Genesis 24 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 67 versitos |
1

Boda de Isaac

Abrahán era viejo, de edad avanzada, y el Señor lo había bendecido en todo.
2 Abrahán dijo al criado más viejo de su casa, que administraba todas las posesiones:
Pon tu mano bajo mi muslo,
3 y júrame por el Señor Dios del cielo y Dios de la tierra que cuando busques mujer a mi hijo no la escogerás entre los cananeos, en cuya tierra habito,
4 sino que irás a mi tierra nativa y allí buscarás mujer a mi hijo Isaac.
5 El criado contestó:
– Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tengo que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?
6 Abrahán le replicó:
– En ningún caso lleves a mi hijo allá.
7 El Señor Dios del cielo, que me sacó de la casa paterna y del país nativo y que juró dar esta tierra a mi descendencia, enviará su ángel delante de ti y podrás traer mujer para mi hijo.
8 En caso de que la mujer no quiera venir contigo, quedas libre del juramento. Sólo que a mi hijo no lo lleves allá.
9 El criado puso su mano bajo el muslo de Abrahán, su amo, y le juró hacerlo así.
10 Entonces el criado agarró diez camellos de su amo, y llevando toda clase de regalos de su amo, se encaminó a Aram Naharaim, ciudad de Najor.
11 Hizo arrodillarse a los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo, al atardecer, cuando suelen salir las mujeres a buscar agua.
12 Y dijo:
– Señor Dios de mi amo Abrahán, dame hoy una señal propicia y trata con bondad a mi amo Abrahán.
13 Yo estaré junto a la fuente cuando las muchachas de la ciudad salgan por agua.
14 Diré a una de las muchachas: Por favor, inclina tu cántaro para que beba. La que me diga: Bebe tú, mientras yo voy a dar de beber a tus camellos, ésa es la que has destinado para tu siervo Isaac. Así sabré que tratas con bondad a mi amo.
15 No había acabado de hablar, cuando salía Rebeca – hija de Betuel, el hijo de Milcá, la mujer de Najor, el hermano de Abrahán– con el cántaro al hombro.
16 La muchacha era muy hermosa y doncella; aún no había conocido varón alguno. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y subió.
17 El criado corrió a su encuentro y le dijo:
– Déjame beber un poco de agua de tu cántaro.
18 Ella contestó:
– Bebe, señor mío.
Y enseguida bajó el cántaro al brazo y le dio de beber.
19 Cuando terminó, le dijo:
– Voy a sacar agua también para tus camellos, para que beban todo lo que quieran.
20 Y enseguida vació el cántaro en el bebedero, corrió al pozo a sacar más y sacó para todos los camellos.
21 El hombre la estaba mirando, en silencio, esperando, a ver si el Señor daba éxito a su viaje o no.
22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro de cinco gramos de peso, y se lo puso en la nariz, y dos pulseras de oro de diez gramos, y se las puso en las muñecas.
23 Y le preguntó:
– Dime de quién eres hija y si en casa de tu padre encontraremos sitio para pasar la noche.
24 Ella contestó:
– Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor.
25 Y añadió:
– Tenemos abundancia de paja y forraje y sitio para pasar la noche.
26 El hombre se inclinó, adorando al Señor, y dijo:
– Bendito sea el Señor Dios de mi amo Abrahán, que no ha olvidado su bondad
27 y lealtad con su siervo. El Señor me ha guiado a la casa del hermano de mi amo.
28 La muchacha fue corriendo a casa a contárselo todo a su madre.
29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Cuando vio el anillo y las pulseras de su hermana y oyó lo que contaba su hermana Rebeca de lo que había dicho el hombre,
30 salió corriendo hacia la fuente en busca del hombre, y lo encontró esperando con los camellos, junto a la fuente.
31 Y le dijo:
– Ven, el Señor te bendiga, ¿qué esperas aquí fuera? Yo te he preparado alojamiento y sitio para los camellos.
32 El hombre entró en la casa, desensilló los camellos, les dio paja y forraje, y trajo agua para que se lavasen los pies el criado y sus acompañantes.
33 Cuando le ofrecieron de comer, él rehusó:
– No comeré hasta explicar mi asunto.
Y le dijeron:
– Habla.
34 Entonces él comenzó.
– Soy criado de Abrahán.
35 El Señor ha bendecido inmensamente a mi amo y le ha hecho rico; le ha dado ovejas y vacas, oro y plata, siervos y siervas, camellos y asnos.
36 Sara, la mujer de mi amo, ya vieja, le ha dado un hijo, que lo hereda todo.
37 Mi amo me tomó juramento: Cuando le busques mujer a mi hijo, no la escogerás de los cananeos, en cuya tierra habito,
38 sino que irás a casa de mi padre y mis parientes y allí le buscarás mujer a mi hijo.
