Isaías 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Canto a la viña
Os 10,1-8; Sal 80

Voy a cantar
en nombre de mi amigo
un canto de amor a su viña:
Mi amigo tenía una viña
en fértil terreno.
2 Removió la tierra,
la limpió de piedras
y plantó buenas cepas;
construyó en medio una torre
y cavó un lagar.
Y esperó que diera uvas,
pero dio frutos agrios.
3 Y ahora, habitantes de Jerusalén,
hombres de Judá,
por favor, sean ustedes los jueces
entre mi viña y yo.
4 ¿Qué más podía hacer por mi viña
que yo no lo haya hecho?
¿Por qué, esperando que diera uvas,
dio frutos agrios?
5 Y ahora les diré a ustedes
lo que voy a hacer con mi viña:
quitar su valla
para que sirva de pasto,
derruir su cerca para que la pisoteen.
6 La dejaré arrasada:
no la podarán ni la limpiarán,
crecerán zarzas y cardos;
prohibiré a las nubes
que lluevan sobre ella.
7 La viña del Señor Todopoderoso
es la casa de Israel,
son los hombres de Judá
su plantación preferida.
Él esperó de ellos derecho,
y ahí tienen: asesinatos;
esperó justicia,
y ahí tienen: lamentos.
8

Amenazas contra los malvados
Am 5,7-17; 6,1-11; Hab 2,6-20

¡Ay de los que añaden casas a casas
y juntan campos con campos,
hasta no dejar sitio,
y vivir ellos solos en medio del país!
9 Soy testigo:
lo ha jurado el Señor Todopoderoso:
Sus muchas casas serán arrasadas,
sus palacios magníficos
quedarán deshabitados,
10 pastarán corderos
como en praderas propias,
chivos cebados comerán en sus ruinas,
11 diez cuadras de viña
no darán más que un tonel,
y una carga de semilla
dará solo una canasta.
12 ¡Ay de los que madrugan
en busca de licores,
y hasta el crepúsculo
los enciende el vino!
13 Todo son cítaras y arpas,
panderetas y flautas
y vino en sus banquetes,
y no atienden a la actividad de Dios
ni se fijan en la obra de su mano.
14 Y así mi pueblo, inconsciente,
va deportado;
sus nobles mueren de hambre,
y el pueblo se quema de sed.
15 El abismo ensancha sus fauces,
dilata la boca sin medida:
allá bajan los nobles y el pueblo,
su tumulto y sus festejos.
16 Será doblegado el mortal,
será humillado el hombre,
los ojos arrogantes serán humillados.
17 El Señor Todopoderoso
será exaltado al juzgar,
el Dios santo mostrará
su santidad en la sentencia.
18 ¡Ay de los que arrastran a sí la culpa
con cuerdas de bueyes,
y el pecado con sogas de carretas!
19 Los que dicen:
Que se dé prisa,
que apresure su obra,
para que la veamos;
que se cumpla en seguida
el plan del Santo de Israel,
para que lo comprobemos.
20 ¡Ay de los que llaman al mal bien
y al bien mal,
que tienen las tinieblas por luz
y la luz por tinieblas,
que tienen lo amargo por dulce
y lo dulce por amargo!
21 ¡Ay de los que se tienen por sabios
y se creen inteligentes!
22 ¡Ay de los valientes para beber vino
y campeones para mezclar licores;
23 de los que por soborno
absuelven al culpable
y niegan justicia al inocente!
24 Por eso, como la lengua de fuego
devora el rastrojo
y la paja se consume en la llama,
su raíz se pudrirá,
sus brotes volarán como polvo.
Porque rechazaron la ley
del Señor Todopoderoso
y despreciaron la Palabra
del Santo de Israel.
25 Por eso se enciende
la ira del Señor contra su pueblo
y extiende la mano para herirlo.
Tiemblan los montes,
yacen los cadáveres
como basura por las calles.
Y con todo eso no se aplaca su ira,
sigue extendida su mano.
26

Invasión asiria
8,5-8; 10,28-32

Izará una bandera
para un pueblo remoto,
silbará hacia el confín de la tierra:
mírenlo llegar veloz y ligero.
27 Nadie se cansa, nadie tropieza,
no se acuesta, no se duerme,
no se desprende
el cinturón de los lomos,
no se desata
la correa de las sandalias.
28 Sus flechas están afiladas
y todos los arcos tensos;
los cascos de sus caballos
son como de piedra
y las ruedas, como torbellinos.
29 Su rugido es de león,
ruge como los cachorros,
gruñe y atrapa la presa,
la retiene, y nadie se la arranca.
30 Aquel día bramará contra él
como brama el mar.
Mira a la tierra en espesas tinieblas,
nubarrones oscurecen la luz.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 5,1-7Canto a la viña. La imagen de la viña es de lo más familiar para la mayoría de los pueblos del Cercano Oriente. Se trata de un pedazo de tierra cultivado con especial esmero ya que de allí era posible extraer el sustento básico para la familia. Pero no sólo eso, era patrimonio para el israelita, lo mínimo que podía tener una persona para sentirse ligado a su clan, incluso para fundamentar su derecho de ciudadanía. En muchos casos, en la misma viña reposaban los restos de los antepasados. Nótese, pues, el vínculo tan profundo que une al israelita con su viña, por ejemplo el caso de la viña de Nabot (1 Re 21). Piénsese en los millones de seres humanos que no tienen ese pedazo de tierra o en aquellos a los que se la arrebatan por la fuerza. Israel es para su Dios una viña a la que ama y cuida con celo, de ahí la decepción de Dios por los pocos frutos que produce su pueblo (cfr. Ose_10:1; Jer_2:21; Jer_5:10; Jer_6:9; Eze_15:1-8; Eze_17:3-10; Eze_19:10-14).


Isaías 5,8-25Amenazas contra los malvados. Comienza aquí una serie de seis ayes o amenazas contra los malvados, una forma muy común en la predicación profética. El mismo Jesús la utilizó muchas veces. Juntar casa con casa y campo con campo, denuncia y condena a los que acaparan los bienes y especulan con las necesidades del empobrecido. La condena y maldición del profeta cobra una gran vigencia hoy, pues millones de seres humanos viven esta misma realidad, y con un agravante: esa condena no es sólo para los terratenientes y acaparadores, ésa misma vale para quienes miramos impávidos la expoliación de nuestros hermanos y hermanas sin que ello afecte para nada nuestro compromiso cristiano y nuestra vocación a la justicia.
El versículo 20 denuncia a quienes confunden a los demás llamando bueno a lo malo y malo a lo bueno; el mismo Jesús denuncia de una manera muy fuerte esta actitud llamándola blasfemia contra el Espíritu Santo (Mar_3:29; Mat_12:31s; Luc_12:10), y es también una llamada para que nosotros revisemos el mensaje que transmitimos a los demás.
Isaías 5,26-30Invasión asiria. La invasión que están realizando los asirios en tiempos de Isaías es vista como un castigo necesario para purificar a Israel. Es como si el mismo Dios la ordenara. Hay que tener mucho cuidado con esta forma de pensar. Muchos podrán creer aún que Dios está de acuerdo con que un pueblo azote a otro en su Nombre o en nombre de valores tan importantes como la democracia o la libertad; nada más contrario y ajeno al plan de Dios.