Jeremías  3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

¿Podrás volver a mí?
Dt 24,1-4; Os 3

Si un hombre repudia a su mujer, ella se separa y se casa con otro, ¿volverá él a ella?, ¿no está esa mujer irremediablemente deshonrada? Y tú, que te has prostituido con muchos amantes, ¿podrás volver a mí? – oráculo del Señor– .
2 Levanta la vista
a los montes desolados y mira:
¿dónde no has hecho el amor?
Como un nómada en el desierto
te sentabas en los caminos,
a su disposición,
y profanaste la tierra
con tu prostitución y tu maldad.
3 Faltaban los aguaceros,
no veían la lluvia,
y tú, ramera descarada,
no sentías vergüenza.
4 Ahora mismo me dices:
Tú eres mi padre,
mi amigo de juventud;
5 pensando: No me va a guardar
un rencor eterno,
y seguías obrando maldades,
tan tranquila.
6

Las dos hermanas
Ez 23

Durante el reinado de Josías me dijo el Señor:
–¿Has visto lo que ha hecho Israel, la apóstata? Se ha ido por todos los montes altos y se ha prostituido bajo todo árbol frondoso.
7 Yo pensé que después de hacer todo esto volvería a mí; pero no volvió. Entonces su hermana, Judá, la infiel,
8 vio que a Israel, la apóstata, la había despedido yo por sus infidelidades, dándole el acta de divorcio; con todo, Judá, la infiel, no temió, sino que fue y se prostituyó también ella.
9 Y así, con su facilidad para prostituirse, profanó el país, porque cometió adulterio con la piedra y el leño.
10 A pesar de todo, su hermana, Judá, la infiel, no volvió a mí de todo corazón, sino de mentiras – oráculo del Señor– .
11 El Señor me dijo:
– Israel, la apóstata, resulta inocente al lado de Judá, la infiel.
12

Vuelvan, hijos apóstatas
Os 14,2-9

Ve y proclama
este mensaje hacia el norte:
Vuelve, Israel, apóstata
– oráculo del Señor– ,
que no te pondré mala cara,
porque soy leal
y no guardo rencor eterno
– oráculo del Señor– .
13 Pero reconoce tu culpa,
porque te rebelaste
contra el Señor, tu Dios:
entregaste tu amor a extraños
bajo todo árbol frondoso
y me desobedeciste
– oráculo del Señor– .
14 Vuelvan, hijos apóstatas
– oráculo del Señor– ,
que yo soy su dueño:
escogeré a uno de cada ciudad,
a dos de cada tribu
y los traeré a Sión;
15 les daré pastores a mi gusto
que los apacienten
con saber y acierto;
16 entonces, cuando crezcan
y se multipliquen en el país
– oráculo del Señor– ,
ya no se nombrará el arca
de la alianza del Señor,
no se la recordará ni mencionará,
no se la echará de menos
ni se hará otra.
17 En aquel tiempo
llamarán a Jerusalén
Trono del Señor,
acudirán a ella todos los paganos,
porque Jerusalén llevará
el Nombre del Señor
y ya no seguirán la maldad
de su corazón obstinado.
18 En aquellos días Judá
irá a reunirse con Israel
y juntas vendrán del país del norte
a la tierra que di
en herencia a sus padres.
19 Yo había pensado
contarte entre mis hijos,
darte una tierra envidiable,
la perla de las naciones en herencia,
esperando que me llamaras:
padre mío, y no te apartaras de mí;
20 pero igual que una mujer
traiciona a su amante,
así me traicionó Israel
– oráculo del Señor– .
21 Oigan, se escucha
en los montes desolados
el llanto suplicante de los israelitas,
que han extraviado el camino,
olvidados del Señor, su Dios.
22 Vuelvan, hijos apóstatas,
y los sanaré de su apostasía.

Respuesta de Israel
Esd 9; Neh 9; Bar 1,15– 3,8

Aquí estamos, hemos venido a ti,
porque tú, Señor, eres nuestro Dios.
23 Cierto, son mentira las colinas
y las celebraciones de los montes;
en el Señor, nuestro Dios,
está la salvación de Israel.
24 La vergonzosa idolatría devoró
los ahorros de nuestros padres
desde su juventud:
vacas y ovejas, hijos e hijas;
25 nos acostamos
sobre nuestra vergüenza
y nos cubre la humillación,
porque pecamos contra el Señor,
nuestro Dios,
nuestros padres y nosotros,
desde la juventud hasta hoy
y desobedecimos al Señor,
nuestro Dios.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  3,1-5¿Podrás volver a mí? Invocando un caso legal difícilmente realizable en la mentalidad semita (cfr. Deu_24:1-4), Dios estaría dispuesto a quebrantar esa ley, si Israel se convirtiera de corazón, si volviera sobre sus pasos y olvidara sus anteriores andanzas en pos de otros dioses. Pero Israel continúa en su cinismo prostituyéndose cada día más.


Jeremías  3,6-11Las dos hermanas. Este pasaje recuerda el comportamiento reprochable de ambos reinos, el del sur y el del norte, comparándolos con dos hermanas que siguen exactamente el mismo camino de infidelidad y abandono de su Dios. El reino del norte fue considerado siempre como el culpable de la división acaecida el 931 a.C. a la muerte de Salomón, de ahí que se le nombre como «la apóstata» y que ninguno de sus reyes haya tenido jamás un buen calificativo desde la óptica del Sur. Pues bien, pese a ese concepto negativo respecto al reino del norte, el profeta hace notar que su comportamiento no ha sido peor si se compara con el de Judá, Israel resulta inocente al lado de la infiel Judá (v. 11); con esta acusación, Dios busca hacer entrar en razón a su pueblo para que reconozca sus culpas y así pueda obtener el perdón, pues por encima de todo él es un Dios piadoso y clemente.
Jeremías  3,12-22Vuelvan, hijos apóstatas. Este pasaje supone los acontecimientos del 587 a.C.: caída de Jerusalén y destierro de sus habitantes. El profeta se dirige tanto a los israelitas del norte como a los del sur, sobre quienes vaticina no sólo la nueva unidad, sino el retorno y reconocimiento de Jerusalén como único lugar de reunión para ambos reinos y para las demás naciones.
Jeremías  3,23-25Respuesta de Israel. Israel reconoce humildemente su desobediencia al Señor; con su comportamiento ha echado por tierra todo el proyecto de sociedad justa soñada por sus antepasados. Se ratifica que el principal obstáculo para las sanas relaciones entre el pueblo y Dios son los cultos dados a otras divinidades.