Levítico 14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 57 versitos |
1

Purificación de los enfermos de lepra

El Señor dijo a Moisés:
2 –Ésta es la ley de purificación de los enfermos de lepra:
3 »El día en que el enfermo se presente al sacerdote, el sacerdote saldrá fuera del campamento y comprobará que el enfermo se ha sanado de su lepra.
4 Después mandará traer para el purificando dos aves puras, vivas, ramas de cedro, púrpura escarlata y un ramo de hisopo.
5 El sacerdote mandará degollar una de las aves en una vasija de barro sobre agua de manantial.
6 Después tomará el ave viva, las ramas de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, y los mojará, también el ave viva, en la sangre del ave degollada sobre el agua de manantial.
7 Salpicará siete veces al que se está purificando de la lepra, y lo declarará puro. Al ave viva la soltará después en el campo.
8 El purificando lavará sus vestidos, se afeitará completamente, se bañará y quedará puro. Después de esto podrá entrar en el campamento. Pero durante siete días se quedará fuera de su tienda de campaña.
9 El séptimo día se rapará la cabeza, se afeitará la barba, las cejas y todo el pelo, lavará sus vestidos, se bañará y quedará puro.
10 »El octavo día tomará dos corderos sin defecto, una cordera de un año sin defecto, tres décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, y un cuarto de litro de aceite.
11 El sacerdote que oficie la purificación presentará todo esto, junto con el purificando, ante el Señor, a la entrada de la tienda del encuentro.
12 El sacerdote tomará uno de los corderos y lo ofrecerá en sacrificio penitencial, junto con el cuarto de litro de aceite; los agitará ritualmente ante el Señor.
13 Después degollará el cordero en el matadero de las víctimas expiatorias y holocaustos en lugar santo, porque la víctima penitencial, igual que las víctimas expiatorias, pertenece al sacerdote: son porción sagrada.
14 El sacerdote tomará sangre de la víctima penitencial y untará con ella el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar del pie derecho del purificando.
15 Después echará un poco del aceite en su mano izquierda,
16 y untando el índice de su mano derecha en el aceite que está en la palma de su mano izquierda, salpicará siete veces ante el Señor.
17 Con el aceite que le queda en la mano untará el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar del pie derecho del purificando, donde había untado la sangre de la víctima penitencial.
18 El resto del aceite que le queda en la mano lo derramará sobre la cabeza del purificando, y así realizará la expiación a favor de esa persona, ante el Señor.
19 Después el sacerdote ofrecerá el sacrificio por el pecado y realizará la expiación por el que se está purificando. Después degollará la víctima del holocausto,
20 y la ofrecerá junto con la ofrenda sobre el altar. Así realiza la expiación en favor de esa persona, y éste queda puro.
21 »Si es pobre y no tiene recursos, tomará sólo un cordero, víctima penitencial, para la agitación ritual y para la expiación, la décima parte de una medida de harina de la mejor calidad amasada con aceite para la ofrenda y un cuarto de litro de aceite
22 y dos tórtolas o dos pichones de paloma, según sus recursos, uno para el sacrificio por el pecado y otro para el holocausto.
23 El octavo día los presentará al sacerdote, a la entrada de la tienda del encuentro, en presencia del Señor, para su purificación.
24 El sacerdote tomará el cordero penitencial y el cuarto de litro de aceite y los agitará ritualmente ante el Señor.
25 Después degollará el cordero penitencial. El sacerdote tomará sangre de la víctima y untará con ella el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar del pie derecho del que se purifica.
26 Después echará un poco de aceite en su mano izquierda,
27 y con el índice de la mano derecha salpicará siete veces ante el Señor con el aceite que tiene en la izquierda.
28 Con el aceite que tiene en la mano, el sacerdote untará el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el pulgar del pie derecho del que se purifica, donde había untado la sangre de la víctima.
29 El resto del aceite que le quede en la mano lo derramará sobre la cabeza del que se purifica, para realizar la expiación por él ante el Señor.
30 Después ofrecerá una de las tórtolas o pichones de paloma, según sus recursos:
31 una en sacrificio expiatorio y otra en holocausto, junto a la ofrenda. Así el sacerdote realiza la expiación por la persona que debe ser purificada en presencia del Señor.
32 Ésta es la ley de purificación del leproso que no dispone de medios.
33

