Mateo 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

Homenaje de los magos
cfr. Lc 2,8-20

Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Sucedió que unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén
2 preguntando:
–¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos aparecer su estrella y venimos a adorarle.
3 Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén.
4 Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, les preguntó en qué lugar debía nacer el Mesías.
5 Le contestaron:
– En Belén de Judea, como está escrito por el profeta:
6 Tú, Belén, en territorio de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe,
el pastor de mi pueblo, Israel.
7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella;
8 después los envió a Belén con el encargo:
– Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.
9 Y habiendo escuchado el encargo del rey, se fueron. De pronto, la estrella que se les apareció en oriente avanzó delante de ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño.
10 Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría.
11 Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra.
12 Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
13

Huida a Egipto y matanza de inocentes

Cuando se fueron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
– Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14 Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto,
15 donde residió hasta la muerte de Herodes.
Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta:
De Egipto llamé a mi hijo.
16 Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores; según el tiempo que había averiguado por los magos.
17 Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías:
18 Una voz se escucha en Ramá:
muchos llantos y sollozos;
es Raquel que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen
porque ya no viven.
19

Regreso de Egipto

A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto
20 y le dijo:
– Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
21 Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel.
22 Pero, al enterarse que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea
23 y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 2,1-12Homenaje de los magos. He aquí uno de los episodios más bellos de la infancia de Jesús, que ha cautivado y sigue cautivando la imaginación de creyentes y no creyentes, de teólogos, pintores y poetas: el homenaje de los magos. ¿Qué quiere contarnos el evangelista? ¿Un acontecimiento histórico, una leyenda, una reflexión teológica dramatizada sobre el alcance universal del nacimiento del Salvador? Quizás un poco de todo eso. Y con mente abierta debemos adentrarnos en los relatos de todo el capítulo segundo, en donde Mateo va tejiendo, a modo de presentación, el perfil de su personaje.
Desde la noche de los tiempos, la contemplación de la estrellas ha fascinado a hombres y mujeres de todas las religiones y culturas. Las estrellas les han hablado de Dios y del destino del ser humano y han leído en el cambiante mapa astral acontecimientos decisivos de la historia; han visto en la aparición de una nueva estrella el nacimiento de personajes importantes; han asignado a cada pueblo su estrella o constelación. Han soñado, esperado y rezado mirando a las estrellas.
También la cultura bíblica escudriñó en las estrellas el acontecimiento más importante hacia el que tendía toda la historia de Israel: el nacimiento del Mesías-Rey. La secta judía de Qumrán había llegado incluso a confeccionar su horóscopo. En el libro de los Números (24,17), el profeta astrólogo Balaán contempla en el firmamento cómo «avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel».
Sobre este horizonte de historia y de leyenda proyecta el evangelista esta meditación en forma de relato escenificado que contiene ya, en germen, todo lo que nos va a decir a lo largo de su evangelio: Jesús es el heredero de las promesas de Israel, pero también de la esperanza de todos los pueblos de la tierra; es el Mesías-Rey e Hijo de Dios, pero se revela en la humilde fragilidad del niño, hijo de María; su presencia provoca el rechazo de los suyos y la aceptación de los alejados y extranjeros. Los que, dejándolo todo, se lanzan decididamente en su búsqueda, lo encontrarán y se llenarán de la «inmensa alegría» (10) de quienes han entrado, como los magos, en el misterio de la presencia amorosa de Dios (cfr. Mat_5:12; Mat_13:20; Mat_13:44; Luc_1:28; Luc_2:10; Luc_10:20).
La liturgia de la Iglesia ha captado y expresado todo el alcance de la narración de Mateo en el nombre de la fiesta con que celebra la visita de los magos: La Epifanía -manifestación- de Jesús.


Mateo 2,13-23Huida a Egipto y matanza de inocentes - Regreso de Egipto. Historia, leyenda y teología se dan de nuevo la mano en el presente episodio con el que Mateo va a concluir su presentación de Jesús.
La crueldad sanguinaria de Herodes, que afectó al recién nacido y a su familia, es un dato histórico de aquellos tiempos turbulentos por los que atravesaba Palestina bajo la opresión del tirano. Así lo recoge el evangelista, pero no como historiador, sino como un teólogo que lee la historia, la interpreta a la luz de la Palabra de Dios y después la vierte en un relato dramático de tonos legendarios, el instrumento literario que más se presta a la evocación simbólica y a la reflexión.
Al igual que Moisés (cfr. Éxo_2:1-9), Jesús es salvado de una muerte segura a manos del tirano; como el fundador del pueblo de Israel (cfr. Éxo_4:19-23), tiene que huir con su familia. La matanza de los inocentes evoca el exterminio de los niños israelitas (cfr. Éxo_1:15s) y el llanto de Raquel (cfr. Jer_31:15). Su regreso de Egipto parece obedecer al mandato de Dios que ya anunció el profeta: «Desde Egipto llamé a mi hijo» (Ose_11:1).
De esta forma, el evangelista nos dice que Jesús es el nuevo Moisés quien, a través de un nuevo Éxodo, llevará a su pueblo, asumiendo el exilio y la persecución, hacia una nueva y definitiva liberación. Pero no sólo a su pueblo, Israel, sino a todos los pueblos de la tierra. Mateo insinúa esta dimensión con el nombre del lugar donde se establece y donde comenzará su vida pública: «Galilea», «el distrito de los paganos», la provincia más extranjera y más paganizada de Palestina.
La pincelada final del retrato de Jesús tiene también su intención: «será llamado Nazareno» (23), en alusión a la aldea perdida donde vivió como artesano carpintero durante años. Aunque todavía no se ha logrado identificar el texto del profeta aludido en el versículo 23, el nombre de «nazareno» era polémico y despreciativo; ser de Nazaret era considerado como ser un «don nadie». El evangelista Juan lo dirá más explícitamente por boca de Natanael: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?» (Jua_1:46).