39 Yo le contesté: ¿Y si la mujer no quiere venir conmigo?
40 Él replicó: El Señor, a quien agrada mi proceder, enviará su ángel contigo, dará éxito a tu viaje y encontrarás mujer para mi hijo en casa de mi padre y mis parientes;
41 pero no incurrirás en mi maldición si, llegado a casa de mis parientes, no te la quieren dar, entonces quedarás libre del juramento.
42 Al llegar hoy a la ciudad dije: Señor, Dios de mi amo Abrahán, si quieres dar éxito al viaje que he emprendido,
43 yo me pondré junto a la fuente, y diré a la muchacha que salga a sacar agua: Dame de beber un poco de agua de tu cántaro.
44 Si me dice: Bebe tú, que voy a sacar para los camellos, ella es la que destina el Señor para el hijo de mi amo.
45 No había acabado de decirme esto, cuando salía Rebeca con el cántaro al hombro; bajó a la fuente, sacó agua, y yo le pedí: Dame de beber.
46 Ella enseguida bajó el cántaro y me dijo: Bebe tú, que voy a dar de beber a tus camellos; bebí yo y ella dio de beber a los camellos.
47 Entonces le pregunté: ¿De quién eres hija? Me dijo: De Betuel, hijo de Najor y Milcá. Entonces le puse un anillo en la nariz y pulseras en las muñecas,
48 y me incliné adorando al Señor, bendiciendo al Señor, Dios de mi amo Abrahán, que me ha guiado por el camino justo para llevar al hijo de mi amo la hija de su hermano.
49 Por tanto, díganme si quieren o no ofrecer a mi amo una prueba de amistad. Así podré actuar en consecuencia.
50 Labán y Betuel le contestaron:
– Es cosa del Señor, nosotros no podemos responderte ni sí ni no.
51 Ahí tienes a Rebeca, tómala y vete, y sea la mujer del hijo de tu amo, como el Señor ha dicho.
52 Cuando el criado de Abrahán oyó esto, se postró en tierra ante el Señor.
53 Después sacó objetos de plata y oro y vestidos, y se los ofreció a Rebeca, y ofreció regalos al hermano y a la madre.
54 Comieron y bebieron él y sus compañeros, pasaron la noche, y a la mañana siguiente se levantaron y dijeron:
– Permítanme que vuelva a la casa de mi amo.
55 El hermano y la madre replicaron:
– Deja que la chica se quede con nosotros unos diez días, después se marchará.
56 Pero él replicó:
– No me detengan, después que el Señor ha dado éxito a mi viaje; permítanme volver a la casa de mi amo.
57 Vamos a llamar a la chica y a preguntarle su opinión.
58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron:
–¿Quieres ir con este hombre?
Ella respondió:
– Sí.
59 Entonces despidieron a Rebeca y a su nodriza, al criado de Abrahán y a sus compañeros.
60 Y bendijeron a Rebeca:
– Tú eres nuestra hermana,
sé madre de miles y miles;
que tu descendencia conquiste
las ciudades enemigas.
61 Rebeca y sus compañeras se levantaron, montaron en los camellos y siguieron al hombre; y así se llevó a Rebeca el criado de Abrahán.
62 Isaac se había trasladado del Pozo del que vive y ve al territorio del Negueb.
63 Una tarde salió a pasear por el campo, y alzando la vista vio acercarse unos camellos.
64 También Rebeca alzó la vista y, al ver a Isaac, bajó del camello,
65 y dijo al criado:
–¿Quién es aquel hombre que viene en dirección nuestra por el campo?
Respondió el criado:
– Es mi amo.
Ella tomó el velo y se cubrió.
66 El criado le contó a Isaac todo lo que había hecho.
67 Isaac la metió en la tienda de campaña de Sara, su madre, la tomó por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 24,1-67Boda de Isaac. El ciclo de Abrahán se aproxima a su final. Al nacimiento de Isaac y los ritos pertinentes de ponerle un nombre y circuncidarlo (21,4) le sigue la viudez del patriarca (23,1-20), pero es muy importante que antes de morir quede concertado el matrimonio de Isaac, su hijo. Llama la atención de inmediato la decisión de no mezclar su sangre con la de los habitantes de Canaán, condición que le impone a su esclavo bajo un juramento muy solemne (3s). La exagerada extensión del relato nos da idea de la forma como acostumbraban los orientales a narrar sus acontecimientos. En el fondo, este largo episodio tiene dos ideas centrales que revelan el comportamiento histórico del pueblo de Israel: no tomar por esposas a las nativas de Canaán (3s.37s) y no regresar al país de origen de Abrahán (7s). De ahí el énfasis en la promesa divina de la tierra (7).
Desde el punto de vista religioso, este relato, además de ser una muestra del modo como se acordaban los matrimonios en la antigüedad, va revelando cómo en ese entramado sorprendente de la historia humana, la fe del pueblo reconoce que «Dios conduce», «Dios bendice», «Dios hace o hizo prosperar». El relato constituye, además, una pieza clave en el cumplimiento de la promesa divina sobre la numerosa descendencia y la posesión de un territorio, lo cual se deja ver en las palabras de Abrahán.