Eclesiastés 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1 He reflexionado sobre todo esto y he llegado a esta conclusión: aunque los justos y los sabios con sus obras están en manos de Dios, el hombre no sabe si Dios lo ama o lo odia. Todo lo que tiene el hombre delante
2 es pura ilusión, porque una misma suerte toca a todos: al inocente y al culpable, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, al justo y al pecador, al que jura y al que tiene reparo en jurar.
3 Esto es lo malo de todo lo que sucede bajo el sol: que una misma suerte toca a todos. El corazón de los hombres está lleno de maldad: mientras viven piensan locuras y después, ¡a morir!
4 ¿Quién es preferible? Para los vivos aún hay esperanza, pues vale más perro vivo que león muerto.
5 Los vivos saben... que han de morir; los muertos no saben nada, para ellos no hay retribución, porque su nombre cayó en el olvido.
6 Se acabaron sus amores, odios y pasiones, y jamás tomarán parte en lo que se hace bajo el sol.
7 Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras;
8 lleva siempre vestidos blancos y no falte el perfume en tu cabeza,
9 disfruta la vida con la mujer que amas, todo lo que te dure esa vida fugaz, todos esos años fugaces que te han concedido bajo el sol; que ésa es tu suerte mientras vives y te fatigas bajo el sol.
10 Todo lo que esté a tu alcance hazlo con empeño, porque no se trabaja ni se planea, no hay conocimiento ni sabiduría en el Abismo adonde te encaminas.
11 Otra cosa he observado bajo el sol: no ganan la carrera los más veloces, ni los más valientes la batalla; no es el pan para los sabios ni la riqueza para los inteligentes ni la estima para los expertos, sino que todo depende de la ocasión y la suerte.
12 Además, el hombre no adivina su momento, así como los peces apresados en la funesta red, o como los pájaros atrapados en la trampa, así también se enredan los hombres cuando un mal momento les cae encima de repente.
13

Más vale maña que fuerza

Otra cosa he visto bajo el sol, y fue para mí una gran lección:
14 había una ciudad pequeña, de pocos habitantes; vino un rey poderoso que la cercó, y preparó contra ella una gran maquinaria de guerra;
15 había en la ciudad un hombre pobre, pero hábil, capaz de salvar la ciudad con su destreza, pero nadie se acordó de aquel pobre hombre.
16 Y me dije: sí, más vale maña que fuerza, sólo que la sabiduría del pobre se desprecia y nadie hace caso de sus consejos.
17 Y eso que se escuchan mejor las palabras tranquilas de un sabio que los gritos de un capitán de necios.
18 Más vale maña que armas de guerra.

Patrocinio

 
 

Introducción a Eclesiastés

ECLESIASTÉS

El libro. En el momento en que la experiencia y la reflexión se constituyen en fuente de conocimiento y enseñanza, se siembra la semilla de la crítica. Esto sucedió en Israel bajo la palabra de los profetas ( Isa_29:14 ; Jer_8:9 ), que era crítica desde fuera. Pero sucedió también desde dentro, desde el seno de esa venerable tradición sapiencial. Qohelet y Job son los dos exponentes máximos de esa crítica interior al ejercicio de la sabiduría, dos momentos de un proceso dialéctico.
Qohelet se ha formado en una escuela y tradición sapienciales. Conoce las enseñanzas tradicionales. Cita proverbios viejos o fabrica otros semejantes que le pueden acreditar el título de maestro. No ha conseguido por ellos fama imperecedera, sino por su inconformismo consecuente y honrado. Paradójicamente, Qohelet, que niega la supervivencia del hombre, tiene fama inmortal.
En la mente tormentosa del autor, rebelde sin violencia, contestador sin arrogancia, la sabiduría entra en conflicto consigo misma. Y esto de modo entrañable, apasionado, si pudiéramos hablar de pasión fría.
Qohelet quiere comprender el sentido de la vida, da vueltas en torno a ella -como el viento de 1,6- y se estrella siempre en el muro de la muerte, que le lleva a acuñar la frase que le ha hecho inmortal, y con la que comienza sus reflexiones: «Pura ilusión... pura ilusión, todo es una ilusión» (1,2).
En algunos momentos le parece que la muerte aniquila por adelantado todos los valores de la vida, y comenta con ironía amarga, desoladamente: «los vivos saben... que han de morir, los muertos no saben nada»; otras veces, con más lucidez, comprende que la muerte relativiza simplemente los valores de la vida. Pero, al mismo tiempo, la muerte exige, impone, el aprovechamiento de la vida no para realizar obras inmortales que, si sobreviven al autor, de nada le aprovechan muerto, sino para acertar con el ritmo menudo y humilde de la tarea y disfrute cotidianos.
El «Eclesiastés» no es pesimista, sino realista. En él, la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva, barruntando un horizonte trascendente que dé sentido al sinsentido de la vida humana. Otros escritos de la Biblia comenzarán donde termina el Eclesiastés.
El libro es para ser leído lentamente, despacio y con pausas, hasta que sus peticiones estilísticas y temáticas se conviertan en resonancias internas del lector. En ese momento, el de la resonancia interna, comienza de verdad la comprensión y madura el disfrute.

