Levítico 24 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

Cuidado del Templo

El Señor dijo a Moisés:
2 – Manda a los israelitas que te traigan aceite de oliva puro y refinado para alimentar cada día la lámpara.
3 En la tienda del encuentro, delante de la cortina de la alianza, Aarón preparará cada día la lámpara, para que arda de la noche a la mañana en presencia del Señor. Ésta es una ley perpetua para todas las generaciones.
4 Colocará siempre las lámparas en el candelabro, de oro puro, en presencia del Señor.
5 Toma harina de la mejor calidad y prepara con ella doce tortas de dos décimas partes de una medida cada una.
6 Colócalas después en dos montones de a seis, sobre la mesa pura, en presencia del Señor.
7 Echa en cada montón incienso puro, para que sean pan de obsequio, ofrenda al Señor.
8 Todos los sábados las prepararás en presencia del Señor. Es un compromiso perpetuo de los israelitas.
9 Son para Aarón y sus hijos, que las comerán en lugar santo. Es la porción sagrada, porción perpetua para Aarón, de la ofrenda al Señor.
10

Caso de blasfemia – Legislación criminal

Había entre los israelitas un hijo de madre israelita y padre egipcio. Un día riñó con un israelita en el campamento.
11 El hijo de la israelita blasfemó y maldijo el Nombre del Señor, por lo que lo llevaron ante Moisés – su madre se llamaba Selamit, hija de Dibrí, de la tribu de Dan– .
12 Lo arrestaron hasta que decidiese un oráculo del Señor.
13 El Señor dijo a Moisés:
14 – Saca al blasfemo fuera del campamento. Que todos los que le oyeron pongan las manos sobre su cabeza y luego toda la asamblea lo apedreará.
15 Después dirás a los israelitas: Todo el que maldiga a su Dios, cargará con su pecado.
16 El que blasfeme el Nombre del Señor, será castigado con la muerte. Toda la asamblea lo apedreará. Emigrante o nativo, quien blasfeme el Nombre del Señor morirá.
17 »El que mate a un hombre, será castigado con la muerte.
18 »El que mate un animal, tendrá que reponerlo, animal por animal.
19 »Al que lesione a un conciudadano, se le hará lo que él ha hecho:
20 fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. La lesión que causó a otro se le causará a él.
21 »El que mate un animal tendrá que reponerlo; el que mate a un hombre, morirá.
22 »Aplicaréis la misma sentencia al emigrante y al nativo. Yo soy el Señor, su Dios.
23 Moisés se lo comunicó a los israelitas, y éstos, sacando al blasfemo fuera del campamento, lo apedrearon. Los israelitas hicieron lo que el Señor había mandado a Moisés.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 24,1-9Cuidado del Templo. Estipula dos servicios cultuales menores, pero de realización continua: el cuidado para mantener siempre encendida la lámpara en el santuario (cfr. Éxo_27:20-21) como símbolo de la presencia permanente de Dios en medio de su pueblo, y el cambio semanal de los panes de la presencia o de la proposición, que simbolizaban la alianza perpetua del Señor con Israel y la obligación del pueblo de estar siempre en presencia del Señor (cfr. Éxo_25:23-30).


Levítico 24,10-23Caso de blasfemia - Legislación criminal. No se saben los términos concretos de la blasfemia con la cual este hombre ofende a Dios y al pueblo, pero se puede inferir que se consideraba un crimen en Israel, castigado con la pena de muerte. Se trata de una preocupación de la corriente sacerdotal, que no admite bajo ninguna circunstancia ofensas éticas, morales o cultuales.
Es la segunda vez que, en lugar de enunciar una ley por boca del Señor, se hace en forma de relato (cfr. 10,1-5). En este mismo marco de ejecución de una sentencia se recuerdan algunas leyes de orden criminal que ya estaban expuestas, entre ellas la conocida «ley del Talión» (cfr. Éxo_21:23s).