Levítico 18 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Sobre las relaciones sexuales
Parénesis introductoria

El Señor habló a Moisés:
2 – Di a los israelitas:
Yo soy el Señor, su Dios.
3 No harán lo que hacen los egipcios, con quienes han convivido, o los cananeos, a cuyo país los llevo; ni seguirán su legislación.
4 Cumplan mis mandatos y guarden mis leyes, obrando en conformidad con ellos. Yo soy el Señor, su Dios.
5 Cumplan mis leyes y mis mandatos, que dan vida al que los cumple. Yo soy el Señor.
6

Código legal
Dt 27,20-23

»Nadie se acercará a un pariente para tener relaciones sexuales con él. Yo soy el Señor.
7 »No tendrás relaciones con tu madre. Es de tu padre y es tu madre; no tendrás relaciones con ella.
8 »No tendrás relaciones con la concubina de tu padre. Ella es la misma carne de tu padre.
9 »No tendrás relaciones con tu hermana, por parte de padre o de madre, nacida en casa o fuera.
10 »No tendrás relaciones con tus nietas. Son tu propia carne.
11 »No tendrás relaciones con la hija nacida a tu padre de su concubina. Es tu hermana.
12 »No tendrás relaciones con tu tía paterna. Es de la sangre de tu padre.
13 »No tendrás relaciones con tu tía materna. Es de la sangre de tu madre.
14 »No ofenderás a tu tío, hermano de tu padre, teniendo relaciones con su mujer. Es tu tía.
15 »No tendrás relaciones con tu nuera. Es mujer de tu hijo; no tendrás relaciones con ella.
16 »No tendrás relaciones con tu cuñada. Es carne de tu hermano.
17 »No tendrás relaciones con una mujer y con su hija, o con dos primas hermanas. Son de la misma sangre; es aborrecible.
18 »No tomarás a la vez a una mujer y a su hermana, creando rivalidades al tener relaciones también con ella, mientras vive la otra.
19 »No tendrás relaciones con una mujer durante su menstruación.
20 »No te acostarás con la mujer de tu prójimo. Quedarías impuro.
21 »No sacrificarás un hijo tuyo a Moloc por el fuego, profanando el Nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
22 »No te acostarás con un hombre como si fuera una mujer. Es una abominación.
23 »No te acostarás con un animal. Quedarías impuro. La mujer no se ofrecerá a un animal para unirse con él. Es una depravación.
24

Parénesis final
Gn 15,16; Sab 12,3-7

No se manchen con nada de esto, porque eso es lo que hacen los pueblos que yo voy a expulsar delante de ustedes.
25 La tierra está impura: le pediré cuentas, y ella vomitará a sus habitantes.
26 Ustedes, en cambio, cumplan mis leyes y mandatos y no cometan ninguna de esas abominaciones, tanto el nativo como el emigrante que reside entre ustedes.
27 Porque todas esas infamias fueron cometidas por los hombres que habitaron el país antes que ustedes y por eso la tierra quedó impura.
28 ¡Que la tierra no los vaya a vomitar también a ustedes, por haberla manchado, como vomitó a los pueblos que estuvieron antes que ustedes!
29 Porque todo aquel que cometa una de esas abominaciones será excluido de su pueblo.
30 Respeten, entonces, mis prohibiciones no haciendo ninguna de las prácticas abominables que se hacían antes de llegar ustedes. No se manchen con ellas. Yo soy el Señor, su Dios.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 18,1-30Sobre las relaciones sexuales. Después de una breve exhortación a no imitar las costumbres egipcias, encontramos la ley que limita las relaciones sexuales entre familiares o personas muy allegadas a la familia. La prohibición va dirigida a todo varón mayor de edad, quien se supone tomaba la iniciativa de buscar mujer.
En el mismo código que establece esta serie de restricciones encontramos la prohibición de acostarse con una mujer durante su ciclo menstrual (19), la reprobación del adulterio (20), la homosexualidad (22) y el bestialismo (23). En medio de estas leyes de índole sexual está inserta la prohibición de ofrecer los hijos primogénitos a Moloc (21), probablemente una divinidad cananea.
La conclusión del capítulo (24-30) trata de explicar las razones de todas estas leyes para convencer a los israelitas de cumplirlas fielmente: hay que evitar parecerse a los demás pueblos vecinos de Israel, que por realizar todas estas prácticas han sido destruidos.
Es necesario leer todas estas prescripciones a la luz de la mentalidad teológica de la corriente sacerdotal, según la cual toda la creación obedece a un orden, a una armonía, y está llamada a una finalidad: reproducir la perfección y la santidad de la fuente de donde todo procede, Dios. Todo lo que atenta contra ese orden es considerado abominable, y esta opinión se hace depender de la voluntad de Dios.