El autor. El autor anónimo que vivió probablemente después del destierro, entre el siglo IV y III a.C., se presenta bajo el nombre genérico de «Qohelet», término misterioso que parece aludir al sabio o al maestro que va desgranando sus reflexiones ante una asamblea. El nombre ha llegado hasta nosotros en su traducción griega de «Eclesiastés», traducido a su vez en nuestras lenguas, quizás incorrectamente, por «El predicador».
Imposible averiguar cómo compuso el autor su obra. Puestos a ilustrar su aspecto, escogeríamos el modelo de un diario de reflexiones. Tienen algo de líricas estas páginas; un lirismo que se intensifica en algunos momentos. Escribe un libro brevísimo, y aun del valor de sus palabras no está seguro: «Cuantas más palabras, más vanidad». ¿Hay autor menos dogmático en el Antiguo Testamento que este enigmático Eclesiastés? Su lucha es contra la teología que ignora la realidad de la experiencia humana, presentando así el lado escéptico de la sabiduría convencional.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Eclesiastés 9,1-12El destino humano. Los temas que trata el Eclesiastés no son nuevos -el trabajo, la búsqueda de conocimiento, el destino común a hombres y animales, las injusticias, etc.-, pero la forma en que los presenta hace que se agrupen en torno al destino humano, expresado de dos formas distintas: 1. Es imposible averiguar el destino del ser humano y de la creación -el temor del Señor, que ya comentábamos en 7,1-14.18-. 2. Una misma suerte toca a todos. La conclusión a la que llega se encuentra en 9,7-10, idéntica a la expresada en la sección anterior y en otros lugares ya comentados: disfrutar de las acciones cotidianas.
De todos los temas tratados, el más insistente en este apartado es el de la muerte. Qohelet coincide en 9,5 con la enseñanza tradicional más clásica, que afirmaba que la muerte era un lugar sin esperanza, «sheol», oscuridad (Núm_16:30-33; 1Sa_28:8-14; Isa_14:9-11; Sal_88:12; Job_10:21s). Se separa de algún movimiento contemporáneo suyo, posible precursor de Dan_12:2 e Isa_26:19, cuyas creencias terminaron triunfando, por ejemplo, que los justos recibirían una recompensa después de la muerte.
A estas alturas del libro, la experiencia del Eclesiastés ya nos es familiar. Comprobamos de nuevo que sus reflexiones no están exentas de sentido común, ni realizadas al margen de la realidad. La imposibilidad de conocer el destino de las personas, la muerte que iguala a todos y parece destruir todas las cosas, la justicia no retribuida al menos en esta tierra, son algunas de sus conclusiones. Quizá lo más importante de su enseñanza sea la afirmación de que, aun contando con la sabiduría recibida desde antiguo, ésta no es determinante en sus observaciones y resultados. ¿Acaso no ha sido la religión, en sus más variadas realizaciones, un factor que ha entenebrecido la imagen y la experiencia de Dios?


Eclesiastés 9,13-18Más vale maña que fuerza. Ejemplo claro de ironía es este pequeño apartado, en el que Qohelet contrasta la sabiduría popular de los refranes con la experiencia real. Para él, lo mismo que para otros textos tardíos del Antiguo Testamento como Sir_13:23, la verdad se relaciona de hecho con el poder, y contra esta realidad se dirige precisamente su irónica y mordaz crítica.
La parábola de los versículos 14s podría ser histórica, o no. Habrá que entenderla más bien, al igual que en otras ocasiones, como un recurso para expresar su enseñanza.
Curiosamente, todavía empleamos el refrán que da título a esta sección con mucha frecuencia. ¿Expresa nuestro deseo de encontrar la sabiduría? El Eclesiastés también busca la sabiduría y parece que se encuentra con simples alardes, mientras se busca el reconocimiento y la estima social. Habremos de delimitar más claramente los términos «sabiduría» y «sabio», como él mismo hace, sin caer en el error de relacionarlos con la fuerza o el poder.