I Samuel 18 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Envidia de Saúl

Cuando David acabó de hablar con Saúl, Jonatán se encariñó con David y llegó a quererlo como a sí mismo.
2 Saúl retuvo entonces a David y no lo dejó volver a casa de su padre.
3 Jonatán y David hicieron un pacto, porque Jonatán lo quería como a sí mismo;
4 se quitó el manto que llevaba y se lo dio a David, y también su ropa, la espada, el arco y el cinto.
5 David tenía tal éxito en todas las incursiones que le encargaba Saúl, que el rey lo puso al frente de los soldados, y cayó bien entre la tropa, e incluso entre los ministros de Saúl.
6 Cuando volvieron de la guerra, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron a cantar y recibir con bailes al rey Saúl, al son alegre de panderetas y platillos.
7 Y cantaban a coro esta copla:
Saúl mató a mil,
David a diez mil.
8 A Saúl le cayó mal aquella copla, y comentó enfurecido:
–¡Diez mil a David y a mí mil! ¡Ya sólo le falta ser rey!
9 Y a partir de aquel día Saúl miró a David con malos ojos.
10 Al día siguiente le vino a Saúl el ataque del mal espíritu, y andaba delirando por el palacio. David tocaba el arpa como de costumbre. Saúl que llevaba la lanza en la mano
11 la arrojó, intentando clavar a David en la pared, pero David la esquivó dos veces.
12 Entonces Saúl le tuvo miedo, porque el Señor estaba con David y, en cambio, se había apartado de él.
13 Entonces alejó a David nombrándolo comandante. Así David iba y venía al frente de las tropas.
14 Y todas sus campañas le salían bien, porque el Señor estaba con él.
15 Saúl vio que a David las cosas le salían muy bien, y le entró pánico.
16 Todo Israel y Judá querían a David, porque los guiaba en sus expediciones.
17

David, yerno de Saúl

Una vez dijo Saúl a David:
– Mira, te doy por esposa a mi hija mayor, Merab, a condición de que te portes como un valiente y pelees las batallas del Señor.
Porque pensó:
Es mejor que lo maten los filisteos y no yo.
18 David respondió:
–¿Quién soy yo y quiénes mis hermanos – la familia de mi padre– en Israel para llegar a yerno del rey?
19 Pero cuando llegó el momento de entregarle a David por esposa a Merab, hija de Saúl, se la dieron a Adriel, el de Mejolá.
20 Mical, la otra hija de Saúl, estaba enamorada de David. Se lo comunicaron a Saúl y le pareció bien,
21 porque calculó:
– Se la daré como cebo, para que caiga en poder de los filisteos.
Y renovó su propuesta a David:
– Hoy puedes ser mi yerno.
22 Luego dijo a sus ministros:
– Díganle a David confidencialmente: Mira, el rey te aprecia y todos sus ministros te quieren; acepta ser yerno suyo.
23 Los ministros de Saúl insinuaron esto a David, y él respondió:
–¿Creen ustedes que llegar a ser yerno del rey es tan fácil para alguien pobre e insignificante como yo?
24 Los ministros comunicaron a Saúl lo que había respondido David,
25 y Saúl les dijo:
– Díganle así: Al rey no le interesa el dinero; se contenta con cien prepucios de filisteos, como venganza contra sus enemigos. De esta manera, Saúl pensaba lograr que David cayera en poder de los filisteos.
26 Entonces los ministros de Saúl comunicaron a David esta propuesta, y le pareció una condición justa para ser yerno del rey.
Y no se había cumplido el plazo fijado,
27 cuando David emprendió la marcha con su gente, mató a doscientos filisteos y llevó al rey el número completo de prepucios, para que lo aceptara como yerno. Entonces Saúl le dio a su hija Mical por esposa.
28 Saúl cayó en la cuenta de que el Señor estaba con David y de que su hija Mical estaba enamorada de él.
29 Así creció el miedo que tenía a David, y fue su enemigo de por vida.
30 Los generales filisteos salían a hacer incursiones, y siempre que salían, David tenía más éxito que los oficiales de Saúl. Su nombre se hizo muy famoso.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 18,1-16Envidia de Saúl. Este capítulo reúne noticias y episodios diversos ligados por dos temas contrapuestos: el éxito creciente de David y el temor creciente de Saúl. La oposición produce un movimiento dialéctico, porque precisamente el temor de Saúl provoca el éxito de David y viceversa. El éxito de David es general y rápido: el hijo del rey se encariña con él, la hija del rey se enamora, cae bien a la tropa, lo estiman los ministros, lo quieren Judá e Israel; triunfa en la guerra, escapa de un atentado; finalmente, el Señor está con él. Por su parte Saúl, a raíz del triunfo sobre Goliat, se irrita, después teme, siente pánico, atenta contra su vida, se vuelve su enemigo. No es este capítulo modelo de imparcialidad. Por algo temía Saúl: el principio monárquico era reciente en Israel y el principio dinástico aún no había cuajado; si Saúl había sido aceptado por sus victorias militares, ahora había otro que lo ganaba en ese terreno; el pueblo podía muy bien elegirse otro monarca. Además Saúl ya había tomado posición contra él. A estas razones objetivas se unió el proceso patológico que sufrió el rey.


I Samuel 18,17-30David, yerno de Saúl. Pese al miedo y los celos que Saúl siente por David, sus planes son hacerlo yerno suyo; la idea es que Saúl, a pesar de que gustosamente haría desparecer a su rival, prefiere no echarse encima al pueblo dada la gran popularidad de David, de ahí que decide mantenerlo en su ejército para que sean los filisteos quienes lo maten. Sin embargo, varias veces se ha repetido desde que David fue ungido rey que el espíritu de Dios estaba con él mientras que de Saúl se había retirado y lo afligía un espíritu de mal. La carrera política de Saúl va cada vez más en descenso, mientras la popularidad de David, por la forma como sale victorioso en cada enfrentamiento contra los filisteos, va en ascenso. Y con todo, David comienza a formar parte de la familia real gracias a la decisión de Saúl de entregarle a su hija Mical haciéndolo así su yerno.