta Jerusalén atraídos por las obras del Señor; allí le adorarán y pedirán también ellos su protección (20-23).