Infecciones de casas

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
34 – Cuando hayan entrado en la tierra de Canaán, que voy a darles en posesión, y yo permita que una casa de su tierra quede infectada,
35 el dueño de la casa se presentará al sacerdote a informarle: Ha aparecido una mancha en mi casa.
36 El sacerdote, sin esperar hasta el examen de la mancha, mandará desalojar la casa, para que no se contamine lo que hay en ella.
37 Después el sacerdote entrará a examinar la casa. El sacerdote examinará la mancha; si observa el mal en las paredes, cavidades verduscas o rojizas un poco hundidas en la pared,
38 saldrá a la puerta de la casa y la mandará cerrar durante siete días.
39 Al séptimo día volverá; si la mancha se ha extendido por la pared,
40 el sacerdote mandará quitar las piedras manchadas y echarlas a un lugar impuro fuera de la ciudad.
41 Mandará raspar toda la casa por dentro, y el polvo que salga de rasparla lo echarán a un lugar impuro, fuera de la ciudad.
42 Tomarán otras piedras y las pondrán en el lugar de las primeras. Y con nueva cal revocarán la casa.
43 Si después de quitadas las piedras y después de haber raspado y revocado la casa, reaparece la mancha,
44 el sacerdote volverá a examinar la casa; si observa que se ha extendido el mal por la casa, se trata de lepra maligna de la casa: es impura.
45 Hará derribar la casa, piedras, maderamen y toda la cal, y lo sacará todo a un lugar impuro fuera de la ciudad.
46 El que entre en la casa mientras está cerrada, quedará impuro hasta la tarde.
47 El que duerma en la casa, lavará sus vestidos. El que coma en la casa, lavará sus vestidos.
48 Pero si el sacerdote entra, y al examinar la casa observa que no se ha extendido el mal después de haberla revocado, declarará pura la casa, porque el mal se ha sanado.
49 Entonces tomará dos aves, ramas de cedro, púrpura escarlata y un ramo de hisopo para realizar la expiación por la casa.
50 Degollará una de las aves en una vasija de barro que contenga agua de manantial.
51 Después tomará la rama de cedro, el hisopo, la púrpura escarlata y el ave viva, y los mojará en la sangre del ave degollada sobre el agua de manantial, y salpicará la casa siete veces.
52 Así realiza la expiación por la casa con la sangre del ave, con el agua de manantial, con el ave viva, con la rama de cedro, con el hisopo y con la púrpura escarlata.
53 Al ave viva la soltará en el campo, fuera de la ciudad. Así realiza la expiación por la casa, y ésta queda pura.
54 Ésta es la ley sobre diversas clases de lepras y sarnas,
55 sobre manchas de vestidos y casas;
56 sobre inflamaciones, erupciones y manchas,
57 según la cual se declaran los casos de pureza e impureza. Ésta es la ley sobre la lepra.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 14,1-32Purificación de los enfermos de lepra. Este capítulo es la segunda parte del anterior. Como puede verse, el sacerdote debe examinar al afectado y declararlo puro o impuro, dictaminar su aislamiento o no y el tiempo de su aislamiento; le corresponde además realizar los sacrificios y ritos de purificación. También esta casuística contempla el caso de los más pobres, para los cuales se establece una ofrenda acorde con sus capacidades económicas.


Levítico 14,33-57Infecciones de casas. Como en el caso de las prendas de vestir, también debía hacerse el seguimiento de los muros de las casas que presentaran alguna anomalía y dictaminar, o la destrucción completa (45), o su purificación, después de seguir cada uno de los pasos prescritos.