Salmos 42 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
1 Como anhela la cierva corrientes de agua,
así, mi alma te anhela a ti, oh Dios.
2 Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo,
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
3 Mis lágrimas son mi pan noche y día,
mientras todo el día me repiten:
¿Dónde está tu Dios?
4 Recordándolo, me desahogo conmigo:
¡cómo entraba en el recinto,
cómo avanzaba hasta la casa de Dios,
entre gritos de júbilo y acción de gracias,
en el bullicio festivo!
5 ¿Por qué estás abatida, alma mía,
por qué estás gimiendo?
Espera en Dios, que aún le darás gracias:
Salvador de mi rostro,
6 Dios mío.
Cuando mi alma se angustia,
entonces te recuerdo, pequeña Colina,
desde el Jordán y el Hermón.
7 Una sima grita a otra sima
con fragor de cascadas:
tus oleadas y tus olas
me han arrollado.
8 De día el Señor me brinda su amor,
de noche me acompaña su canción,
la canción al Dios de mi vida.
9 Diré: ¡Oh Dios, Roca mía!,
¿por qué me has olvidado?
¿por qué he de andar cabizbajo,
acosado por el enemigo?
10 Por el quebranto de mis huesos
se burlan mis adversarios;
todo el día me repiten:
¿Dónde está tu Dios?
11 ¿Por qué estás abatida, alma mía,
por qué estás gimiendo?
Espera en Dios, que aún le darás gracias:
Salvador de mi rostro, Dios mío.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 42,1-11Lejos del Templo, de la luminosa presencia de Dios, el salmista vive la sequedad mortal de la ausencia. Su grito lanzado al viento expresa la sed y el anhelo vehemente de volver a ver el rostro divino. De momento ha de alimentarse con el manjar salobre de las lágrimas y acariciar los gozosos recuerdos del pasado, cuando otros hurgan en la herida de la ausencia: «¿Dónde está tu Dios?». El estribillo es un desahogo para el dolor que proporciona la nostalgia (2-6). Las lágrimas son insuficientes para llorar un dolor tan intenso, cuando a la ausencia se añade la impresión de tener a un Dios adverso, convertido en torrentera arrolladora. ¡Qué lejana está la pequeña colina de Sión! El alma abatida y los huesos quebrantados inspiran la actual canción del dolor: «¿Por qué me has olvidado?». A esta voz íntima se suman las palabras, que, procedentes del exterior, agravan en la herida: «¿Dónde está tu Dios?». No existe respuesta alguna. Con el estribillo se da cauce al dolor presente (7-12). La mirada hacia el futuro se describe en la tercera estrofa del salmo, que ya es el salmo siguiente.