Salmos 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
1 ¡Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti!
2 Yo digo al Señor: Dueño mío, tú eres mi Bien,
nada es comparable a ti.
3 A los dioses de la tierra,
y a los señores en quienes me deleitaba:
4 ¡Multiplíquense sus desgracias
que los sorprendan una tras otra!
yo jamás les derramaré
libaciones con mis manos,
ni mis labios proclamarán sus nombres.
5 Señor, tú eres la parte de mi herencia
y de mi copa;
Tú mismo has echado mi suerte:
6 Las cuerdas me asignaron una parcela deliciosa,
el Altísimo midió mi heredad.
7 Bendigo al Señor que me aconseja,
aun de noche instruye mi conciencia.
8 He elegido al Señor como mi guía perpetuo,
de su diestra jamás me apartaré.
9 Dios fiel, se me alegra el corazón,
mis entrañas saltan de gozo,
y aun mi carne habita al cubierto,
10 pues no entregarás mi vida al Abismo,
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
11 Me enseñarás un camino de vida,
me llenarás de alegría en tu presencia,
de gozo eterno a tu derecha.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 16,1-11Nadie está por encima del Señor, el único Bien (2), así confiesa quien en otro tiempo aceptaba a los dioses de la tierra, cuyos ritos practicaba (4b). Aunque los dioses se afanen por tener nuevos adeptos (4a), el fervoroso salmista ya ha tomado una resolución: ni una libación más (4b). Del único Bien procede todo bien: la tierra como herencia (5), que resulta deliciosa por ser la tierra del Altísimo (6); el Señor como consejero permanente (7) y como guía perpetuo, de cuya diestra jamás se apartará en lo sucesivo el que se ha convertido a Él (8). La presencia del Señor para el salmista es tan plena que aun lo más frágil -la carne- «habita al cubierto» (9b). El Señor no dejará a su fiel ni siquiera al borde de la tumba (10), sino que la alegría que le infunde ya aquí (9a) continuará como gozo eterno (11). El salmo es releído por Hch_2:25-28 (8-11); Hch_13:34-35 (10). Con este salmo confesamos nuestra fe y damos gracias a Dios por todos los bienes que recibimos de su bondad.